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Enfermeras

Por: Carlos Santamaría El Día Viernes 06 de Enero del 2017 a las 12:17

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Para muchos de nosotros, el 6 de enero significa partir una rosca de Reyes y ver quien tuvo la fortuna de obtener el famoso “monito” para encargarle los tamales del día de la Candelaria.

Para otros, es despertar y ver qué dejaron los Reyes Magos en los zapatos o a un lado de ellos, en un afán por encontrarse con la ilusión de la niñez que nos permite soñar muchas cosas.

Pero para ellas…

Para ellas, significa levantarse con una sonrisa, presentarse con un impecable uniforme albo, y considerar la aplicación de un suero, medir la temperatura o entregar la dosis de medicamentos a quien lo requiere. Todo, claro, acompañado de una amable y maternal sonrisa.

Son las enfermeras esa parte de los hospitales que permite que soñemos que la atención vale la pena, porque son quienes nos cuidan en las horas en que los doctores no están, porque pasan visita o porque no han cumplido con su recorrido.

Recogen las indicaciones de los médicos y llevan a la práctica los chequeos y más, todo, escrupulosamente apuntado en su libreta o expediente, pero siempre con la idea de que tienen que ser las colaboradoras número uno en la recuperación de nuestra salud.

Cierto: a veces nos topamos con seres que nunca debieron abrazar tan especial e importante profesión, pero Florence Nithingale no inició una actividad formal sin saber que habría quien la denostara o denigrara. Hay de todo, pero lo más, lo mejor es la cantidad de enfermeras que tienen vocación y saben atender a un paciente que, muerto de miedo está en una cama de hospital esperando recuperar su salud, y temeroso de perder la temperatura, el pulso… o la vida.

Ahí están ellas –o deben estar- para aliviar el dolor ajeno, sin importar si tienen problemas personales o familiares; sin importar que muchas de ellas tienen una responsabilidad en casa porque son, como dicen algunas feministas: “padre y madre” y tienen una pesada carga en sus hombros, pero aún así, entregan lo mejor de sí mismas para lograr que estemos sanos los que caemos en una institución médica por alguna situación.

Cierto: también hay enfermeros, aunque son los menos, porque ha sido históricamente una profesión encaminada a su práctica por mujeres, y no por machismo o un feminismo absurdo, sino porque la naturaleza de la misma profesión se presta más a un trato femenino, aunque, en su día, son tan importantes ellas y ellos, enfermeras y enfermeros, porque ambos nos prodigan recursos y apoyo para aliviar los males que nos aquejan.

Las ocasiones que hemos necesitado de ellas, salvo una mala experiencia, hemos sido objeto de sus cuidados y frases de aliento: en el hospital o al clínica, pero siempre acompañadas por esa sonrisa y su impecable presencia, toda de blanco que semeja la limpieza y el orden, la pureza y muchas cosas más.

Tenemos mucho que agradecerles, y reconocer su importante labor dentro del ámbito de la medicina. Son las enfermeras tan importantes como el doctor, o probablemente tengan más influencia en el paciente, por la naturaleza de sus actos y acciones que llevan a cabo.

No podemos dejar de reconocer su función, su labor, su esfuerzo, y hacer votos porque quienes se deciden a abrazar esta profesión lo hagan con vocación y sentido humanitario, porque se requiere desarrollar estas virtudes en todos sentidos, y porque nos permitan recibir el trato humano y generoso que nos pueden prodigar cuando está ahí, al pie de la cama o fuera del cuarto de hospital, en el quirófano o la sala de terapias.

Son las enfermeras fundamentales en la estructura médica, y hay que reconocer su invaluable labor, pidiendo al Creador les bendiga siempre y que sigan siendo tan humanas como las que hemos tenido oportunidad de conocer y recibir sus tratos.

Comentarios: columna.entre.nos@gmail.com

Carlos David Santamaría Ochoa

(México, D.F., 1957) Licenciado en Relaciones Públicas, Maestro en Trabajo Social y maestro en Comunicación; Doctor en Comunicación y Periodismo por la Universidad de Santiago de Compostela (Galicia, España). Diplomado en periodismo y en locución ( U.A.T.) Periodista desde el año de 1979.

Jefe de fotografía del periódico El Heraldo de México (1979).

Ha colaborado en los diarios locales El Mercurio de Tamaulipas, El Diario de Ciudad Victoria, La Verdad de Tamaulipas y en revistas como Poste Restante, A quien Corresponda, entre otras. Fue corresponsal del diario El Nacional, de la revista Época de México y de radio grupo ACIR. Fotógrafo profesional desde el año de 1978.

Fue jefe de prensa del Instituto Estatal Electoral en Tamaulipas y del Hospital General de Ciudad Victoria. Actualmente se desempeña como profesor de periodismo y fotografía en la licenciatura en Ciencias de la comunicación, en la Universidad Autónoma de Tamaulipas, donde también colabora como investigador.

Es presidente de Vive con Diabetes, A.C., dirige y conduce el programa de radio Al Día en Radio UAT.

Recientemente publicó su primer libro: Diario del Camino, Unidos por la Diabetes.

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