La estrategia política solo cobra sentido cuando entendemos el momento que vivimos. No se puede hablar del futuro sin reconocer un presente que pesa, que agobia, que condiciona la forma en que la sociedad mira, siente y decide. La estrategia nace cuando dejamos de hablar de nosotros y empezamos a hablar del país real: uno fatigado, impaciente, exigente y emocionalmente marcado por todo lo que ha atravesado en los últimos años.

El contexto no es un requisito metodológico; es la cancha completa. Hoy, el contexto es la incertidumbre económica, la saturación informativa, el desgaste emocional y la sensación colectiva de que algo no termina de acomodarse. Es un estado de ánimo social más que una fotografía estadística. Y en medio de eso, la racionalidad ya no alcanza. Los datos sirven, sí, pero solo cuando se interpretan a través de la emoción que despiertan. Porque la gente no decide desde la lógica, sino desde la emoción que envuelve su vida cotidiana.

La data se volvió emocional. Lo que antes era medir preferencias, ahora es medir sentimientos. La microsegmentación dejó de ser una clasificación fría por territorio o por nivel socioeconómico y se convirtió en la capacidad de leer miedos, frustraciones, anhelos y expectativas. “El contexto actual nos dejó una verdad irrefutable: las emociones no acompañan a la política… las emociones son la política. Quien no lo comprenda está condenado a hablarle a un país que ya no escucha.”

Una estrategia, por brillante que sea en papel, se desploma cuando los equipos no comparten visión. La formación de equipos es mucho más que integrar perfiles: es alinear lecturas, construir un cerebro colectivo y compartir la misma sensibilidad ante lo que vive la gente. Sin cohesión emocional y estratégica, la operación se dispersa, los mensajes se contradicen y la narrativa se rompe.

En este escenario, hay tres claves que definen la ruta de un liderazgo que aspire a conectar. Primero, administrar expectativas. En tiempos de ansiedad social, no se trata de prometer más, sino de prometer mejor. La gente no exige milagros, exige señales claras de avance, certezas mínimas y respuestas concretas. Segundo, el mensaje. No cualquier mensaje: uno que nazca de lo que duele, de lo que preocupa, de lo que le quita paz a la ciudadanía. El mensaje no se redacta en una mesa; se extrae del pulso emocional del territorio. Tercero, la disrupción. No la disrupción vacía que solo busca llamar la atención, sino aquella que abre una conversación nueva cuando todas las demás están agotadas; la que obliga a detenerse y mirar.

La estrategia, para ser real, debe vivir en tres dimensiones simultáneas: la tierra, el aire y el digital. En tierra, donde se construye legitimidad mirando a los ojos, escuchando de verdad, entendiendo la textura de los problemas. En el aire, donde se ordena la conversación pública, se define la narrativa y se gana la batalla simbólica. En el digital, donde se amplifica el mensaje, se segmenta con precisión y se construyen comunidades alrededor de causas compartidas. Una estrategia que vive en una sola dimensión está incompleta; una que respira en las tres se vuelve inevitable.

La sociedad cambió. Las emociones cambiaron. La forma de decidir cambió. La política, para ser efectiva, también debe cambiar. Hoy, una estrategia no es una lista de acciones, es la capacidad de interpretar un momento emocional colectivo. Es leer lo que la gente siente antes de decirle lo que queremos que piense. Quien logre hacerlo no solo construirá una campaña efectiva: construirá un liderazgo que conecte, que inspire y que haga sentido en medio del ruido y la incertidumbre.

En tiempos como estos, comprender la emoción social no es una ventaja competitiva; es la única forma real de hacer estrategia.

Alberto Rivera

Construyo procesos de comunicación siendo y haciendo cosas diferentes, provocando emociones y moviendo conciencias hacia la participación social y política.

Ayudo a potenciar marcas de proyectos políticos y gubernamentales a través del descubrimiento de insights, arquetipos de marca y estrategias de comunicación política.

Soy consultor, catedrático y speaker en Estrategias de Campaña Política y de Gobierno. Director General de Visión Global Estrategias.

Soy originario de Tampico, Tamaulipas y cuento con una Maestría en Educación, Maestría en Política y Gobierno y Doctorado en Filosofía; además de tener diversas especializaciones en Comunicación Política, Consultoría Política e Imagen.