Cacicazgos vanos
Los viejos caciques, cuya decadencia se percibe cotidianamente en el campo, los sindicatos y partidos políticos, en este proceso no tienen mucho que ofrecer a los aspirantes a cargos de elección popular, que van en pos de las candidaturas a diputados locales, alcaldes, síndicos y regidores.
Sin embargo, los aspirantes hacen como que les creen, mientras que los otrora amos y señores de las comarcas se ven ridículos pontificando, pues para nadie es un secreto que en la actualidad carecen de influencia política.
Además, su voto es unipersonal y hasta son incapaces de manipular siquiera a los integrantes de sus propias familias, como lo demuestra el hecho de que en un mismo clan haya simpatizantes de diversos partidos.
Usted seguramente fue testigo, le informaron o simple y llanamente lo sabe de oídas, que antaño las candidaturas a los ayuntamientos y diputados locales se otorgaban en exclusiva a quienes recomendaban los caciques de la región, porque era la única forma de garantizar el triunfo.
Y es que ellos manipulaban la voluntad de los pueblos y hasta alentaban el relleno de urnas, financiaban candidaturas, obstaculizaban otras amén controlar a funcionarios de los órganos electorales, ordenaban el robo de ánforas cuando sentían que el escrutinio les sería adverso a su causa y amenazaban a sus opositores; le exigían a los presbíteros que desde su púlpito indujeran el voto, ponían y quitaban candidatos y hasta se daban el lujo de administrar los recursos públicos sin que otros ‘representantes populares’, apadrinados por ellos, osaran oponerse.
Ese viejo cacicazgo, si bien es discutible que en otra época cumplió una función, hoy está casi desaparecido.
Pero los que aún creer ejercer cacicazgos no lo entienden así, y por eso se muestran irreverentes antes los políticos más jóvenes que ellos, quienes les dan coba para no pelear y hacen como que los necesitan en su aspiración inmediata, cuando el fondo lo único que les provocan es tanta pena como diversión, pues sabido es que el tiempo no perdona y a muchos de los viejos caciques ya se les van las cabras, como ha quedado demostrado en toda la geografía estatal.
Incluso, en cualquier manifestación, mitin, reunión, encuentro, asamblea o como les llamen a las acciones proselitistas en cada caso, regularmente asisten varios caciques en decadencia –disfrazando su piel de lobo con una de oveja, y haciéndose llamar clase política--, para dizque avalar a los precandidatos en turno.
Desde su llegada al recinto donde se realiza la actividad política, el cacique en decadencia recibe atención especial, se le cita públicamente, se le aplaude –eso sí, con mucha “efusividad”--, pero en cuanto se va los comentarios que se vierten sobre su figura son de desprecio y pena, pero con harto disimulo.
Incluso sé que los políticos modernos poco los toman en cuenta por saber que los caciques ya nada representan y que su aportación en el terreno político-electoral vale tanto como la de cualquier otro simpatizante. O sea, un voto.
Esta reflexión surge tras observar que en el campo todavía se dan intentos de cacicazgos y que éstos se fincan en el hecho de que los dueños del teléfono rural, que también son dueños de la tierra, el ganado, las parcelas, los solares, la tienda, la cantina, la veterinaria, el depósito de cerveza y otros negocios, creen que igual pueden decidir por sus semejantes en el terreno político-electoral.
Pero están equivocados, ya que los caciques, desde hace muchos años, dejaron de ser sustento del triunfo partidista. Incluido el de morena que, con los programas asistenciales, les ha quitado también poder y despertado al pueblo sometido.
¿O no es así?
Dirigencia rebasada
La ausencia de liderazgo en el membrete priista, al menos en Tamaulipas, alienta una asonada entre su militancia que ofrece la apariencia de no estar dispuesta a acatar las directrices de su dirigente nacional para participar en unión con el PAN y el PRD en la contienda del 2024.
Y es que el pastor albiceleste rehúsa reconocer que se agandalló las candidaturas federales y busca hacer lo mismo con las estatales, ante sus pares Rafael Alejandro Moreno Cárdenas (a) ‘Alito’ y José de Jesús Zambrano Grijalva (a) ‘El Chucho’.
Incluso, Marko Antonio Cortés Mendoza asoma exceso de confianza al suponer que Acción Nacional tiene la mesa puesta para ganar la totalidad de las curules y ayuntamientos donde imponga candidatos suyos --sin ofrecer argumentos valederos o pruebas que sustenten su muy particular apreciación--, y se exhibe como un ‘guía político desorientado’, pues no se puede medir con el mismo rasero otras contiendas con el proceso electoral vigente.
En contraparte y con muy mala leche, algunos de sus aliados han puesto en marcha una campaña de desprestigio en contra del Gobierno estatal, como táctica recurrente para atraer adeptos.
Lo prueba el hecho de que esa campaña aparece como respuesta a los cuestionamientos cotidianos que se han hecho acerca de la actuación electorera que en Tamaulipas desarrollan los cabecistas.
Sin embargo, los ejecutores de esa andanada de desprestigio sólo podrían exteriorizar suposiciones sin mostrar evidencias; por no ser congruentes entre lo que dicen y lo que pueden sostener; y por jugar un juego sucio, ya detectado, en su búsqueda de enturbiar el ambiente político del estado.
Correo: jusam_gg@hotmail.com
Juan Sánchez Mendoza
Ha ejercido el periodismo durante más de tres décadas, alcanzado premios estatales en dos ocasiones; autor del libro "68. Tiempo de hablar"(que refiere pormenores del memorable movimiento estudiantil); autor de ensayos literarios; y reportero de investigación de tiempo completo, acá en territorio nacional y más allá de nuestras fronteras y del continente americano.
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