El entonces presidente Fox y su canciller, Jorge G. Castañeda hicieron todo lo contrario a lo que marcan los manuales de la diplomacia internacional y el sentido común: se pelearon con casi todo el mundo.
En julio del 2007 fuimos testigos de la expulsión del embajador cubano acreditado en México, en medio del repudio de millones de seres humanos, alrededor del planeta, que comprobaron que teníamos un mandatario mentiroso y muy poco inteligente.
Don Jorge Bolaños, durante casi seis años, trabajó dignamente en sus oficinas de Polanco para lograr un entendimiento respetuoso entre nuestros países; pero todos conocemos el penoso desenlace.
Permítame, respetado lector, compartirle una anécdota sobre este hombre, que por cierto después de ser corrido injustamente de nuestro país, fue a la oficina de negocios de Cuba en Washington, una de las encomiendas más difíciles para los revolucionarios. Seguramente a manera de premio por sus servicios a la isla.
A finales del 2004 fuimos convocados un grupo de analistas y conductores con pareja a la residencia del embajador en las Lomas de Chapultepec; confirmé, pero avisé que llegaríamos justo antes de la hora de la comida, para cumplir con mi labor informativa en el programa de radio Con Valor y Con Verdad; pero el día anterior a esa cita, me confirmaron una entrevista con un gobernador.
Le llamé vía telefónica -al también colaborador de este diario- Miguel Ángel Ferrer pidiéndole que me disculpara con el agregado de prensa, y para pedirle un favor: que mi entonces novia, hoy mi querida esposa, no fuera borrada de la lista de convidados, a pesar de que yo estaría ausente.
Caballeroso como siempre, me ofertó inclusive pasar por ella, para usar un solo auto, y que no se perdiera al conducir en las convulsionadas calles de la ciudad de México, que por cierto aún no conocía porque estaba recién llegada a nuestro país.
Ya en medio del convivio, me platicó después mi colega, el mismo embajador lo interrogó sobre la dama de ojos claros que lo acompañaba además de la China –su querida esposa-, haciéndole ver que en esas reuniones se hablaban de cosas que merecían discreción y mucho profesionalismo.
Mike le dijo al diplomático que se trataba de mi prometida, de origen catalán, también periodista de profesión y fue a darle la bienvenida, anunciándole que por favor se sentara a su lado al momento de llamar a los invitados a la mesa.
Cuando llamó a comer él presidió la mesa; a su lado izquierdo sentó al Nobel colombiano y enseguida a la que después sería la madre de mis 2 hijos.
Nunca olvidaré ese detalle y muestra de cariño de Don Jorge Bolaños y por siempre envidiaré a mi mujer, porque pudo charlar por casi 4 horas con Gabo, que nos enseñó, entre otras muchas cosas, que “un hombre sólo tiene derecho a mirar a otro hacia abajo, cuando ha de ayudarle a levantarse” y que “cuando un recién nacido aprieta con su pequeño puño, por primera vez, el dedo de su padre, lo tiene atrapado por siempre.”
*Periodista, editor y radiodifusor
@GustavoRenteria
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