...Porque cuando decidiste buscar mujer para casarte (dicho por ti), la querías guapa, fiel, limpia, buena cocinera, que supiera atenderte como a un rey, pero sobre todo y creo que ya era mucho pedir por tu parte; la querías inteligente.

¡Suerte de pealo tuviste! (dicho también por ti), porque luego te encuentras por ahí a cada “cancamo” de mujer, que sí, están muy bonitas y muy buenas, pero no se saben lavar bien ni los calzones y cualquier comida que hacen sabe poco menos que a papel. Que si, también es verdad que calzan tacones y se creen unas princesas. Pero esa es otra historia, forman parte de otro monólogo. Lo que aquí pienso y digo y no solo yo, tú también me lo has dicho, es que conmigo te llevaste el pack completo.

La pena, querido, es que no contabas con el (SPM), Síndrome Pre Menstrual agudo, muy agudo. Te creíste que todo sería miel sobre hojuelas y que a éste personaje perfecto que te inventaste en tu gran delirio amoroso no le iba a bajar nunca la regla. 

Los primeros meses tú, yo, muy bien, y hasta el primer año se puede decir que fue de maravilla, y no es que yo anduviera aguantándome de nada, de sacar ese feo carácter como me dices tú, lo que sucede es que con eso del atontamiento de la recién casada, la serotonina se me desbordaba por los poros de la piel y era casi imposible que una caída en el estrógeno se notara en mi cuerpo.

Ahora me sales “quesque” con que esos cambios de humor que me vienen cada mes no son normales, ¿Perdonaaa? ¿No querías una mujer diferente? Fíjate tú, del otro lado de la diferencia están las que llevan muy bien su período menstrual, ¿Por qué si escogiste y escogiste bien ahora te quejas?

Que si lloro por tonterías, que si estoy de mal humor igualmente por tonterías, que me pongo celosa de la nada ¿de la nada? hay que saber entenderme cuando amanezco según tú chiflada, porque soñé que me ponías los cuernos, sé que no es cosa fácil de entender, querido, pero ¿No querías una mujer diferente, pensante? Es lo que hay, sé también pensante y entiende que no vas a cambiar el ciclo de mis hormonas, que también son un pack completo y así como tres semanas al mes me mantienen de buen humor y soy el estuche de monerías con el que te casaste, la cuarta semana también soy yo.

¿A ti te parece que tenga que estar brincando de gusto? Me duelen los pies, las manos, las tetas, el vientre, encima estoy más gorda que de costumbre, intento hundir el dedo en mi vientre y éste me rebota, como si hubiese tocado una pelota de aire comprimido a punto de explotar.

Es verdad, querido, que tú no tienes la culpa de nada, que si las tres primeras semanas del mes soy una fuera de serie, es porque tú te lo mereces y más y más. 

Me gustaría que mucho que fueras inmune a mis cambios de humor mensuales, que aprendieras a ignorarlos, ya te lo digo, no estoy loca por hablar sola, tengo mis razones, que pon tú, que como el síndrome pre menstrual, se hagan más agudas cada mes.

Es verdad que a veces quiero matar a una cucaracha con una bomba atómica, pero también es cierto lo desesperantes que son las cucas, que a veces las chancleas una y otra vez y como si nada siguen caminando, todo tiene un por qué, ya sea químico, por lógica o por amor, solo es cosa de buscarlo y encontrarlo.

En todo lo que alguna vez has dicho, en cuanto mi carácter antes de que me venga la regla; tienes toda la razón y he de decirte que esos días ni yo me soporto, y el rato que tú me soportas, cuando no vas a trabajar, ese te lo agradezco y mucho, porque podrías evitarme si quisieras. 

¿Sabes en cambio, qué es lo peor? -Que yo tengo que vivir todo el día conmigo y mis hormonas y de eso, no hay vuelta de hoja.

Anahí Rodríguez

Escribe para diferentes medios de comunicación en Tamaulipas y en portales literarios.

Ha participado en cursos de Literatura en Nuevo Laredo y Canarias, España, donde radica actualmente.

Sus columnas tocan temas de actualidad e interés general.