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Sección: Editoriales / Opinión Económica

De los montepíos a la usura en empeños

Por: Jorge Lera Mejía 27/01/2013 | Actualizada a las 22:04h
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Actualmente en México y Tamaulipas se observan una nube de casas de empeño y tiendas comerciales que prestan dinero y venden con “abonos chiquitos”, convirtiendo al crédito prendario y al empeño como una opción de compra y crédito a las clases sociales más desprotegidas (clase media baja y clase asalariada).
 
En estos tiempos de crisis de liquidez y la necesidad de sortear la conocida como “cuesta de enero”, son estos negocios los que más éxito muestran, lucrando con la necesidad de la gente que se ve necesitada de empeñar sus joyas y aparatos domésticos, o de perder los bienes adquiridos en campañas como la recién “Buen Fin”, al no liquidar los abonos comprometidos y los intereses devengados.
 
Con la finalidad de conocer el origen histórico del empeño con préstamos, y cómo evolucionó en usura moderna, citaremos aquí la historia de esta modalidad en la edad media española (Fuente: http://www.carlistes.org/index.php?option=com_content&view=article&id=206:del-montepio-al-usurero&catid=25:opinionpolitica&Itemid=56).
 
“…En la Cristiandad medieval la Iglesia prohibió a los católicos el préstamo a interés (usura), que quedó reservado a los infieles, entre los cuales los judíos fueron especialistas. Los créditos tenían intereses de más del 30% (en ocasiones llegaban hasta el 200%) y los tomadores del préstamo lo garantizaban con bienes inmuebles: su casa, sus tierras o sus talleres, lo que se conoce como “crédito hipotecario”. Esto suponía que cuando no podían devolverlos, quedaban privados con frecuencia de su hogar y su medio de vida, condenados a la pobreza.
 
El antijudaísmo medieval tuvo raíz de celo religioso, pero está demostrado que los periódicos furores homicidas contra las comunidades hebraicas (desde mediados del siglo XIV a principios del XV) coincidían frecuentemente con crisis económicas en las que muchos habitantes perdían sus posesiones dadas en garantías a los judíos por sus préstamos.
 
Los franciscanos fueron pioneros en la preocupación por el problema social del préstamo hipotecario. Inspirado en los tradicionales pósitos de grano, el primer ensayo de crédito aceptable según los mandatos de la Iglesia tuvo lugar en España, cuando don Pedro de Haro y el rey Juan II de Castilla solicitaron al papa Eugenio IV su permiso para crear el “Arca de Misericordia” o “Arca de limosnas”. La administración era confiada al rector de la iglesia de los franciscanos. La bula de aprobación papal fue emitida el 22 de septiembre de 1431.
 
Los franciscanos difundieron esta iniciativa en la Italia renacentista, donde era común que judíos (y también cristianos por medio de infieles interpuestos) prestaran a usura en las grandes ciudades mercantiles. Era costumbre llamar allí Monte a una suma de dinero grande (amontonada) y empleado como sinónimo de caja o depósito. Los franciscanos crearon los Montes de Piedad (Monte di Pietà) recalcando con ese nombre que su función no era el préstamo a beneficio, sino el auxilio de los más necesitados. El más antiguo fue el de Ascoli Piceno, en 1458. El beato Michele Carcano fundó el Monte de Perusa en 1462, y el beato Bernardino de Feltre el de Mantua en 1484. Pronto todas las grandes urbes y muchas ciudades pequeñas de la península tuvieron su Monte de Piedad.
 
¿Cuál era el principio de actuación del Monte de Piedad o Montepío? La asociación caritativa tenía como finalidad el préstamo sin interés a las personas con menos recursos. En lugar de bienes inmuebles, únicamente aceptaban como garantía bienes muebles; principalmente alhajas y ropa, pero también mobiliario, obras de arte o cualquier objeto valioso que se pudiese transportar.
 
A este tipo de préstamo se le llama “crédito prendario”, por la cualidad de “prenda” que se deja como garantía de devolución. Las garantías muebles eran guardadas en depósito, y si el préstamo no se devolvía en el plazo previsto se subastaban, ganando el montepío la diferencia que se pudiese obtener con respecto a lo prestado, o perdiéndola si el precio que se obtenía era menor. Como han descubierto los modernos apóstoles del microcrédito, los franciscanos ya comprobaron hace 5 siglos que los humildes suelen ser mucho mejores pagadores de sus deudas que los ricos.
 
Para garantizar su continuidad comenzó al cabo de unas décadas la costumbre de cobrar pequeños intereses, generándose un agrio debate dentro de la Iglesia, por ir en contra de la enseñanza católica y los propios principios de los montepíos. El concilio de Letrán de 1515 aceptó finalmente el cobro de intereses, siempre que fuesen moderados (nunca más del 10%). El concilio de Trento reforzó el carácter benéfico que debían tener los Montes de Piedad. Podemos afirmar que un pequeño interés en realidad no supone usura, pues la inflación o devaluación de la ley de la moneda es más frecuente que la deflación…”
 
Más recientemente, en México se funda El Nacional Monte de Piedad, el 25 de febrero de 1775 bajo el nombre de “Sacro y Real Monte de Piedad de Animas” por autorización de Carlos III de España, bajo dirección del Conde de Regla, Don Pedro Romero de Terreros. Desde entonces ha fungido como casa de empeño y ha significado una solución a los problemas económicos de los residentes de la Ciudad de México, en ese entonces, Nueva España.
 
Actualmente (enero del 2013) serán unos 900 mil préstamos los que el Nacional Monte de Piedad estima entregar en las 227 sucursales que conforman su red de atención de usuarios en el país. El vocero de la institución, Gustavo Méndez Tapia, detalló que los primeros 10 días de enero son días de gran afluencia de usuarios, ya que la llamada "cuesta de enero' afecta a muchos mexicanos luego de las fiestas navideñas.
 
Explicó que "900 mil hogares serán respaldados por la ayuda asistencial en todos el país, con tasas bajas de interés en comparación con otros, que alcanzan apenas el 3% del total de la transacción".
También advirtió sobre "algunos puntos lucrativos de empeño, pero no tienen comparación con la tasa del 3% mensual total y sin letras chiquitas, sin comisiones que sorprendan, es decir con nosotros sólo pagan tres pesos de cien". Respecto a la tasa de recuperación de prendas, Méndez Tapia reveló que entre 95 y 96% de los propietarios recuperan su prenda, lo cual les permite financiarse nuevamente y salir de algún apuro económico posteriormente. (http://alternativo.mx/2010/07/el-nacional-monte-de-piedad/).

 
Sin embargo, la clave del negocio de este tipo de empeños, está en la valoración del bien (joya o aparato) dado en prenda, ya que normalmente se valora en menos del 15% de su valor real (aunque ellos anuncian prestar al 30% del valor). Por lo que la ganancia adicional de los empeños está en la subvaluación de las mercancías prendarias.
 
Lo más común es ver la proliferación de casas de empeño que en pleno siglo XXI inundó a las principales ciudades del país, sin contar con mayor control de parte de la Comisión Nacional Bancaria (CNBV), como supervisan y vigilan al resto de la banca comercial.
  La Comisión Nacional para la Defensa de los Usuarios de las Instituciones Financieras (CONDUSEF) no se da basto para atender las múltiples denuncias contra los empeños y negocios de abonos chiquitos, que terminan con quedarse con las prendas y mercancías de los usuarios de este tipo de créditos y préstamos que han convertido a los mexicanos de clase social desprotegida en víctimas por la falta de poder adquisitivo y escasez del ahorro familiar. Esta es la historia del paso del montepío a la usura en los empeños en México.

Jorge Alfredo Lera Mejía

Tampiqueño, Economista (ITAM), LAE, Maestro en Economía y Doctor en Administración Pública (UAT). Asociado del INAP, Subsecretario del Exterior de la Federación del Colegio Nacional de Economistas y Vicepresidente zona noreste de la LER. Inicia su carrera en 1977 y ha desempeñado diversos cargos en la Administración Pública Federal, en Michoacán y en Tamaulipas. Catedrático en la UNAM, ITAM, ULSA y actualmente profesor-investigador por la UAT e Instructor de la Auditoría Superior de la Federación.
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