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El amor en tiempos de… Whatsapp

Por: Alberto Rivera El Día Martes 27 de Diciembre del 2016 a las 22:07

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Recuerdo con nostalgia esa época en la que mi hermano monopolizaba el teléfono de casa de mis papás para hablar con su primer amor. Al primer repique del timbre, su corazón se aceleraba con la esperanza de oír la voz de quien robaba sus suspiros adolescentes. Cada tarde, esa llamada era la causante de que su oreja quedara roja y adolorida y, en ocasiones, de una batalla campal conmigo, que esperaba la llamada de mi novia en ese entonces.

Los tiempos han cambiado, y de qué forma. La llegada del celular y las redes sociales revolucionó para siempre las relaciones sentimentales: cómo nos conocemos, cómo nos comunicamos y hasta por qué nos peleamos. Se supone que la tecnología nos facilita la vida, pero cualquiera que haya intentado navegar por las caudalosas aguas de la escena romántica  2.0 sabe que hay un mundo oscuro y tenebroso producto de mezclar el amor con los teléfonos inteligentes. Para quienes han vivido en un retiro emocional los últimos cinco años, a continuación ofrezco una muestra de lo que se han perdido.

El sujeto A le escribe a su pareja por WhatsApp. Pasan más de 90 segundos (tiempo promedio en que una persona responde a un texto) y el sujeto B no contesta. El diálogo interno es más o menos éste: “¿Por qué no me contesta? Está en línea… Eso quiere decir que debió haber visto mi mensaje. Ya aparecieron las palomitas azules. ¿Por qué tarda tanto? Seguro está hablando con ese/esa tipo/tipa a quien le dio like ayer”. El sujeto A mira finalmente el celular. Pasa un par de minutos… “Este/esta desgraciado/a sigue sin contestar. Le mande un mensaje a las 17:43 y ya son 17:56. Aquí dice que se conectó por última vez a las 17:52.” El sujeto A entra en un estado mental pasivo agresivo en el que la paciencia se agota y la ansiedad se eleva. Los adjetivos con los que califica al sujeto B distan mucho de los que usó escasos minutos antes en el mentado mensaje.

La tecnología se ha convertido en la mano que abre la caja de Pandora de las emociones. El caos comienza cuando la relación se construye sobre una vida virtual y no con base en la realidad. Hay que dejar en claro que las mujeres no son las únicas víctimas de ese estado mental que coquetea con la locura. No. Esta situación se presenta tanto en ellas como en ellos, a cualquier edad, en los cinco continentes.

En su cortometraje Doble Check, el joven director Paco Caballero retrato los tejemanejes del amor en la era de la mensajería instantánea. Una pareja sale a cenar y comienza a discutir porque ella no respondió un mensaje de él. El título del corto alude a uno de los mitos más extendidos de la posmodernidad: las dos palomitas verdes que aparecen al lado derecho del texto enviado en el chat de WhatsApp significaban que el receptor había leído el mensaje. Ese malentendido fue el culpable de infinidad de peleas, a tal grado que la misma compañía decidió publicar un desmentido en Twitter para aclarar las cosas: “Para su información: la doble paloma no significa que el mensaje ha sido leído, sino que ya se encuentra en el dispositivo del destinatario”.

Con 17 000 retuits, uno pensaría que esa declaración de WhatsApp Inc. acabó con las discusiones relacionadas con la mensajería instantánea, pero no. A algún desarrollador se le ocurrió que sería una grandiosa idea poder ver a qué hora se conectaron por última vez nuestros contactos. Al lado oscuro del corazón se le ocurrió que ese sería un motivo perfecto para iniciar una discusión: “¿Se puede saber que demonios hacías conectado a las 4:17 de la madrugada, cuando me dijiste que estabas muy cansado/a y ya te ibas a dormir?” Algo semejante se escucha miles de veces en el mundo todos los días. Por si fuera poco, los sádicos al mando de la compañía decidieron tomar la peor característica del sistema de mensajería de la agonizante Blackberry y, ahora sí, anunciarle al mundo cuándo leímos un mensaje con un par de palomitas azules. ¿Por? Claro que cada usuario puede configurar su cuenta para que no aparezcan las palomitas azules ni la hora de la última conexión, pero los reto a cambiar la configuración estando en una relación: 10 a 1 a que reciben un reclamo.

En febrero de 2016, la aplicación rebasó la barrera de los 1 000 millones de usuarios activos en todo el mundo, es decir, más de tres veces la población de Estados Unidos en la misma fecha. Como si fuera un país WhatsApp tiene su propia cultura e idiosincrasia. Todo el que no viva en el cibercelibato sabe perfectamente cuando la otra persona al otro lado del chat está de buenas, de malas, ocupada o triste sólo por su elección de emoticonos y signos de puntuación. Todos saben que usar la expresión inglesa OK para responder a un elaborado mensaje  puede desatar la furia del más sensato. Amigos y amigas con habilidades criptoanalíticas que dejarían en ridículo a cualquier espía de la Guerra Fría se sientan a discutir los mensajes recibidos.

Y de los rompimientos ni se diga. Una encuesta realizada por el sitio Recombu.com reveló que una de cada diez personas terminan su relación con un texto. La editora de tecnología Hannah Bouckley, encargada del estudio, asegura que el incremento de esos casos se debe a que los involucrados buscan evitar la confrontación. La encuesta también reveló otros datos inquietantes: uno de cada tres revisa los mensajes de su pareja, uno de cada diez borra las conversaciones que podrían levantar sospechas y el 25% de los encuestados usan ese medio para coquetear con quien no deberían. Así se vive el amor y el desamor en tiempos de WhatsApp.

@Alberto_Rivera2

Alberto Rivera

Construyo procesos de comunicación siendo y haciendo cosas diferentes, provocando emociones y moviendo conciencias hacia la participación social y política.

Ayudo a potenciar marcas de proyectos políticos y gubernamentales a través del descubrimiento de insights, arquetipos de marca y estrategias de comunicación política.

Soy consultor, catedrático y speaker en Estrategias de Campaña Política y de Gobierno. Director General de Visión Global Estrategias.

Soy originario de Tampico, Tamaulipas y cuento con una Maestría en Educación, Maestría en Política y Gobierno y Doctorado en Filosofía; además de tener diversas especializaciones en Comunicación Política, Consultoría Política e Imagen.

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