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Julio Alexander, el migrante que ‘une’ naciones

En México existen muchas clases de trabajos, sin embargo, el que desempeña el joven Julio Alexander ayuda a decenas de personas al año pues es “jalador”
Por: Notimex El Día Jueves 17 de Octubre del 2019 a las 14:01

“A los 14 años me salí de mi casa, donde vivía con mi abuelita, tomé una decisión y me vine, ella no sabe si estoy vivo o muerto"
Autor: Notimex
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Ciudad Hidalgo, Chiapas,  (Notimex).- En México existen muchas clases de trabajos, sin embargo, el que desempeña el joven Julio Alexander ayuda a decenas de personas al año, pues es “jalador” en la frontera con Guatemala y sin su esfuerzo las balsas navegarían sin rumbo fijo por el Río Suchiate.

Su edad biológica es de 16 años, pero a primera vista, su rostro refleja más experiencia, sabiduría y fortaleza. Él no posee apellidos, pues sus padres lo abandonaron. “Apenas nací en Nicaragua y mis papás se fueron y no me sacaron mis papeles, mi abuela y mi tía quisieron arreglarlos y pues le dijeron que no, que sólo los papas podían hacerlo”, comenta a Notimex.

Durante más de 12 horas al día, desde hace dos meses, gotas de agua del Suchiate escurren por su delegada anatomía. No lo piensa dos veces antes de lanzarse al agua mínimo 15 veces cada día. La mayor parte de la noche y de la mañana, lucha contra la corriente.

A los 14 años me salí de mi casa, donde vivía con mi abuelita, tomé una decisión y me vine, ella no sabe si estoy vivo o muerto; pienso regresar pero tengo que juntar dinero y no me daban trabajo porque soy menor de edad y entonces llegué aquí”, señala.

Cada que hay oportunidad, Julio Alexander pide acompañar a los balseros a sus viajes por los pasos El Palenque y El Limón a un costado del Puente FronterizoRodolfo Robles”. Su trabajo consiste en que, una vez vislumbrado el lado mexicano o guatemalteco, a 15 metros de la orilla, él debe aventarse a la afluente y comenzar a jalar la “cámara” o balsa, apoyado de una cuerda, hasta llevarla a tierra segura para que la gente pueda descender del precario transporte.

Mi infancia ha sido trabajar desde los seis años cuando cortaba maíz y pues, para poder sobrevivir tengo que pedir dinero, pero no robo ni nada”, comentó el joven, quien agregó que antes de laborar como “jalador” estuvo casi dos años de ayudante de un comerciante.

La balsa, en la que pueden viajar hasta 12 personas, pero que en esta ocasión solo lleva ocho, se convierte en un barco de papel sobre las manos de Julio Alexander. El adolescente arrastra el transporte con facilidad y destreza. Si alguien lo observara a la cara en el momento que realiza esta acción, la expresión de sus ojos hundidos y sombríos, dirían lo contrario.

Estoy bien aquí, nunca me ha entrado la curiosidad de irme a Estados Unidos porque sé que no es fácil llegar y no es como andar en Guatemala donde no te piden papeles ni nada, allá es más peligroso te pueden matar o secuestrar por eso no quiero irme”, mencionó.

Julio Alexander cuando labora, siempre anda descalzo ya que asegura que así le es más fácil moverse en el lecho del Suchiate. Al final del día, cuando va a dormir en una casa en la orilla guatemalteca, se soba un poco los pies, pone un cartón de huevos como colchón y cubre su cuerpo aún húmedo con una bolsa de plástico.

A veces me pongo a llorar, pero así no voy a solucionar nada. Me gustaría ser ingeniero pero no sé si pueda hacerlo porque ya estoy grande”, sostiene.

Cocho” como también le llaman sus compañeros, es el primero en pisar tierra firme para amarrar la cuerda a una piedra y que los pasajeros puedan descender de la balsa. “Una ayuda señor, señora” se le escucha decir a cada viajero. Algunos le dan monedas, otros simplemente lo ignoran.

"Si no robas no andas con el miedo de que un día te vayan a hacer algo, por eso prefiero pedir que robar; en un buen día gano entre 60 quetzales (148 pesos mexicanos) pero hay días en que no gano nada y pues no como”, afirma.

Al desocuparse la balsa, Julio Alexander cuenta las monedas que recibió sentado en la orilla del río. El tiempo es oro para el adolescente y sólo dedica cinco minutos en platicar con un menor de su edad que le hace compañía.

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