Hay gente que me pregunta ¿Qué nos depara el próximo sexenio? Y la verdad, no lo sé; Mi respuesta siempre es la misma: Trabajar; Trabajar desde nuestra trinchera, sea esta la iniciativa privada, la pública, la educacional, etc. Más allá de los colores que pintaran nuestro estado en escasas dos semanas, nuestro compromiso es con nuestra familia, con nuestros valores y con nuestro trabajo. Si insistimos en preocuparnos por decisiones que están fuera de nuestro alcance y solución, no haremos más que complicar nuestra existencia.

Pero metidos en esas preocupaciones, no deja de ser interesante la cantidad de nombres que giran en torno al futuro gabinete; Que si es fulano o es zutano; que si son de Laredo, Reynosa o Matamoros; Que si el sur aporta o que si ex priistas estarán en nómina; la verdad, lo que espero es que la gente que arribe a los puestos administrativos que estarán disponibles, lleguen con espíritu de servicio, que les guste el trabajo y no nada más de oficina, que les guste salir a sudar la camisa, a llenarse el pantalón de polvo y los zapatos de lodo. Yo, en lo personal, veo gente que está llegando de puntos distintos de la geografía estatal y que están sudándole en la chamba de la transición; espero que esa inercia y esa energía no se pierdan.

Por otro lado, en las redes sociales, me llegaron dos publicaciones, una originada en Texas y la otra al norte de los EU; ambas tienen en común la intención de dos escuelas secundarias de enseñar a los jóvenes a producir sus propios alimentos; Llegan a ser tan exitosos que parte de lo que cosechan lo utilizan en sus comedores escolares y otra parte es vendida a maestros y padres de familia, como una manera de allegarse fondos para el mantenimiento de este tipo de proyectos.

Y es de llamar la atención porque en México se realizan este tipo de esfuerzos en comunidades marginadas, donde la pobreza alimentaria prevalece y lacera a los más desprotegidos, niños, mujeres y personas de la tercera edad, y año con año se invierte una buena cantidad, en los tres niveles de gobierno, y no terminamos de ver un impacto social y mucho menos en regiones específicas, donde estos recursos llegan.

La pregunta siempre seria la misma: ¿Por qué fallan estos proyectos? Unos dicen que porque son comunitarios, con lo cual coincido; otros dicen porque no se toma en cuenta la opinión de los beneficiarios, lo cual puede ser posible y también discutible, pero yo creo en que la falla radica porque no se educa para producir; Para algunos piensan que es un retroceso social el enseñarles a los jóvenes a producir; otros piensan que es una actividad para ancianos y niños, más de entretenimiento ocupacional, que productiva, pero creo que la falla más importante estriba en quien está a cargo del proyecto es incapaz de generar entusiasmo a sus colaboradores y que estos tengan la suficiente capacidad para trasmitir las bondades de este tipo de proyectos, lograr que las familias los hagan suyos y que vean reflejados en su mesa, alimentación y bolsillo las ventajas de contar con un huerto y un paquete de aves de traspatio

Porque un estómago lleno genera un cuerpo activo, que generara trabajo, energía y riqueza alimentaria, dejando atrás ese estadio desastroso que es la pobreza alimentaria familiar.

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Editorialista en HOYTamaulipas