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PRI: rudeza inútil

Por: Juan Sánchez El Día Miercoles 31 de Mayo del 2017 a las 17:33

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La renovación del Comité Directivo Estatal (CDE) priista no tiene por qué ser áspera, pues Aída Zulema Flores Peña siempre ha estado dispuesta a su propio relevo.

Inclusive ella misma, en reiteradas ocasiones, ha pedido al dirigente Enrique Ochoa Reza que ordene a la Comisión de Procesos Internos del Comité Ejecutivo Nacional (CEN) redactar y emitir la convocatoria.

Y también, en tiempo forma, le advirtió sobre el abandono al partido, por parte de quienes hoy reclaman un relevo precipitado, rudo y fuera de la legalidad.

Éste seguramente no prosperará, porque en la sede priista, de un momento a otro, se atenderá el resolutivo del Tribunal Estatal Electoral, estableciendo fechas concretas para publicar la convocatoria, la sesión del Consejo Político Estatal y el método selectivo del nuevo dirigente.

Así que no hay porqué quemar pólvora en infiernitos.

A menos, claro, que haya consigna de por medio.

Sobre todo por parte de quienes ya le miden el agua a los tamales, respecto al proceso del 2018, que asoma harto complicado.

De ahí que considere que utilizar la rudeza para el relevo de Aída no es lo más correcto, por el bien del debilitado PRI.

Habría alianzas

En la geografía nacional ha cobrado mucha fuerza la versión acerca de las alianzas que intentarían construir los partidos políticos con registro oficial.

Y, aunque todavía no se definen estas sociedades ocasionales, se advierte la posible conformación de al menos tres coaliciones.

Una estaría integrada por los membretes albiceleste (PAN) y del Sol Azteca, siempre y cuando el PRD cediera la candidatura presidencial, en aras de impedir que ‘El Peje’ se mantenga a la alza; otra la acordarían el Movimiento Ciudadano (MC), Nueva Alianza (Panal) y Verde Ecologista de México (PVEM) --sólo en caso de que el PRI les negara, a los dos últimos, llevar mano en el reparto de las candidaturas al Congreso de la Unión--; y la tercera por los partidos Movimiento Regeneración Nacional (Morena), del Trabajo (PT) y Encuentro Social (PES), si es que aceptan, los dos últimos, las condiciones que les sean planteadas por ‘el guía moral’ de la corriente de izquierda, Andrés Manuel López Obrador.

Bajo este panorama presumo difícil conciliar intereses para alcanzar acuerdos que le permitan a la oposición disputarle la supremacía política al Revolucionario Institucional (si acaso saliera triunfante en los comicios del estado de México, Coahuila, Nayarit y Veracruz), aun cuando estamos a casi ocho meses de que venza el plazo legal para el registro de las coaliciones ante el Instituto Nacional Electoral (INE).

De esto bien enteradas están las dirigencias partidistas.

Como igual saben que la ley les permite formalizar alianzas como les venga en gana --en relación a la candidatura presidencial y, es obvio, a las candidaturas al Congreso de la Unión-- y eso mismo ocurre con las nominaciones plurinominales.

Por eso desde ahora quieren asustar con el petate del muerto.

Estatutos desatendidos

La desconfianza y pérdida de credibilidad hacia los partidos políticos que habrán de participar en el proceso electoral 2018, encuentra sustento en la marcada incongruencia y poca seriedad con que se conducen.

Esto lo evidencian los mecanismos antidemocráticos utilizados para renovar sus estructuras dirigentes estatales y municipales, pese a tener bien definidos los estatutos y reglamentos que rigen su quehacer interno y actuación pública.

Generalmente son los grupos de interés quienes malinterpretan la reglamentación partidista, en un claro afán de adecuarla a los caprichos de las camarillas o facciones que en los procesos comiciales se adueñan de los membretes.

A este preocupante fenómeno, por cierto, no escapa ningún partido tradicional ni los de reciente creación.

Es más, cuando de pelear se trata para defender parcelas, los jefes de los clanes pierden la compostura y no asoman el menor pudor al exhibir sus mezquindades que degradan y enturbian la vida democrática de las organizaciones, como se ha visto durante (al menos) las últimas tres décadas.

Así, los pleitos de lavadero sesgan los buenos propósitos y exhiben falta de ética, de principios y sobre todo de madurez política, por lo que los partidos han dejado de ser espacios ideológicos para convertirse en pancracios donde afloran pasiones e intereses individuales y sectarios.

Hay más: la lucha resulta encarnizada hacia adentro de los partidos, cierto, pero al exterior no es menos halagadora.

Usted lo ha visto.

Corrientes malogradas

Bajo este panorama, es harto notorio que cuando la dirigencia de un membrete se confronta con los adversarios no mide consecuencias y usa cualquier recurso para degradarlos y tratar de anularlos.

El colmo surge cuando les da por establecer alianzas (en apariencia sustentadas en la coincidencia de proyectos), para postular a personajes con arraigo y posibilidades reales de ganar, ya que las más de las veces éstas se pactan al vapor y sin reglas claras, u obedeciendo a mandatos centralistas de los grupos de interés económico.

De ahí que no deba extrañarnos la manera poco cordial en que los aliados de coyuntura muestran hoy públicamente sus ‘coincidencias’.

Y por cierto, alzando el tono de su voz en contra de los intereses de sus socios ocasionales, como siempre, al ser descubiertos, se echan en cara el modo burdo y ruin de imponer voluntades, a fin de alcanzar las posiciones que con candidatos unipartidistas no son capaces de ganar.

Y durante este ‘ensayo democrático, los dirigentes de oposición han hecho todo tipo de acusaciones principalmente contra sus pares del PRI, PAN y PRD, mientras algunos de sus militantes más destacados, pero con muy pocas posibilidades de ser nominados, amenazan ser los escurrimientos del presente, ‘pero en favor del cambio y del avance democrático’, según dicen.

Resultado de lo anterior es la pérdida de credibilidad partidista.

Y de las escisiones, que, en su momento preciso, comentaré con amplitud. No moderada.

Desorden deportivo

El secretario de Bienestar Social, Gerardo Peña Flores, debe ocuparse a fondo de la penosa situación que enfrenta el Instituto del Deporte (INDE) en la Olimpiada Nacional y Nacional Juvenil 2017, pues Tamaulipas sólo ha logrado (en ambos conciertos) hasta hoy, algunas medallas, mientras Jalisco, Nuevo León, Baja California y el Estado de México multiplican, y por decenas, la cifra de preseas obtenidas.

Cierto es que los deportistas domésticos le echan todo su esfuerzo, sed de triunfo y hambre de medallas al momento de competir; y que los entrenadores ofrecen su instrucción de tiempo completo; además, justo es reconocerlo, las familias apoyamos inquebrantablemente a los atletas con recursos propios.

Entonces, ¿dónde está la falla?

Hay quienes dicen y aseguran que los recursos públicos no se aplican como debe ser en virtud de que, a diferencias con otros estados, aquí se niega invertirle a la capacitación y desarrollo deportivo.

En fin, Peña Flores debe sacar sus propias conclusiones.

E-m@il:

jusam_gg@hotmail.com

Juan Sánchez Mendoza

Ha ejercido el periodismo durante más de tres décadas, alcanzado premios estatales en dos ocasiones; autor del libro "68. Tiempo de hablar"(que refiere pormenores del memorable movimiento estudiantil); autor de ensayos literarios; y reportero de investigación de tiempo completo, acá en territorio nacional y más allá de nuestras fronteras y del continente americano.

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