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Descubren mina de ocre con antigüedad de 12 mil años en cenotes de Quintana Roo

Arqueólogos y espeleobuzos del Cindaq dieron a conocer evidencia de actividad minera en cenotes y pasajes inundados, con antigüedad de entre 12 mil y 10 mil años.
Por: Aimx El Día Sabado 04 de Julio del 2020 a las 11:51

Arqueólogos subacuáticos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y espeleobuzos del Cindaq dieron a conocer evidencia de actividad minera en cenotes y pasajes inundados, con antigüedad de entre 12 mil y 10 mil años.
Autor: Aimx
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Tulum, Q. Roo., 4 Jul (Agencia Informativa de México).- Arqueólogos subacuáticos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y espeleobuzos del Cindaq dieron a conocer evidencia de actividad minera en cenotes y pasajes inundados, con antigüedad de entre 12 mil y 10 mil años.

El hallazgo, se ha registrado en una cueva inundada de Quintana Roo en la cual, arqueólogos subacuáticos y espeleobuzos han encontrado evidencia irrefutable de actividad minera prehistórica, indicó el INAH.

Refiere que este descubrimiento, respalda el hecho de que el laberíntico subsuelo de la península de Yucatán prueba continuamente ser fuente de importantes hallazgos científicos”.

Explicó que de acuerdo con expertos de la Subdirección de Arqueología Subacuática (SAS) del INAH y del Centro Investigador del Sistema Acuífero de Quintana Roo AC (Cindaq), se trata de un contexto arqueológico cuya antigüedad oscila entre los 12 mil y 10 mil años antes del presente, lo que la convierte en la mina de ocre más antigua conocida en América.

El titular de la SAS, doctor Roberto Junco Sánchez, informó que La Mina (como se denomina al proyecto de investigación) guardaría en sus fechamientos, un paralelismo con “Naia”, nombre con el que se conoce al antiquísimo esqueleto de una joven encontrado, en 2014, dentro del sitio arqueológico de Hoyo Negro, ubicado en las cercanías de Tulum.

La Mina, agregó el especialista, es una continuación de Hoyo Negro, no solo por la relativa cercanía geográfica de ambos contextos, sino porque el primero complementa en gran medida el conocimiento que se tiene acerca del segundo.

Expresó que si bien “Naia” contribuyó a la comprensión de la ascendencia, la expansión y el desarrollo de estos primeros americanos, “ahora sabemos que los humanos antiguos no solo se arriesgaban ingresando al laberinto de cuevas para buscar agua o huir de los depredadores, sino que también entraron a ellas para realizar minería, alterándolas y generando modificaciones”.

Así se ha constatado, subraya, mediante la localización —a lo largo de seis kilómetros de pasajes inundados que no habían sido explorados, ya que permanecían ocultos detrás de restricciones de rocas y estrechos pasajes de 70 centímetros de diámetro— de diversos espacios y acomodamientos de materiales.

Los espeleobuzos Fred Devos y Sam Meacham, codirectores del Cindaq, explican que durante sus primeros recorridos en el sistema subterráneo, en 2017, notaron la existencia de estalactitas y estalagmitas rotas por la mitad, así como piedras acomodadas en pequeños montículos triangulares, los cuales no habrían podido formarse naturalmente.

Entre los elementos que más llamaron la atención de los exploradores estaban cúmulos de carbón en el suelo, hollín en el techo de la cueva y, principalmente, la presencia de pequeñas cavidades excavadas en ese mismo suelo, dentro de las cuales había restos de un mineral que, luego de su análisis, resultó ser ocre.

El paisaje en esta cueva está notablemente alterado, lo que nos lleva a pensar que los seres humanos prehistóricos extrajeron toneladas de ocre de ella, quizá, viéndose en la necesidad de prender fogatas para iluminar su espacio”, apunta Fred Devos.

Hasta el momento, no se han encontrado restos óseos humanos; sin embargo, se localizaron herramientas rudimentarias de excavación, señales —que habrían usado para no perderse— y cúmulos de piedras vinculados con este primigenio quehacer minero.

El ocre, un elemento que hasta hoy, en comunidades de África, es la pintura corporal inorgánica más usada para crear pigmento rojo.

“Esto abre la posibilidad de que el mineral tuviera no sólo importancia decorativa sino incluso una carga identitaria, o que se usara para crear manifestaciones artísticas, entre muchas otras hipótesis”.

El INAH indicó que en los próximos meses se realizarán nuevas inmersiones dentro del sistema de cuevas, cuya localización se mantiene reservada por cuestiones de conservación del contexto, y se continúa con estudios de laboratorio, mediante reconstrucciones computarizadas conducidas por expertos de México, Estados Unidos y Canadá.

Expresó que gracias a tecnologías como la fotogrametría y cámaras submarinas de 360 grados, señala Dominique Rissolo, investigador de la Universidad de California, en San Diego, se han tomado más de 20 mil fotografías durante 600 horas de buceo y casi 100 inmersiones, para generar un modelo 3D del sitio y facilitar a los arqueólogos el acceso virtual al mismo.

Publicado en la revista Science Advances, el hallazgo muestra que el ser humano prehistórico ya realizaba la extracción de mineral para actividades culturales complejas, puntualiza el reporte.

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