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Día mundial del suicidio

Por: Ambrocio López Gutiérrez El Día Lunes 10 de Septiembre del 2018 a las 12:50

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Uno de los estudios sociológicos clásicos que ha estudiado la relación entre el individuo y la sociedad es el análisis del suicidio que hizo Emile Durkheim (publicado originalmente en 1897). Aunque los seres humanos se vean a sí mismos como individuos que actúan por su propia voluntad y elección, con frecuencia es la sociedad la que conforma sus comportamientos y la que les ofrece un modelo. El estudio del científico social francés mostraba que incluso un acto tan personal como el suicidio se ve influido por el mundo social.

Antes del estudio de Durkheim ya se habían llevado a cabo investigaciones sobre el suicidio, pero él fue el primero que insistió en que había que darle una explicación sociológica. Los escritores anteriores habían reconocido la influencia de los factores sociales sobre el fenómeno, pero las explicaciones que habían dado al hecho de que un individuo fuera más o menos proclive a suicidarse se habían centrado en consideraciones raciales, climáticas o en otras relacionadas con problemas mentales. Sin embargo, según Durkheim, el suicido era un hecho social que sólo podía explicarse mediante otros hechos sociales. No era sólo la suma de una serie de actos individuales: era un fenómeno en el que aparecían ciertas pautas.

Al examinar las cifras de suicidio oficiales en Francia, el autor se dio cuenta de que ciertos tipos de personas eran más proclives a suicidarse que otras: Había más hombres que mujeres, más protestantes que católicos, más ricos que pobres y más entre las personas solteras que las casadas. Durkheim también percibió que los índices de suicidio solían ser menores en tiempos de guerra y mayores en las épocas de cambio económico y de inestabilidad.

Estos hallazgos llevaron a Durkheim a la conclusión de que hay fuerzas sociales fuera del individuo que influyen en el número de suicidios. Relacionó su explicación con la idea de solidaridad social y con dos tipos de vínculos sociales: la integración social y la regulación social. El autor creía que era menos probable que se quitaran la vida las personas que estaban muy integradas en grupos sociales y cuyos deseos y aspiraciones se hallaban regulados por normas sociales. Identificó cuatro tipos de suicidio, según la presencia o ausencia relativa de la integración y la regulación:

En los suicidios egoístas lo definitorio es la escasa integración social. Tienen lugar cuando un individuo está aislado o cuando sus vínculos con un grupo se debilitan o se rompen. Por ejemplo, el escaso número de suicidios entre los católicos podría explicarse a partir de la fuerza de su comunidad social, mientras que la libertad personal y moral de los protestantes conlleva que "estén solos" ante Dios. El matrimonio protege del suicidio al integrar al individuo en una relación social estable, mientras que las personas solteras siguen estando más aisladas dentro de la sociedad. Según Durkheim, el menor número de suicidios en tiempo de guerra puede interpretarse como un signo de la mayor integración social.

En un estudio que sigue vigente, Durkheim sostiene que el suicidio anómico se produce por falta de regulación social. Con esto, Durkheim se refería a las condiciones sociales de la anomia, situación en que las personas se quedan "sin normas" debido a un rápido cambio en la sociedad o a la inestabilidad de ésta. La pérdida de un punto fijo de referencia para las normas o deseos, como la que se da en épocas de convulsiones económicas o de conflictos íntimos como un divorcio, puede alterar el equilibrio entre las circunstancias de una persona y sus deseos.

El suicidio altruista tiene lugar cuando un individuo está "demasiado integrado", los vínculos sociales son demasiado fuertes, y valora más a la sociedad que a sí mismo. En este caso, el suicidio se convierte en un sacrificio que se realiza en beneficio de "un bien superior". Los kamikazes japoneses o los "hombres bomba" islámicos son ejemplos de este tipo de suicidio. Para Durkheim, éste era característico de sociedades tradicionales en las que predomina la solidaridad mecánica.

El último suicidio es el fatalista. Aunque el sociólogo francés lo consideraba de poca importancia en su época, creía que se originaba cuando un individuo está excesivamente regulado por la sociedad. La opresión del individuo produce un sentimiento de impotencia ante el destino o la sociedad.

Los índices de suicidio varían de una sociedad a otra, pero, a lo largo del tiempo, presentan pautas regulares dentro de cada una de ellas. Para Durkheim, esto era una prueba de que existen fuerzas sociales coherentes que influyen en el número de suicidios. Si se analiza este índice, se comprobará que en las acciones individuales se pueden detectar pautas sociales generales.

Desde la publicación de El suicidio, se han hecho muchas objeciones a este estudio, relacionadas sobre todo con el uso que hace el autor de las estadísticas oficiales, su rechazo a las influencias no sociales que afectan al suicidio y su insistencia en clasificar todas las clases de suicidio juntas. No obstante, el estudio sigue siendo un clásico y su propuesta fundamental se mantiene vigente: incluso un acto que parece tan personal como el suicidio exige una explicación sociológica.

Por otra parte, la Organización Mundial de la Salud (OMS) considera el suicidio como un problema grave de salud pública y señala que los efectos en las familias, los amigos y la sociedad, son complejos y perduran aún mucho tiempo después de la pérdida. Dentro de las causas que lo provocan se indican diversos factores biológicos, psicológicos, sociales, ambientales y culturales.

Con el propósito de reducir los índices de suicidio, el 10 de septiembre, Día Mundial para la Prevención del Suicidio, se fomentan en todo el mundo compromisos y medidas prácticas para prevenirlos. Como parte de estos propósitos, el INEGI pone a disposición de los usuarios datos de suicidios en México, que se derivan de las estadísticas de mortalidad publicadas por el Instituto. La Organización Mundial de la Salud ha definido al suicidio como el acto deliberado de quitarse la vida; este hecho es considerado grave y perjudicial tanto para el individuo que lo comete, como su contexto, debido a la intención destructiva que hay en él.

El suicidio es considerado un acto prevenible, y en la actualidad la tasa de suicidios es un indicador de evaluación para los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). En México, en 2016, ocurrieron 6 291 muertes por lesiones autoinfligidas intencionalmente (suicidios), lo que representa una tasa de 5.1 suicidios por cada 100 000 habitantes. El valor es menor a 2014 y 2015, años en que la tasa de suicidios fue de 5.2 por cada 100 000 habitantes.

El volumen de suicidios varía entre zonas geográficas y entidades federativas, para 2016, las entidades federativas que tuvieron mayores tasas de suicidio fueron Chihuahua y Yucatán con 11.4 y 10.2 suicidios por cada 100 000 habitantes respectivamente; niveles que duplican la tasa nacional, a las entidades mencionadas le siguen Aguascalientes (9.6), Campeche (9.1) y Colima (8.5). En el otro extremo, con las tasas más bajas se encuentran Guerrero, Veracruz y Oaxaca, con 2.1, 2.5 y 2.9 suicidios por cada 100 000 habitantes, respectivamente.

En nuestro país el fenómeno del suicidio consumado es más frecuente en la población masculina. Para 2016, de los 6 291 fallecidos por suicidio, 5 116 eran hombres, lo que se traduce en que, de cada diez suicidios, ocho son cometidos por hombres, mientras que dos de cada diez (1 173), por mujeres. En seguida se observa que esta acentuación de los suicidios en los hombres ha sido algo continúo y ha venido cuadruplicando el riesgo en comparación a las mujeres. Para 2016, los hombres presentaron una tasa de 8.6 suicidios por cada 100 000 hombres mientras que en las mujeres fue de 1.9 por cada 100 000 mujeres.

En relación con la edad, en los jóvenes de 20 a 29 años se presentan las tasas más altas de suicidios. Entre las causas que se presentan en este grupo de población se encuentran los problemas familiares, amorosos, depresión y ansiedad, el abuso de alcohol y drogas, entre otras, intensifican la búsqueda del suicidio. En 2016, la tasa para el grupo de 20 a 24 años fue de 9.5, por cada 100 000 jóvenes; y de 8.2 en jóvenes de 25 a 29 años. El análisis de las tasas de suicidios por grupo de edad y sexo permiten observar que, en la población masculina, las tasas más altas se presentan entre los grupos de edad de 20 a 44 años, siendo la de los jóvenes de 20 a 24 años la más alta con 16 suicidios por cada 100 000 hombres.

En tanto que, en las mujeres, la tasa más alta se presenta en el grupo de edad de 15 a 19 años con 4 suicidios por cada 100 000 mujeres. Es de resaltar también que en la población mayor de 65 años la tasa de suicidios por sexo presenta diferencias significativas: en los varones la tasa es de 10.5 suicidios por cada 100 000 hombres, en tanto que para las mujeres de este grupo de edad la tasa es menor a un suicidio (0.7) por cada 100 000 mujeres. Diversas estrategias de intervención incluyen en sus medidas de prevención, la vigilancia y restricción a medios que suelen ser utilizables para quitarse la vida, por lo que es necesario tener información que permita identificarles. En Tamaulipas la tasa de suicidios es baja, según el INEGI.

Según datos oficiales, para 2016 el ahorcamiento, estrangulamiento o sofocación se sigue presentando como la principal práctica para el suicidio, con 80.8% del total de suicidios para este año, seguido del disparo con arma (7.7 por ciento). Por sexo, el principal método utilizado por los hombres es el ahorcamiento, estrangulamiento o sofocación (82.2%) y 8.8% utilizó el disparo con arma de fuego, en tanto que, en las mujeres, 74.5% recurrió al ahorcamiento, estrangulamiento o sofocación y 18.3% al envenenamiento (por plaguicidas, químicos, drogas, medicamentos y otras sustancias). Para más información sobre el tema a nivel nacional o estatal, se sugiere contactar a: comunicacionsocial@inegi.org.mx o llamar al teléfono (55) 52-78-10-00, extensiones 1134, 1260 y 1241.

Correo: amlogtz@gmail.com

 

Ambrocio López Gutiérrez

Periodista y Sociólogo.
Columnista en diversos medios  electrónicos e impresos.
Redactor en el equipo de Prensa de la UAT.
Profesor de horario libre en la UAM de  Ciencias, Educación y Humanidades.

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