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Cementerio de sexenios

Por: Fernando Acuña Piñeiro El Día Miercoles 13 de Septiembre del 2017 a las 08:24

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Una parvada de palomas urbanas, de plumaje manchado por el tiempo, suele volar todavía sobre la plaza taciturna del Quince y 16 Hidalgo. El estiércol de los pichones y sus aposentos centenarios, anidados en el filo de las cornisas, constituyen el lenguaje cifrado del poder político, asentado en el interior de la estructura militar de palacio. El verbo de una verdadera defecación de altura, alcanza conjugaciones sublimes, y no respeta honores ni investiduras.

Desde Raúl Gárate, el militar carrancista, a la fecha, las lápidas invisibles del desgaste político, parecen sonreír con sorna, ante los nuevos  personajes que engalanan, el palacio de gobierno, con su primera esquina, orientada hacia  donde nace el sol: astro mítico de veneraciones renacentistas, tan brillante como el oro, y tan predecible en su declinación, como el día y la noche.

Tal vez por ello, la metáfora explicita del sexenio y sus resplandores, tiene, un momento  de expectativas,  otro momento  de plenitud y los dos últimos años son de desgaste  y de decepción. Al final, los gobernantes  salen con un cúmulo de errores  y desprestigios, imposibles  de remediar, heredan  tres  o cuatro  cómplices  a la nómina institucional, y  después  se cuidan  del que los  sustituye, pagándole a  la historia, el caro tributo de formar parte del pasado, y apestar con su presencia, las virtudes emergentes  del presente.

Durante las últimas décadas,  la política como praxis,  se ha envilecido  de manera gradual y sostenible, convirtiendo  las  sedes  de la  política pública, en museos de los excesos, superiores  en derroche,  a  los desplantes  faraónicos  del Egipto antiguo, o  bien mucho más cruentos  y  desgarradores  que, las locuras  de los Nerones  y los Calígulas, en el decadentismo romano.

La memoria  de la política tamaulipeca, está hecha de mitos: el primer gobernador  del siglo XX, don Guadalupe Mainero Juárez, saltó del periodismo  a la política, y de ahí, se dice, se hizo amigo  del dictador Porfirio Díaz. Su peor error, fue edificarle un monumento  a Iturbide. Pero  ya desde  los tiempos  del Gobernador  Raúl  Gárate, se  sabe que dicho político intervino para garantizar  la impunidad, en el asesinato   de la  actriz  Gloria Landeros, en la frontera  de Tamaulipas.

Uno de los mayores críticos del poder político  tamaulipeco, el escritor y analista Carlos F Salinas  Domínguez, fue invitado hace algunos  años, por el Secretario de Salud, el gastroenterólogo Norberto Treviño García Manzo, para que disertara sobre el sexenio de su padre, el ex gobernador Norberto Treviño Zapata.

(Treviño García Manzo, estudio en la UNAM, la carrera de médico cirujano e hizo su especialidad  en el prestigioso hospital judío, Monte Sinaí, ubicado en a un costado del  Central Park, en Nueva York).

La conferencia se  celebró en un pequeño auditorio del Teatro “Amalia G de Castillo Ledón”. Asistió una concurrencia compuesta de funcionarios públicos y políticos, entre los que se encontraba el papá del gobernador. En dicho claustro, Carlos F Salinas presentó al sexenio treviño zapatista, como el mejor o el menos peor  en la historia  política  reciente de nuestro  estado.

Pero, lo que quiero aquí resaltar, no este rasgo  que, sin duda, ennoblece a Salinas  Domínguez, pues al ser invitado por  el hijo del  ex gobernador  homenajeado, no podía menos que echarle piropos, pero eso sí, bien fundamentados.

Lo más  interesante  de  esa velada, fue  que el conferencista, con su acostumbrado desparpajo,  dijo ahí ante  los que lo escuchábamos, que todos  los  sexenios , sin excepción, o al menos, durante las últimas cuatro o cinco décadas,  Tamaulipas había tenido  gobiernos delincuentes.

Nadie, absolutamente nadie se paró para desmentirlo. Y al final  los distinguidos asistentes  se pusieron de pie, para comentar que había  sido una excelente  charla. Carlos F Salinas, terminó la conferencia, acomodó  unos viejos periódicos  de la época treviñista  en una carpeta  y se  fue, como un fantasma  que se apareció esa noche, para pensar  en voz alta, como  una especie  de subconsciente  desbocado, justo en la cabeza  geopolítica de  Tamaulipas.

En su voz honesta  y lúcida, Salinas  Domínguez,  se llevó también  de encuentro al sexenio cavacista, con el cual tuvo acercamientos visibles,  al menos en la etapa de la campaña electoral.

Nadie hasta ese momento imaginaba, que esa  decadencia  política, descrita por Carlos F Salinas, sería  la puerta por la cual  maduraría el hartazgo social, y llegaría  un sexenio alternante, y un partido  diferente  al PRI.

Aunque hoy,  el rumbo de  Tamaulipas, no ha cambiado gran cosa. Y el tiempo, erigido en el gran sepulturero de la historia, sigue inhumando honras  y discursos.

Posdata: a excepción del escritor y politólogo  que aquí se cita, brillan por su ausencia las voces críticas de los intelectuales tamaulipecos, considerados especie en extinción… ¿o en engorda?

Fernando Acuña Piñeiro

Egresado de la Escuela de periodismo en la UAT.

Ingresó al periodismo desde 1985. Ha colaborado  como  reportero y columnista, en los principales diarios y portales  de Tamaulipas, (Expreso de Victoria, La Razón de Tampico, Expreso Matamoros,  Diario de Tampico, Reporteros en la Red y Gaceta, entre otros.

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