Debo empezar explicando qué es esta columna y qué no es, la cual por su importancia en tiempos electorales la dividiré. No pretende enseñar cómo se dirige una campaña electoral, ni cómo se construye la imagen de un candidato, tampoco pretende dar lecciones a nadie, no es tampoco unabc típico de elecciones. Sólo pretendo decir, a partir de una serie de reflexiones personales, y muchas aportaciones teóricas, qué se debe de tener en cuenta en un proceso como la construcción de la imagen de un candidato o candidata en una campaña electoral, tan apasionante desde un principio, tan diferente la una de la otra y, a la par, tan iguales todas.
Infinidad de elementos componen en la actualidad las campañas electorales, sin embargo, todos ellos giran alrededor de uno principal: el candidato. La tendencia de personalización de la política actual y la lógica propia de los medios de comunicación no hacen sino incrementar el protagonismo de un individuo, sobre el que se carga buena parte del peso del proceso electoral. Su imagen, su personalidad, sus habilidades, sus virtudes y sus defectos se convierten en la piedra angular de la campaña, en la que uno de sus objetivos principales es crear una proyección personal atractiva para los votantes.
Una vez dicho esto, cabe preguntarse qué cualidades debe poseer el candidato o la candidata en cuestión y cómo desarrollarlas de cara al público. Aunque los referentes a campañas políticas se remontan a la Antigüedad, si nos centramos en las modernas se puede observar el increíble desarrollo en técnicas y formatos del último siglo, sin embargo, los atributos esenciales hoy día continúan siendo muy similares, si no los mismos, que identificó Max Weber en su discurso sobre la profesión del político: la pasión, el sentido de la responsabilidad y la mesura. Estas tres características permiten al político ofrecer una representación de su persona que genere identificación y confianza y mostrar, en último término, su vocación de servicio público alejando de su persona los fantasmas de intereses espurios.
Tres atributos simples pero que resumen en buena medida los requisitos básicos que se le exigen a un líder, no sólo a los políticos, sino prácticamente en cualquier ámbito. La pasión, para mostrarse empático con sus conciudadanos, capaz de entender sus alegrías y desgracias y enfrentarlas con valentía y determinación. El sentido de la responsabilidad para proporcionar planificación en el desarrollo del proyecto político y la mesura para dirimir los conflictos que aparezcan de forma justa para las partes.
Por supuesto, el desarrollo de las características concretas dependerá en su mayor parte, del público al que se dirijan y el contexto en el que se planteen, pues tanto las relaciones personales y las formales como los requisitos de la ciudadanía varían sobremanera entre países y épocas. En este sentido y previo a cualquier programación sobre la proyección personal de un candidato determinado será imprescindible un estudio analítico y profundo sobre:
a. Los votantes: Se buscará un retrato general pero también se identificarán públicos específicos y determinará su potencial como simpatizantes para pulir las características del candidato favoreciendo su acercamiento.
b. El territorio y el contexto: Establecer prioridades temáticas y comprender el espacio en el que se desarrolla una campaña es crucial para su desarrollo estratégico.
c. Posibles competidores: Marcar la diferencia en los planteamientos de la campaña y detectar las oportunidades y amenazas a las que se enfrenta el aspirante respecto de sus contrarios es el mejor camino para adelantarse a las críticas y aprovechar las debilidades de los oponentes.
En todo caso, proyectar la personalidad de un candidato consiste en un proceso que evidencia una gran diversidad de matices, que empiezan en el propio concepto del término imagen elemento clave de dicho proceso. Esta puede ser entendida tanto de manera literal, refiriéndose a la impresión visual que se genera, como de forma más amplia, cuando se proyectan las cualidades personales o rasgos que dan forma a impresiones de carácter de un actor político.
A pesar de que la construcción de una imagen es elaborada a partir de las características de un determinado candidato o gestor público, el resultado de la proyección no radica únicamente en el político, sino también en el electorado, ya que la imagen final se constituye a partir de la interacción entre lo que un político proyecta y lo que el electorado percibe. Es decir, a pesar de ser emitida por alguien, la imagen se construye en la percepción, en aquellos que reciben los símbolos y mensajes de una determinada campaña y a partir de la formación de un juicio que a su vista culmina en la toma de decisiones que suelen resumirse la concesión del voto.
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