Salarios torcidos
Con la llegada de la actriz de burlesque Carmen Salinas se puso de manifiesto la desigualdad social que existe en el país en materia de emolumentos: no es agradable para nadie saber que una persona –que tiene todo su derecho- viva mantenida por el Estado con un salario que le permite obtener cientos de lujos, cuando los que trabajan apenas alcanzan para medio cubrir sus deudas, y por otra parte, quienes tienen merecimientos de otra índole batallan para llevar el pan a casa.
Un trabajo periodístico muy interesante leímos acerca del salario de los diputados, doctores, investigadores y académicos. Veamos: algunos de los que integran la mal llamada “clase política” (repetimos, ni clase ni son políticos) conforman una banda poblacional cuyos valores están en entredicho por su falta de moral y avistamiento para los negocios: no hay uno que haya salido de un cargo de tr5es o seis años que sea pobre, y las matemáticas no nos dan un resultado adecuado, suponiendo que no hubieran gastado nada en mantenerse todo ese tiempo.
Un doctor estudia sus seis años de primaria, tres de secundaria, tres de preparatoria, cinco de carrera, tres de especialidad; por su parte, un investigador, aparte de los doce años de rigor de los tres primeros niveles estudia: licenciatura: 5; maestría: 2 y la tesis, y doctorado 3 y la tesis, es decir: pasamos muchos años de nuestra vida estudiando para ir a ganar un salario que no nos permite vivir decorosamente, igual que los académicos, cuya preparación se circunscribe, mínimo, a una licenciatura y una maestría.
Y gente como doña “Corcholata”, o el “Cuau”, cuyo nivel de preparación y aportación a la sociedad es mínimo, ganan 4, 5 o 6 veces más que una persona que estudió.
Los niños hicieron un ejercicio y consideran injusto este tipo de sueldos: insultante resulta ver lo que cobran los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, o los Senadores, o los miembros del Instituto Nacional Electoral, cuyos ingresos son elevadísimos.
Y entonces, muchos niños se preguntan: ¿para qué estudiar? Mejor, meterse de carga-maletas de uno de esos vividores que tienen un cargo, y listo: cuando haya oportunidad, nos heredará el mismo y entonces tendremos ingresos de rico, es decir, ganaremos lo que nunca habíamos imaginado.
Decía don Héctor Tejeda Taméz, cuando era director de la Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma de Tamaulipas: “El “inge” Filizola quiere que trabajemos como universidad gringa… pero entonces nos deberían pagar como universidad gringa”, en alusión a los bajos salarios que hay para profesores e investigadores en la UAT, SEP, CONACyT y todos los órganos educativos. Igual sucede para los doctores que no tienen salarios acordes a su estudio y trascendencia social, y tienen que “dobletear” o “tripletear”, es decir, tener dos o tres trabajos, y luego nos critican por ello, diciendo que somos especiales, que no llenamos: créame, si los sueldos fueran justos, cada profesional de los que mencionamos y más, tendría un solo trabajo, bien remunerado, y habría también más fuentes de trabajo para nuestros muchachos que, si no tienen padrino en gobierno, no pueden acceder a un salario digno y justo.
Y luego, hay ocasiones en que rasuran los sueldos, quitan los agregados que por años fueron compensatorios de estos tabuladores bajos… como que no es nada justo.
O, ¿será digno ganar una quinta parte que lo que gana la “Corcholata” por ir a dormir en una Curul, haciendo el ridículo todos los días de sesión?
Como que hay algo que no encaja, o al menos, los que tienen estudios piensan que hay una desigualdad tremenda.
Es hora de ajustar sueldos a esta clase de personas que viven como millonarios a costa de los demás, y que devenguen, pero más que ello, que existan condiciones justas para quien ha dedicado casi toda su vida a prepararse y trascender en la sociedad.
¿No cree que sería justo esto? Nosotros también.
Comentarios: columna.entre.nos@gmail.com
Carlos David Santamaría Ochoa
(México, D.F., 1957) Licenciado en Relaciones Públicas, Maestro en Trabajo Social y maestro en Comunicación; Doctor en Comunicación y Periodismo por la Universidad de Santiago de Compostela (Galicia, España). Diplomado en periodismo y en locución ( U.A.T.) Periodista desde el año de 1979.
Jefe de fotografía del periódico El Heraldo de México (1979).
Ha colaborado en los diarios locales El Mercurio de Tamaulipas, El Diario de Ciudad Victoria, La Verdad de Tamaulipas y en revistas como Poste Restante, A quien Corresponda, entre otras. Fue corresponsal del diario El Nacional, de la revista Época de México y de radio grupo ACIR. Fotógrafo profesional desde el año de 1978.
Fue jefe de prensa del Instituto Estatal Electoral en Tamaulipas y del Hospital General de Ciudad Victoria. Actualmente se desempeña como profesor de periodismo y fotografía en la licenciatura en Ciencias de la comunicación, en la Universidad Autónoma de Tamaulipas, donde también colabora como investigador.
Es presidente de Vive con Diabetes, A.C., dirige y conduce el programa de radio Al Día en Radio UAT.
Recientemente publicó su primer libro: Diario del Camino, Unidos por la Diabetes.
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