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Reforzar nuestros principios

Por: Carlos Santamaría Ochoa El Día Lunes 05 de Agosto del 2019 a las 14:28

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Luego de haber sido enterados por los medios de comunicación de los acontecimientos de Estados Unidos, donde decenas de personas fallecieron en diversos atentados, nos parece oportuno hacer una reflexión acerca de lo que se vive en aquel país del norte del Continente.

Siempre se ha pensado que en los EEUU hay leyes que no debiera existir y que permiten que cualquier persona se arme hasta los dientes con instrumentos de tecnología muy avanzada; de esta forma, cualquiera puede tener una “cuerno de chivo” legalmente adquirida, una bazuca o hasta lanza granadas, en una serie de acciones que, lejos de permitir libertad para adquirir, son un culto al libertinaje y a el grave peligro que implica el tener armas en casa de dimensiones mayúsculas.

Pero es justo hacer una pregunta, una reflexión: ¿Quién compra armas de este tipo y para qué las compra? Definitivamente, no las compra una persona buena, porque no son para fines positivos: se busca dañar, atentar, matar y otras cosas terriblemente nefastas que tienen que ver con traumas y complejos del ser humano. Falta de principios de casa, piensa mucha gente, entre los que se encuentra el columnista.

Tenemos conocidos que disfrutan disparar una de las armas que se pueden adquirir en los mercados negros, y otros, que de plano corremos siquiera a tomar uno de estos instrumentos cuya finalidad es matar, dañar.

México tiene problemas con las armas, gracias a la permisividad existente en la compra en los Estados Unidos, y aunque en las zonas fronterizas advierten de que es infracción y falta grave pasar a México con armas, no se puede detener el flujo de éstas que dejan ganancias multimillonarias a una serie de personas sin escrúpulos. Finalmente, comerciantes de armas, que es su negocio.

A ellos no les importa para qué las quiere la gente, solo el dinero, y aprobado o no por nuestra forma de pensar, es un comercio de mercancía, aunque ésta sea para matar, pero no deja de ser una transacción comercial, y por tanto, es válida en cualquier parte del mundo.

Se requiere enseñar a los nuestros para qué son las armas, y la necesidad que tenemos de no consumir este tipo de mercancías, que pueden ser la diferencia entre vivir y sobrevivir, entre la angustia de miles y la forma de enfrentar las situaciones tan difíciles.

Se hacen esfuerzos por desarmar a la sociedad, pero por otra parte, hay intereses muy fuertes que insisten en la adquisición de armamento cada vez más sofisticado y costoso, en aras de hacer que el negocio de éstas sea mucho más importante cada día, y sin importar para qué se emplean, se venden. La clara muestra la vemos en tiendas de autoservicio de la Unión Americana -Walmart, Academy y otras- que ofrecen pistolas de todos calibres, escopetas, ametralladoras y otras más sofisticadas, que son la diferencia entre vivir tranquilo y tener la tentación de cometer una masacre, como ha sucedido en estos días.

Y si a ello agregamos discursos llenos de racismo y odio de líderes sociales y políticos, pues estamos fritos, porque mucha gente ignorante se deja llevar por lo que estos fanáticos dicen o hacen, propiciando que el odio que se reza en los discursos se convierta en iniciativas y acciones para dañar a los demás.

Debemos comenzar en casa enseñando a los nuestros qué significa tener una de esas armas, y la importancia que se tiene que observar para no adquirirlas, ya que a nadie benefician.

Como que es hora que trabajen los gobiernos unidos  de ambos países, en aras de disminuir el consumo de estas mercancías, de hacer que la gente no tenga esos sentimientos de cólera, odio y coraje hacia los demás, principalmente latinos, y convierta sus calles en auténticos cementerios.

Es hora, sin lugar a duda, de hacer un gran esfuerzo por desarmar a una sociedad que o está preparada para tener armas y hacer un uso responsable de ellas. Hay que tomar otras medidas, y eso es un hecho.

 

 

 

 

 

 

 

 

Comentarios: columna.entre.nos@gmail.com

Carlos David Santamaría Ochoa

(México, D.F., 1957) Licenciado en Relaciones Públicas, Maestro en Trabajo Social y maestro en Comunicación; Doctor en Comunicación y Periodismo por la Universidad de Santiago de Compostela (Galicia, España). Diplomado en periodismo y en locución ( U.A.T.) Periodista desde el año de 1979.

Jefe de fotografía del periódico El Heraldo de México (1979).

Ha colaborado en los diarios locales El Mercurio de Tamaulipas, El Diario de Ciudad Victoria, La Verdad de Tamaulipas y en revistas como Poste Restante, A quien Corresponda, entre otras. Fue corresponsal del diario El Nacional, de la revista Época de México y de radio grupo ACIR. Fotógrafo profesional desde el año de 1978.

Fue jefe de prensa del Instituto Estatal Electoral en Tamaulipas y del Hospital General de Ciudad Victoria. Actualmente se desempeña como profesor de periodismo y fotografía en la licenciatura en Ciencias de la comunicación, en la Universidad Autónoma de Tamaulipas, donde también colabora como investigador.

Es presidente de Vive con Diabetes, A.C., dirige y conduce el programa de radio Al Día en Radio UAT.

Recientemente publicó su primer libro: Diario del Camino, Unidos por la Diabetes.

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