Por: Juan Sánchez-Mendoza11/04/2011 | Actualizada a las 09:23h
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Las pandillas que pretenden
retener, ampliar o instalar su poderío a base de sangre y fuego en la región
fronteriza del Noreste mexicano, podrían ser diezmadas si en verdad las
centenas de agentes federales antinarcóticos, la Policía Federal Preventiva
(PFP), soldados y marinos que ahí han hecho su aparición se avocan a perseguir
a transgresores de la ley y no, como acostumbra suceder, a sólo espantarlos con
el petate del muerto.
Y es que en su cruenta disputa
por controlar los puntos estratégicos del trasiego de enervantes hacia la Unión
Americana, hay poderosas bandas que siguen ejerciendo “su propia ley” en
Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas, utilizando todo tipo de armamento y no
muestran respeto --menos miedo ni consideración--, hacia las corporaciones
policiales federales, estatales o municipales, como ha quedado demostrado en
los múltiples enfrentamientos librados entre ellas mismas o contra las
distintas policías y/o el Ejército Mexicano y la Marina, sin que les importe
(con sus acciones) sembrar el terror y la muerte.
Es decir, se han vuelto tan
descarados que hasta en presencia de cualquier policía, soldados y marinos,
serían capaces de todo, según advierte la vox populi, que tampoco se cansa de
reclamar el hecho al señor de Los Pinos.
Hay que reconocer, sin
embargo, que el fenómeno de la delincuencia organizada desde hace muchos años
les ha ganado la batalla a las autoridades encargadas de su combate, por tres
razones fundamentales:
1) Gran parte de los
facinerosos y principalmente sus estrategas en la siembra, cultivo, cosecha,
procesamiento, distribución y comercialización de las drogas, antes fueron
policías;
2) La connivencia que existe
entre capos –incluida toda la estructura de su cártel--, con los jefes de las
corporaciones policiales; y
3) Porque hasta hoy no ha
surgido el funcionario federal que encabece una verdadera cruzada contra los
delincuentes de cuello blanco y los envenenadores públicos.
Cierto es que el combate a
este tipo de flagelo sólo podría ganarse a largo plazo por ser una empresa
difícil de realizar, pero igual se supone que para eso están los mejores
hombres y mujeres al frente de las instituciones de seguridad nacional y/o
pública.
Entonces, ateniéndonos a ello
les recordamos que tienen la obligación de aplicarse a fondo y dar resultados…
más que inventar explicaciones.
Parangón con los EU
Lo que acontece en la zona fronteriza de México –desde Baja California hasta
Tamaulipas-, mucho se asemeja a lo que ocurrió en la Unión Americana en las
décadas de los veintes, treintas y parte de los cuarentas, cuando se dio la
disputa entre bandas criminales por controlar el contrabando de licor.
Allá también, a plena luz del
día, operaban los sicarios “armados hasta los dientes”, y con la macabra orden
de ultimar a sus rivales a costa de lo que fuera.
El cine, por su parte, han
reproducido ese pasado oscuro llevando a la pantalla magistralmente todo tipo
de escenas de cómo opera la mafia; y en sus argumentos principales sobresale la
rivalidad entre las “familias” que se enfrascaban en guerras sin cuartel por la
conquista territorial en ciudades norteamericanas, como Chicago, para ampliar
sus negocios ilícitos e influencia. Y hasta parece que reviven en nuestro
entorno cercano.
Lo que ahora ocurre en
municipios como Tijuana, Nogales, Ciudad Juárez, Ciudad Acuña, Colombia, Nuevo
Laredo, Reynosa y Matamoros, cuando menos, podría remitir a cualquier filme o
historia de célebres gángsteres como Al Capone, George Moran --conocido en el
mundo del hampa como “Bugs”--, Lucy Luciano, Mc Baker o Albert Anastasia alias “The boss”; y estoy seguro que ninguno
de los municipios desmerecería en lo absoluto.
La diferencia entre lo
ficticio (que es el cine) y la realidad, es que estamos en pleno siglo XXI y
las armas y balas, así como los muertos, no son de utilería… son de verdad.
Lo peor del caso es que
involucran a la sociedad civil, puesto que los enfrentamientos entre los locales
y la de otras entidades ya no solamente ocurren en las carreteras, los ranchos,
los prostíbulos y centros de vicio o juego clandestinos, sino a plena luz del
día y en la calle, frente a escuelas e iglesias; en los supermercados,
restaurantes, cines o plazas comerciales instaladas sobre avenidas altamente
transitadas y/o en lugares frecuentados por mujeres, niños, jóvenes y ancianos
ajenos a esa barbarie, como lo confirman los acontecimientos más recientes en
casi todo el país, aunque el señor de Los Pinos consideren que se trata de
simples riñas entre maleantes.
En sus ajustes de cuentas los
matones utilizan modernas y potentes armas de fuego que disparan sin el menor
remordimiento… ¡y pobre de aquél que sin deberla ni temerla se encuentre en el
lugar equivocado!
Connivencia fracturada
Llama la atención el hecho de
que en su disputa los gángsteres fronterizos ataquen a policías estatales y
municipales --quizá también se dé en el sur y centro de la entidad--, a través
de los llamados “levantones” cuando estos patrullan el área asignada.
El asunto despierta mayor
suspicacia toda vez que (en el pasado) se han comprobado los lazos de amistad o
subordinación que funcionarios y ex funcionarios de seguridad pública mantienen
frente a los capos.
De ningún modo podría negarse
que haya policías y autoridades honestas, pero serían casos excepcionales, ya
que el modo de operar de la mafia misma los obliga a recibir el soborno
correspondiente o exponerse a las fatales consecuencias.
De ahí que insista en la
necesidad de multiplicar esfuerzos, a fin de que el Ejército Mexicano y la
Marina, en coordinación con las corporaciones federales, estatales y
municipales, vayan al fondo del asunto.
Pero en serio, pues el combate
al narcotráfico y al crimen organizado sólo podría lograrse sumando esfuerzos y
voluntades.
De lo contrario la guerra
estaría perdida.
Respuesta tardía
El Gobierno Federal por fin
decidió poner en marcha, en San Fernando (Tamaulipas), una serie de operativos
permanentes de combate a la delincuencia organizada.
Debo advertir que ya era
tiempo de que les cayera el veinte y dejaran al margen la lucha estéril por
imponer jerarquías, colocando en última instancia la seguridad y tranquilidad
de la población.
Sé que hubo la necesidad de
que hiciera crisis esta problemática delincuencial y se convirtiera en noticia
diaria para que la Procuraduría General de la República advirtiera que en San
Fernando ya estaban prendidos los focos rojos; igual tuvieron que recogerse
gran número de muertos --la mayoría producto de ejecuciones--, y disparado
armas de potentes calibres (a la luz del día y en céntricas calles del
municipio), a fin de que el Gobierno Federal entrara en razón y entendiera que
los hechos de sangre e impunidad de ningún modo benefician a los partidos
políticos o administraciones gubernamentales --sean del signo que fueren--,
sino al contrario, nos laceran a todos.
Merced a lo anterior, es
recomendable que las elites policíacas de se apliquen a fondo y no sólo salgan
de paseo o a dar exhibiciones paramilitares.
Juan Sánchez Mendoza
Ha ejercido el periodismo durante más de tres décadas, alcanzado premios estatales en dos ocasiones; autor del libro "68. Tiempo de hablar"(que refiere pormenores del memorable movimiento estudiantil); autor de ensayos literarios; y reportero de investigación de tiempo completo, acá en territorio nacional y más allá de nuestras fronteras y del continente americano.
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