Por: Ricardo Hernández 12/11/2012 | Actualizada a las 09:45h
La Nota se ha leído 2441 Veces
LA
ATMÓSFERA DEL CLUB ha sido diferente estas últimas veces. De pasar de la sala
de estudioen la biblioteca públicadonde se ven estudiantes por donde quiera, aun lugar con aroma de café, asientos
acogedores, aire acondicionado y donde el murmullo de las voces solo se escucha
en la burbuja del grupo.Esta vez, cuando llegué al restaurant ya estaba el
maestro Orlando conFrancisco y Susana
lanueva integrante del club. Minutos
después se aparecieron Karla y Enrique. Nos sentamos en sillas de madera
acojinadas, la mesa de centro era de cristal transparente. Después de darnos la
bienvenida, pasamos a los textos literarios.
Mientras revisábamos el cuento de
Susana, escuché al maestro Orlando mencionar al escritor checoslovaco Milán Kundera.Enseguida levanté la vista hacia él y le pregunté: “¿Qué me puede decir
de Kundera?” La pregunta tenía dos razones. Por un lado había comenzado a leer
a este escritor nacido en Brno, Checoslovaquia, en 1929.Por el otro, conocer la opinión del maestro
para después compararla con mis apreciaciones. El maestro Orlando viéndome a
los ojos se fue al grano: “Kundera solo ve
el color gris en sus novelas; escritores
como García Márquez, por ejemplo, utiliza el verde, el azul; se enriquece con
descripciones y Kundera no, resume una hoja en dos líneas; es decir, en una
oración dice lo que tu puedes escribir en una cuartilla”. “Entonces,
pensé,debo aprendereso”.
El viernes por la noche, en casa, había grabado en la grabadora de reportero, el comienzo de la tercera parte LUDVIK de la
novela de Kundera: La broma. La intención de esa grabación era para escuchar el
ritmo en la narración del checoslovaco: “Sí, ME FUI A DAR UN PASEO. Me detuve
en el puente sobre el Morava y miré en el sentido en el que corre el agua. Qué
feo es el Morava (un río tan marrón como si por él corriera barro líquido en
vez de agua) y qué desolada es su ribera: una calle formada por cinco casas de
una sola planta, que no están unidas, sino cada una por su lado, extravagantes
y abandonadas; (…)”El maestro Orlando
dijo refiriéndose a los compañeros ausentes: “No pudo venir Alberto por que
tiene mucha chamba; Ernesto anda fuera de la ciudad; Cristina y Karen se
disculparon…”
Karla alzó la vista como buscando a alguien, enseguida habló: “¡muchacho!” Luego levantó la taza de café. El muchacho que
hacía el servicio de mesero, detuvo la marcha a medio camino,luego asintió con la cabeza; iba a dar media vuelta cuando Susana le gritó:
“¡ven!, ¡queremos café! ¿Ustedes no van a pedir mas café,Polo, maestro, Enrique, Francisco?” El maestro contó rápidamente con el índice y dijo: “¡cinco cafés mas, por
favor!” Karla frunció el ceño y reclamó: “¡óigame no, son seis con el mío, yo
fui la primera que lo pidió!”
Después de señalar los errores de sintaxis, los abusos de adjetivos y los
lugares comunes así como señalar las “muletillas” preguntó Enrique: “Oye, Polo
y eso que escribiste sobre El libro rojo, ¿en realidad fue un sueño?” “Sí, pero
también existe algo de realidad” _respondí.
El maestro Orlando con las hojas en la mano y acomodándose los lentes, dijo: “Solo
hace falta pulirlo un poco más y ya queda”. “Sobre todo que se tienen que
quitar los títulos _señaló Susana_ como Ingeniero, licenciado, abogado, a menos
que se esté obligado a mencionarlo, pero en este caso, en estos cuentos no creo
que valga la pena escribirlo”.
Picándole a su celular, estaban dos chicas y un muchacho casi acostados en los
acojinadosasientos de color negro que tenían la forma de media luna, donde bien
cabían los tres.
Susana observó ese detalle: “Oigan, siempre que he tenido la ocasión de
reunirme con alguien procuro olvidar elcelular y concretarme a escuchar o conversar. ¿Se dan cuenta para que
les sirve el teléfonoa esos chavos? Ni
siquiera platican.”Volteamos a verlos,
pero ellos ni siquiera se dieron por
enterados del asunto.Nadie quiso opinar
respecto de ese tema. Tal vez ya no había más que deciren el club sobre los cuentos; a lo mejor
alguien de nosotros esperaba decir: “bueno, tengo que retirarme”. Faltaban quince minutos
para las dos de la tarde, la reunión había comenzadoa las diez de la mañana. Francisco observó su
reloj de pulso; el maestro Orlando me entregó el texto; Karla se reclinó en los
brazos de Enrique; yo volteé hacia los cristales transparentes del restaurant
para ver si veía a Moreno, mi amigo, nos habíamos puesto de acuerdo para salir
a comer ese día.
Mientras tanto Susana sacó el tema de su perrito blanco, chaparro, peludo y
orejón. A Karla le entusiasmó la plática.
Susana dijo: “…y después de darle la pastilla de Naproxeno, ¡vieran cómo
vomitaba sangre mi pobre Botero! “Huy, dijo Karla, ¿a poco no sabías que a los
perros no se les debe suministrar eso?, ¿y luego, que hiciste?” “Pues al ver a
mi pobre hijo moribundo y hecho un asco,
le hablé al doctor” “¿Al- doc-tor? _Preguntó Karla silabeando_ ¿No se supone
que debiste hablarle al veterinario?” “¡ah, claro que lo hice! El veterinario
llegó a casa. Examinó a Botero. Lo sujetó dela cabecita, le abrióel hocico y, al ver la palidez de sus ojos _ dijo Susana en
tono de exageración como para darle mas color a la conversaciòn: _ ¡le aplicó
una inyección en el cuello!…, le extrajo sangre y… después de eso mi pobre
Boterito… ¡cerró los ojos y quedó como un borreguito sacrificado enlas manos del veterinario!¿Saben que pasó conmigo? ¿Quieren saber
muchachos?” “Dime, dime, _ Karla abrió más los ojos y apoyó las manos sobre la
mesa de centro_, lo adivino, pero dime…
te…”“¡Me desmayé! _contestó Susana
acomodándose los lentes de cristal transparente. Chasqueó los dedos y continuó _:
¡pero así de rápido abrí los ojos! El veterinario me hizo unas preguntas: “¿qué
fue lo que comió durante estasultimas
cuatro horas? ¿Ha descansado bien? ¿Se ha desvelado?...” En eso _dijo Susana_
tuve la sensación de sentirme un perro; por poco le contesto: ¡guau!, ¡guau!¿Pueden creerlo? “¿Sabes
que llegué a imaginar Susana? _intervine_ ¡que habías mandado a hablarle al doctor
para que se ocupara de atender atu perro!”
“Bueno _dijo el maestro levantando la taza de café_ después de todo se recuperó
tu perro ¿no es verdad?” “Lo que no se recuperó fue mi cartera _dijo Susana
sonriendo_ ¡me cobraron cinco mil pesos! “¡Cinco mil pesos! _repitió Enrique_ ,
¡con esos me hubiera ido con Francisco y
Polo a echarme unas frías! Sonó mi celular. Era moreno, lo veía a través
de la ventana transparente; se paseaba en el patio exterior. “Me tengo que
retirar _les dije.” “También nosotros ya nos vamos, dijo el maestro Orlando”.
Ricardo Hernández Hernández
Poeta y columnista
Colaborador del portal:” Hoy Tamaulipas” hasta la fecha.
Actualmente estoy cursando un “Diplomado en Creación literaria” en la Biblioteca del Centro Cultural Tamaulipas, con el maestro José Luis Velarde.
Síguenos y entérate de lo que ocurre en #Tamaulipas
HoyTamaulipas.net Derechos Reservados 2016
Tel: (834) 688-5326 y (834) 454-5577
Desde Estados Unidos marque: 01152 (834) 688-5326 y 01152 (834) 454-5577