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Moneditas de oro

Por: Carlos Santamaría Ochoa El Día Miercoles 23 de Mayo del 2018 a las 17:02

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Bien lo dijo el “orgullo de Altamira” Cuco Sánchez en su momento: nadie somos monedita de oro para que a todo mundo caigamos bien; inclusive, si fuéramos tan mencionada moneda, seguramente habría quien se inconformara por ello, al no poder gastar el oro en su esencia.

Así es la vida, en todo ambiente y con todo tipo de personas.

Cierto que hay quien piensa que es el tipo más agradable del mundo, sin embargo, se olvida del contexto: cuando alguien llega a presidente de la República, Gobernador o alcalde, surgen comentarios jocosos en reuniones oficiales y privadas que se hacen con muy poca gracia, es decir: no todos tenemos sangre de comediantes ni todo lo que decimos hace reír.

Y en ese tenor, cheque usted cuándo ha visto a alguien que no se ría de las palabras del mandatario en turno. De todos ha habido comentarios fuera de la reunión sobre lo poco agradables o poco simpáticos que resultan.

Y las campañas son para convencer, para caer bien, para que la gente vote por uno, y puedan ganar una elección, cualquiera que sea y en el ambiente y nivel que se presente: para eso son.

Entonces, los señores que se dedican a estos menesteres deben entender que no son graciosos cuando dicen cosas poco agradables y sus allegados -lambiscones- sueltan la carcajada.

¿No se darán cuenta que es risa forzada? ¿No habrá alguien que realmente los quiera y les diga que están haciendo el ridículo? 

Es natural, además, y no tienen por qué sentirse ni perfectos ni grotescos. Todos tienen sus ratos buenos y malos, y hay que entender el contexto y aceptarlo.

Si todos tuvieran la gracia de Eugenio Derbez, otra cosa sería, pero salimos a la calle y nos damos cuenta que son tan mortales como cualquiera, y que se ríen y fastidian como todos, porque los pobres a veces tienen que soportar a los acarreados o esos que nunca faltan que se deshacen en elogios inmerecidos totalmente, y los ponen a la altura de Dios o de lo más sagrado que pudiera haber.

Ni tanto que queme al santo… ni tanto que no lo alumbre, diríamos, y ellos lo deben entender.

Y parar eso están los asesores, esos que cobran y muy bien por sugerir qué decir, como hacerlo, como conducirse o qué temas tocar en discursos, charlas y demás. Para eso se les paga, no para que digan “sí” a todo lo que el patrón sugiere.

Deben de recordar que su patrón no es Dios y que en seis años se acaba la gracia extraordinaria que tiene, y vuelve a ser un simple, humilde y sencillo mortal más. Nada extraordinario, nada fuera de este mundo: es un individuo normal.

Y en las campañas, lo que más se aprecia, en definitiva, es cuando le candidato en cuestión se comporta de forma honesta y honorable, sencilla y clara y muestra un interés genuino por las cosas de los demás, y busca, con sus asesores y equipo, la forma de poder subsanar, dar una respuesta satisfactoria o al menos una que tranquilice a quien se ha acercado a él, y de esa forma, obtener su confianza… y su voto, que es la primera instancia.

Así que, sin el ánimo de querer caer bien con chistes muy “malitos”, los candidatos deberían bajar un poco a la calle, a la banqueta, y darse cuenta de cómo pensamos los de a pie, los de “pelito gris”, como diría conocida investigadora, y entonces, tener la empatía que requieren sus prospectos de votantes.

Eso, sin lugar a dudas, les daría autenticidad y les permitiría sumar más que cualquier otra acción, porque la gente lo que quiere es ser tomada en cuenta, ser escuchada, ser parte de una necesidad que ha sido atendida.

Y para eso son las campañas, para que cuando lleguen, tengan una visión cometa de lo que quiere la gente, y entonces hagan un plan de acciones congruente y acorde a las necesidades comunitarias.

Comentarios: columna.entre.nos@gmail.com

 

 

 

 

Carlos David Santamaría Ochoa

(México, D.F., 1957) Licenciado en Relaciones Públicas, Maestro en Trabajo Social y maestro en Comunicación; Doctor en Comunicación y Periodismo por la Universidad de Santiago de Compostela (Galicia, España). Diplomado en periodismo y en locución ( U.A.T.) Periodista desde el año de 1979.

Jefe de fotografía del periódico El Heraldo de México (1979).

Ha colaborado en los diarios locales El Mercurio de Tamaulipas, El Diario de Ciudad Victoria, La Verdad de Tamaulipas y en revistas como Poste Restante, A quien Corresponda, entre otras. Fue corresponsal del diario El Nacional, de la revista Época de México y de radio grupo ACIR. Fotógrafo profesional desde el año de 1978.

Fue jefe de prensa del Instituto Estatal Electoral en Tamaulipas y del Hospital General de Ciudad Victoria. Actualmente se desempeña como profesor de periodismo y fotografía en la licenciatura en Ciencias de la comunicación, en la Universidad Autónoma de Tamaulipas, donde también colabora como investigador.

Es presidente de Vive con Diabetes, A.C., dirige y conduce el programa de radio Al Día en Radio UAT.

Recientemente publicó su primer libro: Diario del Camino, Unidos por la Diabetes.

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