Con toda seguridad usted ha observado que el político mexicano si algo rechaza es el equilibrio en su entorno, en su práctica cotidiana; se debe a que en sus genes lleva la intención de dominar, de no permitir que alguien lo iguale y mucho menos lo supere, peor aún si se trata de un subordinado; en suma, odia los equilibrios; trátese de una hembra o un machito, aquí si es verdadera la equidad de género.

Desde el presidente de la república hasta el servidor público de mandos medios o de elección popular más modesto, rechaza en su interior los equilibrios, aunque públicamente se dice demócrata, igualitario, empático, sensible a las clases sociales más desprotegidas, tolerante, magnánimo, prudente; en fin, se dice y reconoce como un hombre o mujer universal, que le pertenece a la sociedad, al mundo ya no a sí mismo.

Y no es privativo de la política rechazar los equilibrios. En las universidades públicas mexicanas prevalecen los candidatos "únicos" al momento de elegir rectores o directores de planteles educativos; en los congresos federales y locales, en los ayuntamientos quien manda constitucionalmente no quiere oposición interna, abominan de la rendición de cuentas, en suma anhelan la inexistencia de equilibrios.

Como es algo genético el origen, también en las empresas privadas (ya no se diga en las públicas) los dueños y / o directores-gerentes, no simpatizan mucho con los equilibrios en su manejo y administración.

Por ejemplo, en un medio informativo; escasos los dirigentes-propietarios que permiten voces opuestas en sus contenidos tanto editoriales como reporteriles. Que dan entrada a los opuestos, que buscan llegar a la verdad aunque salgan raspados sus clientes-anunciantes, para dar preferencia a su lectores-auditorios.

Sin más rodeos; la falta de equilibrios en la política tamaulipeca tiene un origen adicional distinto a los jefes "empáticos” y se trata de un género social que no es nuevo, pero últimamente se ha reproducido con generosidad en la región: los aplaudidores profesionales.

Se trata de llenar de alabanzas, homenajes, reconocimientos y mensajes de cariño y amor a los políticos de altos vuelos; como presidente, gobernador, alcalde, rector, legislador, candidato, etcétera; en suma, a quien ostente poder, vía constitucional, lo que deviene manejo de recursos económicos y materiales.

Este oficio de aplaudidor viene a profundizar el problema que tenemos con los políticos que odian los equilibrios…¿Qué personaje no es sensible a las alabanzas sin límite?. Ninguno en efecto pues la debilidad humana nos lleva a aceptar sin chistar el halago y hasta se nos hacen pocos pues creemos merecer aún más.

Sin el ánimo de constituirnos como censores de dichas conductas aplaudidoras in extremis, pues finalmente cada quien se gana el pan como Dios le da a entender, si sería saludable no alimentar los desequilibrios todavía más de lo que ahora están: sería recomendable dejar de crear monstruos que luego nadie podrá controlar.

El papel de los medios de comunicación EN EL MUNDO, no es servir al poder, es servir a la sociedad. Desde luego como siempre, salvo su mejor opinión.

Evaristo Benítez Castro

Nació en Llera Tamaulipas el 26 de junio de 1948. Estudió una licenciatura en la UAT, donde fue catedrático de 1972 a 1980.

Fundador de la revista de la UAT, llamada EDUCIEN, que se publicó desde el año de 1978 a 1981. Ha escrito su columna Faena en Canal en diferentes momentos desde 1991: La Verdad de Tamaulipas, Noticias del Golfo (ahora El Cinco), El Mercurio, El Diario de Ciudad Victoria y El Expreso, además de diferentes portales.

Consejero Electoral del IETAM en los años 2006-2007; autor de 14 libros del tema político-electoral.