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Débora ¿Dónde estás?

Por: Clara García El Día Miercoles 23 de Agosto del 2017 a las 10:14

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Hoy leí en las redes sociales que habías muerto, tus amigas de la extensa comunidad magisterial dejaban mensajes funerarios acompañados de fotos. Cuando las vi quedé paralizada, después tomé el teléfono y te marqué, esperaba oír tu voz. Revisé los mensajes que te había en enviado, no los había leído; durante todo el día te he buscado, pero nadie sabe nada de ti, nadie había podido confirmarme tu muerte y es como un silencio que me empieza a invadir.   

Hace algunos días cuando hablamos por teléfono prometimos vernos para ir a almorzar, te traje una mascada de Roma. Toda la tarde te estuve recordando, fui a impartir mis clases a la Universidad, a la licenciatura de Historia, les conté a mis alumnos de ti y algunos te recordaron como la maestra que cargaba muchas cosas en su bolsa, otros, como la que nos había recibido con afecto en el Cbtis 24, la maestra que sabía digitalizar archivos, la maestra que iba a las conferencias de historia.

Platicamos un poco de tu vida dedicada al magisterio y tu afición por la historia; en casa, Ambrocio me ha dado un abrazo para consolarme y mi madre, que como tú sabes es muy religiosa me ha dicho que estás en un lugar mejor que éste, descansando. Toda la tarde te he recordado y con doble dolor recordé también a la doctora Olivares, otra gran maestra, otra gran amiga que se fue así también, sin despedirse. He vuelto a marcar tu número ya con pocas esperanzas de que me contestes.

Cuando te conocí en los años noventa, tenías un puesto muy importante en Gobierno del estado y Jorge Trujillo que era tu colaborador nos presentó. Siempre amable, me recibías con una sonrisa y con los años, el pequeño mundo cultural de la ciudad nos hizo coincidir y convivir. El arte de la ironía que dominábamos muy bien las dos fue un elemento fundamental para el afecto, el gusto por la comida, por la academia.

Me dabas una larga terapia para que yo superara mi enojo con los asesores de tesis de los que no entendía nada y tú, con paciencia de maestra, me explicabas cómo lograr cumplir con lo que pedían llegando por otros caminos, todo acompañado por unos huevos a la norteñita.

Largas conversaciones y un buen desayuno, tu talento por descubrir lugares nuevos donde comer bien, tu insistencia por pagar la cuenta frente al desafío que representaba la contraoferta de Ambrocio que matabas diciendo, “no, a nosotros nos toca ahora, la próxima pagan ustedes.”

Tus ideas originales que terminé adoptando, como el que el maestro rural tiene la cualidad o el defecto de ser insistente e incisivo cuando se propone lograr algo; o como aquello de que Reynosa es una ciudad donde parece que todo está aventado o por mientras; que la gente de frontera no tiene problemas con la cultura nacional o norteamericana, porque tiene la cualidad de entrar y salir de ellas sin ningún conflicto y sin estar confundido y que lo hace con la misma facilidad con que cruza la línea divisoria.

Eras una mente brillante que igual podíamos hablar de viajes o de filosofía. Ratón de biblioteca, pequeña máquina para recordar datos, fechas, títulos de libros, programas de televisión, sabías dónde estaban los archivos históricos y qué contenían, eras obsesiva de la búsqueda de papeles viejos y te reías cuando te acusaba de fetichista de la historia.

Pero esta noche ya no estás, no podremos ir a almorzar esta semana para darte tu pañoleta y contarte que bonita es Roma. Finalmente me han contestado en la funeraria para decirme que te están esperando, una compañera maestra me ha dicho dónde encontrarte.

Norma Débora, siempre te dije que no le hacías honor a tu nombre ni a tu escuela Normal, reías a carcajadas y me contestabas con la tortilla de harina en la mano que siempre comías sola como un postre al final del almuerzo, “no, porque me gusta llevar la contraria”.

 Mañana buscaré al señor con el que me recomendaste para que me regale los libros que te prometió y el proyecto del comedor para niños sigue en pie, te acuerdas que me pediste que te anotara para cooperar, el proceso irá lento, pero se hará.

Amiga donde estés espero que hagas lo que te gusta y lo disfrutes con la misma pasión con la que viviste, nos faltó escribir la historia de Victoria y del 99% de las familias que no tiene abolengo y que falta en las crónicas, como tú bien decías. “Victoria histórico” nuestro grupo de Facebook echará de menos tus comentarios puntuales sobre las fotos antiguas y nunca volveremos juntas a mi tierra natal para comer gorditas y te surtas de estambres para tejer, otra de tus pasiones.

Ahora, no sé qué hacer con la pañoleta, creo que me la pondré, pero no quiero ir a tu funeral, porque para mí seguirás viva, con todos tus recuerdos, anécdotas y frases brillantes. Solo extrañaré ese tono de voz de niña mimada que adornaba nuestras conversaciones.

Email: claragsaenz@gmail.com

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