México, (Notimex).- Un músico que trabaja por necesidad y otro por el placer de seguir tocando lo que le apasiona, son algunas de las tantas historias que uno se encuentra por las calles y cantinas del Centro Histórico.

Por la calle de Motolinia, en el corazón de la Ciudad de México, camina con su guitarra en mano el músico Arturo Gaytán, de 72 años, bajo los fuertes rayos del sol. Él busca a quién cantarle, sobre todo a los comensales que degustan sus alimentos en los restaurantes o locales de comida que colocan sus mesas sobre las banquetas.

“Llevo unos 30 años cantándole a los comensales, pero también me dan permiso de entrar a las cantinas, cafeterías y restaurantes. Voy a donde está la 'coperacha', no me da pena hacerlo, porque las propinas que me dan son para llevarlas a la casa”, expresó Gaytán, en entrevista con Notimex.

Con su rostro visiblemente cansado, pero siempre tratando de estar presentable con su camisa, pantalón y chaleco, sale todos los días a trabajar, aunque reconoció que tiene poco repertorio.

“Canto boleros, rancheras, corridos y huapangos, trato de complacer al público con el poco repertorio que tengo”, expresó el músico, quien nació en Huichapan, Hidalgo, pero desde niño se vino con su familia a vivir a la Ciudad de México.

Admitió que este oficio de cantar en los establecimientos le da apenas para comer, “para qué decir que nos dan miles de pesos como antes, que sí salía y ahora es mucho más complicada la vida, ahora es más trabajo, más difícil, pero así me la voy pasando con mi mujer”.

Ante la situación económica en la que se encontraba su familia, Gaytán detalló que aprendió a tocar la guitarra de manera autodidacta. “Viendo a otros que tocan muy bien, a ellos me les pegaba y sí me enseñaron, sobre todo porque se dieron cuenta de que me esforzaba en aprender”.

Aunque sus dos hijos ya fallecieron, Arturo, a sus 72 años de edad no ha dejado de trabajar, porque explica coloquialmente, "hay que llevar la papa a la casa".

“Gracias a Dios nunca nos ha faltado la comida en la casa, ahí la vamos llevando poco a poco y así mi esposa y yo vivimos”, expresó.

Entre las anécdotas que tiene relató que en este oficio de cantarle al público le da gusto que la gente le pida canciones bonitas y clásicas, por ejemplo, “me preguntan cómo se llamó el tema que canté, y le digo se llama ´Pregunta´, que dice: 'Por qué me preguntas/ si te quiero mucho...'”.

Mencionó que al terminar un tema hay quienes le ofrecen una bebida y él les responde que una coca. Dice que su mayor satisfacción es cuando le piden que interprete canciones de las llamadas viejitas.

Una historia diferente es la de Javier Hernández, de 36 años, porque él toca por placer; tomó clases particulares de guitarra con maestros de música; lleva 20 años como músico tocando en grupos o en cantinas.

“Desde joven me ha interesado la guitarra, cuando estudiaba o cuando salía con los amigos, todo nos llevó al gusto por la música y se me hizo un instrumento interesante, tanto que a la fecha la sigo tocando”, aseguró Hernández en entrevista con Notimex, antes de actuar ante el público.

Agregó que en el lugar donde toca, que es la Ópera, el púbico pide desde música tradicional mexicana, boleros, rancheras, sones, danzones y polkas, hasta melodías de películas.

“Mi mayor satisfacción de cantarles es personal, porque hago lo que me gusta, esto nunca lo he visto como un trabajo, más bien es algo que me llena, como músico me satisface ver que la gente disfruta lo que a ti te gusta hacer”, precisó.

Casado y con dos hijos, Javier aseguró que esto lo hace por "hobby", pues él tiene una empresa independiente de bienes raíces.

“Como soy dueño de mi propio tiempo, lo hago con gusto, porque siempre me ha gustado la música, pero esto lo tomo como un 'hobby', porque es una satisfacción demasiado grande presentárselo a la gente, y mi esposa me conoció con este gusto”, concluyó el músico, quien forma parte del trío Salterio Estampa del Recuerdo.