Hoy, caminando por los pasillos de un centro comercial me sorprendió ver a un grupo de personas alrededor de una carriola,  me llamó mucho la atención la euforia con la que se inclinaban a ver  al supuesto bebé, y que al acercarme más me di cuenta que era varón, ya que la carriola tenía detalles en color  azul pastel y en letras doradas inscrito el nombre de Rocco.

¿Rocco? Pensé al leerlo, ¿quién le llama Rocco a su hijo? a no ser que fuera hijo de una estrella de rock  el nombre no me pegaba nada, mucho menos  la dama que lo llevaba; una mujer de unos cuarenta años, pulcra y finamente vestida, muy fina  para andar de compras, diría yo.

Ya animada por ver como cada persona que pasaba se acercaba a ver al supuesto bebé, decidí acercarme para rendirle también mi admiración, fueron unos pocos segundos los que caminé hasta él, pero me dio tiempo de imaginar a un pequeño niño de belleza excepcional, “con razón lo admiran” pensé. ¿Cuál es mi sorpresa al llegar hasta ahí y darme cuenta que no se trataba de un bebé, sino de un perro?

¡Si, un perro! tal como lee y como no admirarlo si llevaba hasta pañal y ni que decir de su lindo gorrito tejido a crochet y su gracioso mameluco a juego.

Esto me dejó sin palabras y sin expresión en el rostro. Ver a un perrito ocupando un sitio en el que tal vez quedaría mejor un recién nacido abandonado porque sus padres no lo pueden mantener, esto me hizo caer en un abismo de desilusión, por no mencionar a miles y miles de niños que mueren de hambre y que en su destino no estaba conocer el amor y la admiración de gentes “bien”, que aman a los perros y luchan porque haya una igualdad entre humanos y animales.

Estoy un poco cansada de escribir sobre el tema de los animales, ya que me ha acarreado aparte de enemigos, maldiciones para que me muera de inmediato o me de cáncer, por no compartir este amor desmesurado hacía los perros, que más bien parece una moda.

Estoy cansada del tema pero no dejaré de escribirlo, porque me da rabia (eso es parte de la igualdad) encontrar en Internet imágenes de perritas preñadas, posando a dos patas y con un lazo en la barriga en una sesión seguramente profesional y en los que los comentarios melosos no se hacen esperar.

Porque me da más rabia aún, que cada vez haya más hospitales para perros, con avanzados equipos para detectarles las enfermedades y salvarles la vida, mientras que tanto aquí en España como en México, somos pacientes de una (in)seguridad social decadente en la que cada vez es más difícil ser atendido dignamente.

También me dan rabia los restaurantes de lujo y comida dietética para estos animales, mientras en las noticias anuncian el incremento de la pobreza en muchas partes del mundo, personas que lejos de tener dietas tienen que lidiar a diario con el hambre.

Esto sin mencionar las cacas en la calle que los irresponsables dueños no limpian, el olor a meados impregnado en las aceras y la frustración al tener que cederles el paso, porque sino, somos retrogradas que no avanzamos con esa parte de una sociedad que lucha por la igualdad.

¿Igualdad? Eso sí que sería lo ideal, si de igualdad hablara el desdichado que no tiene que comer y que encima espera hasta meses por una cita para un estudio médico, el que no se puede bajar los calzones para defecar en la calle, porque  iría preso inmediatamente.

Definitivamente, luchan por una igualdad que con creces ya está ganada, porque si analizamos los pequeños detalles la humanidad está completamente en desventaja.

No se esfuerce mi estimado defensor de los perros, en maldecirme, antes de llegar aquí y escribir estas líneas he pisado caca, dicen que es de buena suerte, su maldición no surtirá efecto.

Nota:

Recuerde, es tan sencillo: no se trata de amar más a los animales, se trata de amar también a las personas.

Anahí Rodríguez

Escribe para diferentes medios de comunicación en Tamaulipas y en portales literarios.

Ha participado en cursos de Literatura en Nuevo Laredo y Canarias, España, donde radica actualmente.

Sus columnas tocan temas de actualidad e interés general.