Las mujeres no son de palo

Ella se hizo famosa y su nombre brinco las fronteras por su capacidad para manejar a los medios de comunicación, de darles lo que ellos pedían a gritos, que era, entre otras cosas, escudriñar entre las intimidades que celosamente guardaba las rejas de Los Pinos para alimentar el morbo de sus empresas y para olvidar un instante la angustia que no se puede ocultar cuando se debate la vida entre la penuria económica.

Sí, nadie mejor encaja en esas características que Marta Sahagún de Fox, ex primera dama de México, pero sería injusto no incluir entre sus dotes la ridiculez, la perversidad, la falsedad y la aparente finura que es lo que ha decorado también a las excéntricas féminas del PAN, quienes, perfumadas y con la carita bien lavada, siempre están prestas para la pose.

Ni “Brozo”, escapo de la increíble agilidad mental de la que hacia gala Doña Martita, cuando luego de meses y meses de invitarla consiguió que ella se presentara en su programa matutino sí, esa mujer a la que siempre llamo “La Dulce Polly”, la parejita del famoso “Supercán”.

Muy a su estilo el Payaso Tenebroso intento jugar con su invitada y le hizo algunas preguntas íntimas, a las que ella respondió divertida y, claro, sin perder la pose: “Ay Brozo, me hacer poner roja”. El Payaso soltó la carcajada, porque la mujer vestía traje sastre, zapatos y aretes color rojo.

No se puede negar que Doña Martina era única para el “bluff” y la trivialidad, como cuando recuerdo que en Nuevo Laredo, Tamaulipas, en una cabalgata en horas de la madrugada en una vereda de acceso a esa localidad fronteriza platicaba con los reporteros, entre los que me incluyo, y de pronto su carita se iluminó y corrió con esa gracia que solo Dios le dio. “Allá vienen los jinetes, allá vienen”, gritaba como quinceañera emocionada. Y en efecto, su marido, el superoro Vicente Fox, se empezó a distinguir al frente de la columna de cabalgantes. Como si el libreto no estuviera preparado, Chente la levanto con su poderoso brazo izquierdo y la monto en ancas en su corcel, pero antes ella lanzó un leve  y coqueto quejido: “Ayyyy…. Corazón”.

Pero a que viene todo este rollo que no es nada atractivo y si trivial, pues a que aparte de Martita, quien tuvo suficiente voz y voto en el gobierno panista que soporto México, ninguna primera dama ha tenido tanta influencia en una administración.

Y es que las esposas de los gobernantes en este país solo en los eventos caminan a su lado y no se les permite lucir en la fiesta, con lo que la posibilidad de que demuestren su capacidad queda totalmente mermada.

Pero algo pasa con la esposa del candidato del PRI a la gubernatura de Tamaulipas, Marcela Ronquillo de Hinojosa, una mujer que nunca evade a la prensa, sino que por el contrario la busca y hasta la enfrenta, lo que no sucedido en el pasado. La relación entre una primera dama y los reporteros, siempre se concreto solo en un apretón de mano.

Sin caer en comparaciones que no van, Doña Marcela es una mujer preparada, con ideas claras y es un soporte importante en la campaña de su esposo, porque garantizar el voto de más de 35 mil “Magnolias” de Tamaulipas a favor de la causa tricolor, no es sencillo.

Durante años la esposa del candidato se ha encargado de “regar” esa flor que sigue germinando a lo largo de Tamaulipas y que hoy será de gran utilidad para tratar de concretizar el sueño que Baltaza Hinojosa Ochoa ha acariciado de convertirse en gobernador.

Si eso se hace realidad, seguramente tendrá Tamaulipas a una primera dama diferente, participativa, firme, porque a Doña Marcela se le nota carácter y decisión, cualidades que a otras mujeres no se les permitió, exhibir.

Y no me imagino que no harían mujeres como Claudia Georgina Beltrán Caballero –esposa de Antonio Martínez Torres-, Nora Hilda de los Reyes, Lorena Jiménez Rosales y otras, si alguien les suelta un micrófono. Seguramente armarían una revolución.

Es bueno que la mujer participe y que se exprese claramente, pero mejor sería  que se entienda de una vez por todas que, ellas.

No son de palo.

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