El viernes 22 de octubre pasado comenzó como algunos otros viernes anteriores; la Secretaria General del Sindicato de Trabajadores al Servicio del ayuntamiento de Victoria (Laura Infante) viajaba a otros municipios para intercambiar experiencias con los trabajadores de los 42 sindicatos hermanos en el estado de Tamaulipas. Recientemente hicieron lo mismo para convivir con los trabajadores de Jaumave y Tula que yo recuerde de momento.

Sin novedad pernoctaban la noche del correspondiente viernes y retornaban los sábados para laborar normalmente en sus correspondientes municipios el lunes siguiente; igual lo hicieron el viernes 22 los colaboradores que desearan acompañar a Laura a la ciudad de Matamoros pues  sus colegas de  ese municipio serían los anfitriones; entre los acompañantes de la lideresa local se anotó la titular de la Comisión de Honor y Justicia del sindicato de los trabajadores de Victoria, Sonia Grimaldo.

Sin novedad llegan a Matamoros en tres vehículos particulares; comienzan a sesionar los representantes de los trabajadores de los 43 ayuntamientos del estado a las tres de la tarde del mismo viernes y se citan para las nueve de la noche al cierre de actividades en un centro social rentado; a esa hora y camino al centro social se desata el infierno en las calles y toma por sorpresa a los viajantes de los tres vehículos ocupados por los trabajadores de Victoria. La peor suerte le tocó al automotor donde viajaba Sonia; una lluvia de balas de alto poder penetró al vehículo y mata instantáneamente a Sonia (un proyectil le rompió la arteria aorta)  hiriendo a dos compañeros más; uno herido de bala en la espalda y otra herida de bala en el antebrazo derecho.

Confusión total (el incidente fue a escasos veinte metros del salón en cita, en pleno centro de la ciudad fronteriza), …¿Qué pasa? expresan incrédulos los visitantes victorenses. Luego se sabría que en diferentes sectores de Matamoros y quizá durante casi dos horas, hubo múltiples tiroteos entre supuestas autoridades y supuestos pillos, que culminó con la muerte del líder local del Cártel del golfo en la plaza de Matamoros, Ariel Treviño Peña.

Fuego cruzado que, sería sumamente ingenuo pensar de otro modo, seguramente arrojó mucho más víctimas inocentes de las que se dicen oficialmente. Por lo pronto para Sonia Grimaldo fue su último viaje en su condición terrena; muere ella en brazos de una de sus mejores amigas, Yolanda Martínez Camarillo; la aorta rota genera la salida corporal de varios litros de sangre en pocos segundos, por lo que Sonia prácticamente murió de manera instantánea con solo un ligero dolor-quemazón en el pecho; Yolanda y Marco sólo sufren heridas de bala leves y queda claro que pudieron morir los seis pasajeros en tanto que una de la balas pasó rozando el tanque de gasolina del vehículo de marras.

¿Por qué sólo Sonia?; he ahí el misterio intangible de la vida. Sonia fue excelente compañera y amorosa madre que deja un hijo huérfano, si bien mayor de edad; el problema nacional de inseguridad pública que vivimos, con características específicas según la región del país de la que hablemos, desde luego que es producto de la abulia-complicidad de las autoridades correspondientes que ha crecido significativamente los últimos veinte años. Los “permisos” que daban las autoridades para fingir no ver en su entorno legal  los negocios de los pillos, ha evolucionado a una amplia variedad de actos delincuenciales que ya no pueden parar los que esgrimen la ley, precisamente porque están involucrados con ellos desde sus raíces.

Y así estamos; la sociedad, nosotros, sólo reaccionamos cuando alguien cercano está involucrado en un evento de violencia institucionalizada; somos insensibles a la violencia en la calle hasta que nos toca padecerla de manera personal y directa.

Y digo personal y directa porque hasta de las desgracias puede uno aprender algo de la vida, paradójicamente aunque le cueste a alguien la muerte; Sonia le dejó una lección a su amiga Yolanda para que sacara su entereza y valor a punto de morir: muere tranquila en sus brazos, si bien preguntándose…¿por qué?.

Misterio total; pero debo de agregar que a los setenta y tres años su servidor descubrió un hecho ignorado: creo que mi esposa, Yolanda Martínez Camarillo, tiene unos envidiables calzones que le permitieron salir adelante en un grave problema en el que yo, quizá, me hubiese zurrado hasta el cansancio. MIS RESPETOS, diría el peje en sus mejores tiempos de franqueza política. 

Evaristo Benítez Castro

Nació en Llera Tamaulipas el 26 de junio de 1948. Estudió una licenciatura en la UAT, donde fue catedrático de 1972 a 1980.

Fundador de la revista de la UAT, llamada EDUCIEN, que se publicó desde el año de 1978 a 1981. Ha escrito su columna Faena en Canal en diferentes momentos desde 1991: La Verdad de Tamaulipas, Noticias del Golfo (ahora El Cinco), El Mercurio, El Diario de Ciudad Victoria y El Expreso, además de diferentes portales.

Consejero Electoral del IETAM en los años 2006-2007; autor de 14 libros del tema político-electoral.