Buenos Aires, (Notimex).- Los fantasmas de la crisis de 2001, que terminó con 38 muertos y la renuncia anticipada del presidente Fernando de la Rúa, reaparecieron en Argentina debido a la nueva tormenta económica que ha ensombrecido el clima político y social del país sudamericano.

Los argentinos arrastran una historia de crisis intermitentes desde que en 1983 recuperaron la democracia, luego de haber sufrido siete años de una sangrienta dictadura cuyo modelo económico profundizó el endeudamiento externo y debilitó la producción nacional.

En 1989, por ejemplo, los argentinos padecieron una hiperinflación de más del tres mil por ciento, lo que provocó que el entonces presidente Raúl Alfonsín le entregara el gobierno de forma anticipada a su sucesor, Carlos Menem.

Son legendarias las imágenes y las historas sobre cómo, en esa época, los precios de los productos en los supermercados eran reetiquetados varias veces durante el día, así como de los violentos saqueos a todo tipo de negocios.

Menem padeció una hiperinflación al principio de su mandato, pero luego logró controlar la economía al imponer un precio de “uno a uno” entre el dólar y el peso argentino que, a la larga, se convirtió en una bomba de tiempo porque era una cotización ficticia e insostenible.

El estallido de la bomba llegó en diciembre de 2001, cuando De la Rúa ordenó la confiscación de depósitos bancarios con una medida que bautizó como “el corralito” y que derivó en protestas multitudinarias que tuvieron su punto culminante el 19 de diciembre.

Las manifestaciones fueron reprimidas por las fuerzas de seguridad y dejaron un saldo de 38 muertos en todo el país, por lo que al otro día, ya sin ápice de apoyo político, De la Rúa tuvo que renunciar y dejar la Casa Rosada en helicóptero.

Precisamente la icónica imagen del helicóptero es a la que más apelan los detractores del presidente Mauricio Macri que exigen su renuncia anticipada al considerarlo responsable de la nueva crisis que enfrenta el país.

De esa imagen se aprovechan, también, aliados del presidente como la diputada Elisa Carrió, quien para criticar a la oposición ya anunció que los “golpistas” sólo podrán sacarlos a ella y a Macri “muertos” de la Casa Rosada.

Sin embargo, son muchas las diferencias entre 2001 y 2018, ya que ahora no rige la dolarización y el sistema financiero es sólido, por lo que es impensable una medida tipo “corralito” que evite a los ahorristas sacar sus depósitos ya sea en pesos o en dólares.

Analistas locales han insistido en las últimas semanas que la actual crisis se generó por la falta de confianza en la capacidad de pago de la deuda externa argentina, que debe cubrir vencimientos en 2019 por alrededor de 25 mil millones de dólares.

Esa desconfianza provocó en agosto otra crisis cambiaria que devaluó el peso en un 35 por ciento durante ese mes y que implicó un incremento de la cotización de la divisa estadunidense del 100 por ciento en un año.

La primera corrida cambiaria se registró en abril y causó que se modificaran las expectativas económicas anuales, ya que el gobierno esperaba un crecimiento del 3.5 por ciento, pero ahora habrá una recesión del 2.4 por ciento.

Las cifras de inflación cambiaron bruscamente al pasar del 15 al 40 por ciento y el gobierno está a la espera de los datos oficiales de un incremento de la pobreza que ya reconoció de manera anticipada.

A pesar de este escenario, otra diferencia con la crisis de 2001 es el interés del Fondo Monetario Internacional (FMI) de acordar un “salvataje” de Argentina, cosa que no hizo con De la Rúa, lo que valió que el organismo todavía tenga una mayoritaria imagen negativa en este país.

El fantasma del 2001 asoma en intentos de saqueos como el que el lunes ocurrió en Chaco, una de las provincias más pobres de Argentina, en donde un niño de 13 años fue asesinado con balas de goma.

De la pericia política y económica de Macri y de la responsabilidad de la oposición dependerá que se evite la repetición de la tragedia social de hace 17 años en la que 38 personas murieron en protestas sociales, más de la mitad de la población quedó sumida en la pobreza y el país, quebrado.