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No me interesa el 2 de octubre de 1968

Por: Heberardo González El Día Sabado 29 de Septiembre del 2018 a las 23:35

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Para aquellos inocentes que nacieron en una guerra

 y el fuego cruzado los mató.

A esos jóvenes de Reynosa, que un disparo bastó

para que tantas familias estén muertas en vida.

 A ellos recordaré el próximo 2 de octubre.

Cincuenta años de distancia nos separan del 2 de octubre de 1968 en Tlatelolco. La plaza de las Tres Culturas fue el escenario que perpetuó la rebeldía de una juventud asesinada a sangre fría. Aun cuando nací diez años después 1978, durante los últimos treinta años crecí con la frase mediática “el 2 de octubre no se olvida”.

En honor a la verdad, no me interesa escribir de un crimen masivo que sucedió hace cinco décadas (disculpen mi confesión), ya se han encargado los vivos y muertos de gastar mucha tinta con la sangre de aquellos jóvenes, lo único que me interesa rescatar es la capacidad humana de sentir y recordar un acto criminal.

Me daría vergüenza recordar o escribir de aquellos jóvenes y no pensar en los actuales; por cierto ¿quién escribe de nuestros muertos? ¿sus familias? ¿sus amigos? ellos los sienten, viven su dolor, sufren su pena; sería muy ingrato preguntarme ¿alguna de las víctimas escribe?, ¿quién más? Tal vez los periodistas, algún escritor de novela negra en donde la violencia es fuente de inspiración para dibujar con letras esas páginas que retratan un país herido. La verdad no me interesa escribir de una fecha, si en la actualidad tengo para elegir cualquier día del calendario y me toparé con historias desgarradoras que acaban de suceder, sin necesidad de recordar las de décadas pasadas.

En el presente hay más de un Tlatelolco, pero ha cambiado su nombre a Reynosa, Veracruz, Acapulco, Tijuana, Juárez,  Oaxaca, Sinaloa, no importa si es capital, si es grande, si es frontera, no, ya no interesan todas esas características que hace 20 años influían en su índice delictivo; ahora no, cincuenta años después existen muchas ¨plazas¨ igualmente invadidas por militares, en donde el monopolio del poder pasó de la autoridad al criminal; ahora no caen solo jóvenes, también niños, mujeres, adultos, estudiantes, obreros, profesionistas, personas indefensas que su único problema es haber nacido en una ciudad del crimen, como muchas del México olvidado que sufrimos.

Este es un país donde la justicia camina tan despacio que envejece en el camino. Así la describió el escritor colombiano Jesús Zárate hace más de cincuenta años en su único libro y hoy esa justicia es tan idéntica.

Tal pareciera, como dice el autor de ¨La virgen de los sicarios¨, Fernando Vallejo, que la muerte se nos ha convertido en una enfermedad contagiosa, haciendo que los jueces y secretarios escriban las mejores novelas de la justicia, tan indiferentes y solo preocupados por nosotros mismos, a tal grado que no sé si es porque ya se hizo costumbre tanto crimen, y utilizamos las redes sociales como salvavidas humano (literalmente) o ¿es que a los sobrevivientes del 68 sí les interesan sus muertos y a nosotros no los nuestros?.

Por otro lado, los legisladores han ido aumentando las penas; ¡hay secuestradores pagando 140 años de prisión¡ Me da lástima ese pobre sujeto condenado a la inmortalidad, porque la vida del ser mutilado, asesinado, a su familia ya jamás regresará y el preso experimentará otro tipo de violencia en un mundo ingobernable llamado cárcel.

Dicen que escribir es un modo de llorar en silencio, donde las palabras se mojan con lágrimas y las imágenes se recuerdan con sangre. Donde no hay policías en el país de los hechos solo queda escribir.

¿Qué buscamos con recordar a nuestros muertos? Justicia, con todas sus letras, aquella que profundizara Hans Kelsen en su trascedente obra ¿Qué es la justicia? O a la que se refiere el ministro Arturo Zaldívar Lelo de Larrea, esa justicia que se representa conociendo la verdad y que el culpable pague su pena. 

¿Pero si esa justicia no llega? Entonces, hay que hacer justicia por nuestras propias letras, registrando, recordando, volviendo a vivir. Porque como ya lo sentenció Jesús Zárate: ¨buscar justicia en el código penal es como buscar humanidad en una lista telefónica¨.

No me interesa saber de los muertos del 68. ¡Hoy escribiré de los nuestros!

Dr. Heberardo González Garza

Originario de Reynosa, Tamaulipas, es Doctor en Derecho por la UANL

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