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Sección: Editoriales / Anecdotario

Mi Sebastián está de vuelta

Por: Javier Rosales 13/10/2014 | Actualizada a las 09:23h
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Difícil, muy difícil, resulta posar los dedos sobre el teclado de la computadora sin que regresen a la mente aquellas imágenes que nunca quisiera que se repitan, que deseo que se pierdan en el pasado porque son como espinas que se clavaron en el corazón.

Con apenas cinco días de nacido Sebastián nos demostró que es un guerrero, porque aun sin abrir sus ojillos se formó en la fila del mundillo de los triunfadores que merecen estar aquí, que tienen el derecho de ocupar un lugar entre nosotros y entre ustedes que no regatearon en colmarlo de bendiciones.

El, desde los primeros meses de su gestación, sabía que la jornada no era sencilla porque fue producto de un embarazo de alto riesgo, pero las semanas transcurrieron y Sebastián fue tomando forma, fue creciendo y logro mediante una cesárea que resultó perfecta ver la luz, pero lo crítico, vino después.

Fue en una noche calurosa cuando nuestro bebé se desvaneció como consecuencia de un paro, de una neumonía, de una hemorragia pulmonar y de una infección en la piel que no tenían porqué ser y fue tan solo en dos horas que el mundo se nos derrumbo, que se nos vino encima.

De un nosocomio fue trasladado en la ambulancia a otro sin la menor posibilidad, pero fue allí dónde Sebastián se reveló, porque sabía que aquí lo esperábamos, que aquí Said y Karina necesitaban abrazarlo, darle calor, protegerlo como se hace con un hijo que es fruto del amor.

Lo vi desde una pequeña ventana de cristal y su semblante no era el normal. Apenas si movía su manita indefenso como clamando ayuda y, eso, me partió el alma.

Las hojas del calendario del mes de Septiembre se deslizaban rápido, sin piedad y Sebastián seguía luchando de la mano de aquel ejército de médicos y enfermeras del Hospital Civil de Ciudad Victoria que no borraban de su rostro un dejo de tristeza que nos hacía estremecer.

Al paso de los días se percibió la primera lucecita. Los rezos, las plegarias, las bendiciones de todos aquellos que nos acompañaron sacudieron al Señor y, Sebastián, estaba ya de vuelta.

Ahora, al rostro de los médicos y al de las enfermeras los invadía la esperanza y el optimismo.

Ahora, a todos ellos los animaba la rapidez con la que nuestro bebé respondió a los antibióticos y sus cuidados que solo son propios de quienes hacen valer cada una de las letras de la palabra vocación.

Tal vez algún día Sebastián se entere que nunca estuvo solo en esta delicada y maratónica jornada de la que salió avante.

Puede ser que él conozca lo que sucedió a su alrededor en sus momentos de agonía.

Quizá, alguien le platique que afuera muchos se volcaron para apoyar a nuestra familia, para llorar mejilla con mejilla y para rezar tomados de la mano, como se hace entre quienes aún creemos que todos somos hermanos.

De cada uno de ellos hablaré en la siguiente colaboración con nombre y apellido, porque merece que se mida su tamaño, su generosidad, su calidad humana y su solidaridad.

Hoy Sebastián, mi primer nieto, está de vuelta, ya está en casa dando guerra, jalando y pateando su cuna junto a sus padres y junto a nosotros que tanto le suplicamos a Dios.

Señor, si él ya está aquí: ¿Porqué te lo quieres llevar?.

Bienvenido seas, mi Sebastián.

Mi amado, mí adorado nieto.

Primera de dos partes.

Correo electrónico: tecnico.lobo1@gmail.com

Javier Rosales

Columnista en Tamaulipas. Su columna Anecdotario es publicada en diversos medios de comunicación.
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