Matías Romero, Oax.,(Notimex). El camino no es fácil para ninguno de los integrantes de la caravana del éxodo migrante, menos para Mauricio López, un hombre de poco más 40 años de edad que, en muletas, va en busca de mejores oportunidades de vida a Estados Unidos

Este hombre forma parte de los aproximadamente cinco mil integrantes del contingente que inició su viaje el 12 de octubre pasado en San Pedro Sula, Honduras, hacia la frontera norte de México.

A diferencia de muchos, Mauricio, que camina desde Tecún, Guatemala, avanza apoyado de dos muletas muy desgastadas. Va solo, nadie se acerca a auyudarlo cuando por las madrugadas parten a un nuevo destino.

Hace algunos años, en Santa Ana, El Salvador, su lugar de origen, sufrió un accidente en el transporte público, lo que provocó que la mitad de su cuerpo quedara inmóvil, a causa de una afectación cerebral.

Los primero rayos del sol tocan su frente cada mañana y así avanza, a veces lento, a veces más rápido y cuando, en escasas ocasiones, le dan un "aventón" se evita el intenso calor del mediodía, que supera los 30 grados Celsius.

Dice que no se detendrá y que aunque el camino es duro y se le hace eterno andar por las carreteras, tiene que llegar por lo menos a la Ciudad de México, donde, de ya no aguantar, pretende quedarse a trabajar.

Mauricio señala que ha pasado hambre, calor y ahora frío, y que ha dormido a la intemperie, en cartones, plásticos, en el pasto y en la tierra, pero que lo soporta porque tiene un motivo muy grande para no abandonar su sueño de llegar a Estados Unidos: su madre, una mujer de edad muy avanzada y con diabetes.

"Quiero ayudar un poco a mi madre, voy a Estados Unidos a buscar trabajo, porque en mi país no hay, no hay futuro", refiere sin dejar de avanzar porque, como muchos, está desesperado y ya quiere llegar.

Son kilómetros que si para una persona en perfecto estado de salud es mucho y cansado, para Mauricio es mucho más y por eso "le pide a Dios que le ayude", porque él "no va para atrás, sino hacia adelante".

Mauricio reconoce que por su discapacidad no será sencillo encontrar encontrar trabajo si logra cruzar a Estados Unidos, pero no pierde la esperanza y por eso aprieta el paso.

Desde el 12 de octubre pasado, una caravana de migrantes decidió dejar sus países por la falta de empleo, así como la violencia que ahí se vive. En San Pedro Sula, Honduras, se reunieron y de ahí partieron a Guatemala, lograron entrar a México y ahora transitan por el sureste de México.

Debido a esa violencia, cada vez más centroamericanos dejan sus hogares. En 2017, según cifras del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnu), el número de solicitantes de asilo y refugiados aumentó 58 por ciento respeto a un año antes.