El club de Tobi llamado Canaco en Ciudad Victoria se convirtió en una cloaca nauseabunda.

Secuestrada por un puñado de socios, los Canacos dejaron de ser contrapeso hace mucho tiempo para ser consortes del poder.

El escritorio de Patricia Araujo, y de Marco Antonio González Salum, después, se convirtió en una aduana donde unos pocos acapararon casi todas las compras realizadas por el gobierno de Egidio Torre.

A pesar de tener más de un millar de socios, la Canaco repartía a unos pocos las convocatorias de licitación.

Y Juan Carlos González Alanís, es uno de los consentidos que vio abultar de manera grosera sus cuentas bancarias.

Su empresa Multieventos, de rentar sillas y mesas pasó a organizar a prácticamente todos los eventos del aparato estatal.

No importaba si las dependencias estatales y descentralizadas contaran con recursos propios, la orden era contratar a Multieventos.

Eran capaces de ir a vender arena a la Pesca si ellos querían.

El "apoyo" data de la época de Rodolfo Torre al frente de la Secretaría de Salud, vía Jorge Tinajero, las ganancias se multiplicaron al llegar este a la Dirección Administrativa de Comunicación Social en el fallido régimen de Torre Cantú.

Hoy, tras la caída del régimen priísta, se acabó la luna de miel con Gobierno del Estado y el control de la Canaco significa un jugoso filón. La renovación bianual recayó este año en, adivinó usted, Juan Carlos González Alanís. 

Mediante un evento donde asistieron menos de 100 socios Marco Antonio González Salum entregó la estafeta mediante un burdo dedazo.

Con ello aseguran la inercia de seguir acaparando beneficios, en su mayoría programas de inversión que los demás socios ni siquiera saben que existen.

La maniobra sin embargo fue impugnada por un socio, Mario Alberto Solís Martínez. Un empresario "castigado" el sexenio pasado. Al parecer se hartó.

Y con ello se ha iniciado un movimiento revulsivo al interior de la Cámara donde en verdad exigen una renovación, no los mismos de siempre.

Y paralelamente Gobierno del Estado se desprendió de la especie de "fiat" que tenía con la Canaco, al invitar al total de sus proveedores en las primeras compras de la actual administración.

El modelo de negocio ya se ha agotado.

Es decir, la Canaco ya no puede ser más el club de amigos donde todos pagan cuotas pero sólo unos cuantos comen viandas de lujo en el Casino Victorense.

Y el tiempo de respuesta de la impugnación ha llegado a su límite. Va a ser muy interesante ver en qué termina este lío, por una parte los comerciantes de siempre, o los que ya se cansaron de estar nadamás mirando.

Jiribilla

Fue cuestión de investigar un poco y es grosera la manera en como los hermanos González Salum de beneficiaron durante el sexenio pasado.

Aníbal Muñiz Silva

Maestría en Tecnologías de la Información.

Editorialista desde 2006