Siempre que hablamos de alguna enfermedad, lo hacemos pensando en los miles o millones en el mundo que la padecen y tienen que enfrentare a ella. La diabetes mellitus es una pandemia mundial de alcances insospechados, que acaba con la gente a distancia, en corto, in situ y de cualquier forma si no hay medidas que se puedan instrumentar para evitar las recaídas, pero, sobre todo, si no hay educación preventiva.

Pilar Martínez Gimeno, presidenta de la Asociación de Diabéticos de Madrid, y una personal y gran amiga, se duele diariamente de la situación que prevalece en Venezuela.

¿Qué tiene que ver Venezuela con España? Se preguntará el lector.

A través de la asociación que buenamente preside, Pilar ha conseguido enviar a aquel país sudamericano una cantidad de viales -frascos- de insulina de todo tipo para que sea repartida en personas con diabetes, haciendo énfasis en los pequeños, sin embargo, los esfuerzos de Pilar no alcanzan a cubrir tan magnas necesidades de medicina.

Allá en Sudamérica se carece de todo pese a que el presidente Maduro diga que están bien y se le vea comiendo en lujosos restaurantes. La situación es difícil, aunque en nuestro país hay mucho de esto: nos hace falta atención y medicamentos para un sector importante de la población, y en una gran parte, falta que otros mexicanos entiendan que deben acudir a sus consultas y recoger sus medicamentos, aunque esto no baste para vivir bien: si no se utilizan las medicinas, menudo lío, porque la gente tiene con qué pero no lo usa.

Es tan grave como nuestros hermanos venezolanos.

Realmente existe una gran necesidad para distribuir los medicamentos hasta el último rincón del país, pero más importante aún: hace falta preparar al paciente para aceptar, enfrentar y tratar su enfermedad.

De otra manera, no podrá hacerse nada por mejorar el nivel de vida de los nuestros.

Las insulinas, cada vez más desarrolladas y revolucionadas, coadyuvan positivamente en el tratamiento de la diabetes y todos lo sabemos, sin embargo, hemos de ser sinceros y entender que no cualquiera puede adquirir esas insulinas análogas, glarginas y muchas más de nueva generación por los altos costes que manejan los laboratorios, y desgraciadamente no están en el cuadro básico de medicamentos del sector.

En instancias como IPSSET o el IMSS ya pueden dotarnos de Insulina glargina y es un gran avance, toda vez que antaño solo manejaban la insulina N y la R, por lo que hoy se tiene una herramienta mucho muy útil. Cierto: hay otras más nuevas que tienen mejores resultados, pero sus precios no nos permiten que el sector oficial las maneje, aunque somos de la idea de que, si manejaran todo tipo de antidiabéticos e insulinas, podríamos bajar la incidencia de internamientos por complicaciones, y en ello saldríamos ganando los pacientes, porque nuestra existencia sería mejor, y las instituciones, porque gastarían menos en este tipo de intervenciones.

Ahora que se habla de una “cuarta transformación”, haríamos la solicitud de cada seis años, para que los legisladores amplíen la gama de medicamentos del cuadro básico y permitan a todos que vivamos mejor, que no se gaste tanto, pero, sobre todo, que haya una verdadera capacitación para el paciente, como sucede en los clubes de diabetes e hipertensión que hay en el sector salud, o al menos, en Tamaulipas, y que han sido una marcada e importante diferencia en nuestros indicadores de mortalidad.

Hay que ajustar acciones, ser más enérgicos, trabajar más duro, porque la gente no debe morir por diabetes ni por sus complicaciones: tenemos que aspirar e tener mejor y mayor calidad de vida, cuanto antes.

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Carlos David Santamaría Ochoa

(México, D.F., 1957) Licenciado en Relaciones Públicas, Maestro en Trabajo Social y maestro en Comunicación; Doctor en Comunicación y Periodismo por la Universidad de Santiago de Compostela (Galicia, España). Diplomado en periodismo y en locución ( U.A.T.) Periodista desde el año de 1979.

Jefe de fotografía del periódico El Heraldo de México (1979).

Ha colaborado en los diarios locales El Mercurio de Tamaulipas, El Diario de Ciudad Victoria, La Verdad de Tamaulipas y en revistas como Poste Restante, A quien Corresponda, entre otras. Fue corresponsal del diario El Nacional, de la revista Época de México y de radio grupo ACIR. Fotógrafo profesional desde el año de 1978.

Fue jefe de prensa del Instituto Estatal Electoral en Tamaulipas y del Hospital General de Ciudad Victoria. Actualmente se desempeña como profesor de periodismo y fotografía en la licenciatura en Ciencias de la comunicación, en la Universidad Autónoma de Tamaulipas, donde también colabora como investigador.

Es presidente de Vive con Diabetes, A.C., dirige y conduce el programa de radio Al Día en Radio UAT.

Recientemente publicó su primer libro: Diario del Camino, Unidos por la Diabetes.