Por: Juan Sánchez-Mendoza24/09/2012 | Actualizada a las 22:50h
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Una sociedad bien informada,
como la nuestra, poco caso les hace a las injurias de quienes anhelan el poder
que les está negado. Ya por no confiar en la oposición,
o, porque simple y llanamente, no está dispuesta a dejarse engañar, otra vez,
con acusaciones simplonas producidas al calor de la impotencia. Por ello esta ciudadanía bien
informada, en lo sucesivo, podría dar real sustento a la política y restarle poder
a las camarillas, a la filtración, al rumor y otros instrumentos de política
arcaica. Y es que los mexicanos ya no
deseamos confusión. Todos merecemos estar
enterados del alcance y los objetivos de la acción gubernamental y de las
acciones partidistas, para enseguida dar lugar a interpretaciones responsables
y reforzar nuestra dañada credibilidad. No para continuar confundidos,
ni ser de nuevo presa fácil del oportunismo que por siempre ha caracterizado a
quienes son oposición, al menos en el estado. Si usted ha observado en los
últimos tiempos los aceleres de quienes dicen mandar en los partidos Acción
Nacional (PAN) y de la Revolución Democrática (PRD), o de sus testaferros,
arlequines, corifeos y panegiristas, de inmediato notará que sólo buscan desestabilizar
al país. Por eso hay que frenarlos. México, un pararrayos La arrogancia con la cual
Estados Unidos pretende calificar la actuación de México en la lucha contra el
narcotráfico, merece el rechazo y la desaprobación unánime de nuestro pueblo y
las autoridades gubernamentales y legislativas, cuando menos, porque el tráfico
de drogas encuentra su origen precisamente en la enorme demanda de
estupefacientes que cotidianamente reclaman los viciosos allende el Río Bravo. Sin embargo el costo social y
las consecuencias de la “ley del narcomercado” y su solución pretenden
endosarla a nuestro país, que injustamente sufre problemas en materia de
seguridad pública, criminalidad, violencia y hasta desprestigio. Además resulta totalmente
reprobable identificar con las instituciones a los funcionarios que de manera
individual sucumben ante la tentación de ganancias fáciles provenientes del
narcotráfico. El pueblo de México, por
fortuna, se ha convertido en el “pararrayos” que evita una mayor oferta de
drogas para el ávido mercado norteamericano. Véanse si no las estadísticas
sobre los cientos de toneladas de enervantes decomisados, destruidos e
incinerados en los últimos años; y compárense con el consumo doméstico. Más todavía: de manera dolosa
el gobierno gringo ha encontrado en las acusaciones sin fundamento un rico
filón para presionar a México porque está interesado de que sometamos nuestra
soberanía a los dictados de sus corporaciones policíacas como la DEA, CIA y
FBI. ¿Y al respecto qué ha hecho
Felipe Calderón Hinojosa? ¿Mentores apartidistas? En la víspera de ser renovada
la dirigencia de la sección 30 del Sindicato Nacional de Trabajadores de la
Educación (SNTE), vale la pena recordar que durante décadas el sistema
educativo ha estado supeditado a los caprichos del corporativismo magisterial
que, en su búsqueda del poder por el poder mismo, mucho ha contribuido al
estancamiento de la enseñanza y a la comercialización de ésta (por parte de las
instituciones privadas), en un claro atentado al artículo tercero
constitucional. Actualmente agrupa a más de un
millón 300 mil afiliados en todo el país y recauda cuotas hasta por 120
millones de pesos mensuales. Sin embargo el censo de los
maestros y sus contribuciones gremiales es mayor, tomando en cuenta a los
grupos opositores Punto Crítico y Coordinadora Nacional de Trabajadores de la
Educación (CNTE). Hasta que Carlos Jonguitud
Barrios se mantuvo como manipulador de los maestros (1992), éstos rechazaban
(en petit comité) cualquier cacicazgo magisterial pero nunca actuaron
abiertamente contra el sindicato oficialista –fuera de los educadores alcistas
del sur de México encabezados por Othón Salazar--; y en cuanto el potosino fue
desplazado (como cacique) por Elba Esther Gordillo Morales (gracias a una
disposición presidencialista), los mentores empezaron a radicalizarse en su
búsqueda de democratizar al gremio. Más cuando la chiapaneca, en
un discurso reformatorio de los estatutos, se comprometió a que el SNTE estaría
ajeno a los intereses de los partidos políticos y que sus dirigentes no
ocuparían al mismo tiempo cargos partidarios ni de elección popular. Es obvio que la primera en
incumplir con la oferta fue ella, al (durante las siguientes décadas) echarse
en brazos no sólo de Carlos Salinas de Gortari, sino de Ernesto Zedillo Ponce
de León, Vicente Fox Quesada y Felipe Calderón Hinojosa, obligando a los
secretarios generales en turno a respaldar sus maridajes políticos. La relación íntima que la
chiapaneca sostiene (hoy) con el jefe del Ejecutivo federal, es obvia; como
evidente resulta el hecho de que en plena connivencia con emisarios del pasado
la chiapaneca creó el partido político denominado Nueva Alianza, cuyo objetivo
primario no era (ni es) acceder a la Presidencia de la República, sino quitarle
sufragios al PRI y al PRD, y, llegado el momento, frenar el reposicionamiento
de cualquier otro partido político antagónico al PAN pa’ evitar que ganen en
las urnas lo que el albiceleste ya se acostumbró a obtener en los tribunales. Pero igual recurre al chantaje
para obtener más prebendas, bajo el argumento de que ya piensa seriamente en el
retiro. Al menos de dientes hacia
afuera, porque si fuere cierto no haría tanto barullo y en la ceremonia de “despedida”
que prepara con la clara intención de medirle el agua a los camotes. Reclamo social El combate a la delincuencia
es un reclamo social que se expande día tras día por toda la geografía
tamaulipeca. Por eso la disposición
gubernamental de no tolerar a ningún funcionario, agente o empleado de las
corporaciones policíacas, que desvíen su conducta, abusen del poder o se
presten a la complicidad. Y es correcto. Más cuando el mismo gobernador
Egidio Torre Cantú encabeza una cruzada contra la criminalidad en su búsqueda
de restablecer el clima de certidumbre social, y ha comprometido su palabra, de
cara a los tamaulipecos, para aplicar todo el rigor de la ley --sin
privilegios, sin distinción y siempre en el marco de la legalidad-- a quienes
la infrinjan. Para concretar su cometido, el
mandatario ha girado instrucciones a todas las instancias gubernamentales que
de una u otra forma están involucradas en la prevención del delito, como son
(entre otras) el sistema para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF), la
Secretaría de Seguridad Pública (SSP), el Consejo Estatal de Seguridad Pública
(mejor conocido como C-4), la Procuraduría General de Justicia (PGJ); las
policías Estatal Preventiva (PEP), la Ministerial del Estado (PME),
municipales, los Centros de Readaptación Social y la Secretaría de Salud. Con un objetivo muy claro:
lograr la coordinación real entre todas esas dependencias para (en toda la
entidad) hacer posible su integración en materia de seguridad pública. Y esto tiene gran mérito, pues
bien sabemos que hasta la fecha cada organismo ha actuado como mejor le ha dado
la gana; y ello mismo dificulta la unificación de criterios y los programas y
estrategias de trabajo para enfrentar a la delincuencia. Em@il:jusam_gg@hotmail.com
Juan Sánchez Mendoza
Ha ejercido el periodismo durante más de tres décadas, alcanzado premios estatales en dos ocasiones; autor del libro "68. Tiempo de hablar"(que refiere pormenores del memorable movimiento estudiantil); autor de ensayos literarios; y reportero de investigación de tiempo completo, acá en territorio nacional y más allá de nuestras fronteras y del continente americano.
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