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Conversar escribiendo

Por: Ricardo Hernández El Día Miercoles 03 de Agosto del 2016 a las 09:51

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Una de las preocupaciones más grandes del ser humano ha consistido siempre en aprender a comunicarse de forma eficaz, y la escritura es un medio de comunicación importante tanto como lo es el saber leer, hablar y escuchar. A través de la escritura podemos expresar nuestras emociones, sentimientos, ideas, experiencias e inquietudes; emprendemos un placentero viaje recorriendo caminos de puntuación y signos ortográficos que nos van guiando hacia el lugar a donde pensamos llegar.

Enseguida, platicamos lo que hemos leído, echamos a volar la imaginación acerca del viaje que acabamos de explorar, por tanto le damos un valor histórico con un nombre en particular, como una leyenda, por ejemplo, una historieta, un cuento, una novela, un relato, una poesía, etc.

La escritura juega, entonces, un papel sumamente interesante en la vida del ser humano, y digo interesante porque se le tiene que relacionar con la imaginación, con la diversión. Al igual que a la mayoría de la gente nos encanta conversar, de igual manera podemos relacionar a la escritura con el placer de conversar; sólo que la escritura es como una novia celosa, requiere de  absoluta atención,  se necesita ejercitarse en secreto la mayor parte de las veces alejado del ruido, de la gente; es como un juego misterioso al que se le tiene que tener amor, paciencia, y mucha concentración: añadiría, dedicación.

Para algunos directores de periódicos tal vez, ya por la práctica, se pueden dar el lujo de interrumpir el artículo, columna o editorial que se encuentran escribiendo en ese instante cuando ha sido interrumpido por un visitante, pero no lo puede hacer por mucho tiempo, por eso dicen: “permítame un minuto, enseguida lo atiendo”. Luego vuelve el rostro sobre el teclado y continúa.

Se sabe que Gabriel García Márquez se tuvo que encerrar en su casa por espacio de seis meses para escribir la novela Cien Años de Soledad. Él sabía que necesitaba de absoluta concentración para este trabajo tan importante que le daría la gloria más tarde; durante ese lapso no quiso ver a ningún amigo. Mario Vargas Llosa se fue a España a escribir la novela La Ciudad y los perros, siendo que él era del Perú, de igual forma estuvo concentrado en su departamento para revisar un sinfín de veces la obra literaria. 

Para ejemplos hay muchos. Pero retomando el tema de la escritura, decíamos líneas arriba que se necesita del ingrediente “amor”. Toda escritura que se piensa compartir con fines de difusión a través de un medio impreso, sobre todo en un libro, se debe hacer con respecto a quien va dirigido el mensaje, en este caso, al lector.

El lector puede tener el nivel social que sea, y el mensaje tiene que ser lo más claro o legible posible. El escritor nos invita a través de su arte a sumergirnos en el mundo que ha creado, a veces es un mundo misterioso como el de Edgar Allan Poe con sus cuentos de terror o novela gótica. Hubo un tiempo en que me sentí identificado con este escritor  y periodista romántico de  origen estadounidense a quien admiré de más joven, leí dos de sus obras literarias como El gato negro y El cuervo.

Otro de los maestros en el arte de la escritura a quien también leí con sumo interés lo fue sin duda el escritor y periodista Oscar Wilde nacido en Dublín, Irlanda el 16 de octubre de 1854, su novela corta El retrato de Dorian Gray.  El escritor siempre se va mostrar agradecido cuando alguien lee sus escritos, y a su vez, el lector va a agradecer al escritor por haberse aparecido en su vida mediante un libro.

Hay escritores cuyo estilo y contenido de sus obras nos inspiran o nos motivan a sentarnos a escribir, no todos logran ese objetivo, pero los que lo consiguen su semilla se va regando por todo el mundo. Esa es la idea, que todo aquel que lee una obra literaria se inspire a escribir; ahora, existe una realidad, cuando se lee una obra con excelente lenguaje y puntuación ese estilo se contagia consciente o inconscientemente.

Para los que se la saben de todas a todas, murmuran “ese escritor está influenciado por fulano de tal”, como llegaron a relacionar el arte de Juan Rulfo bajo la influencia del estadounidense, William Faulkner.  En este caso con influencia o sin ella, lo cierto es que la escritura como medio de expresión transmite emociones y sentimientos.

A veces de tan hundidos que estamos en la lectura llegamos a reírnos como loquitos en la plaza del quince; en otras ocasiones en el restaurante María Bonita volteamos a nuestro lado para ver si acaso alguien no nos estará considerando locos mientras nos encontramos leyendo una novela que nos causa temor o gracia; en otras circunstancias estando en el café Cantón, pretendemos contarle al amigo lo que nos causa tanta gracia en la lectura.

Como cuando leí a carcajadas unas páginas de la obra del Quijote y las ocurrencias de Sancho, que por cierto –y hablando de influencias-, llegué a comparar y relacionar el estilo humorístico de Roberto Gómez Bolaños, a través de los personajes de Chespirito, y el Chavo del Ocho, con el estilo literario de Miguel de Cervantes Saavedra a través de los personajes de Don Quijote de la Mancha y Sancho Panza. Escribir requiere estudio, preparación y ejercicio constante. Escribir es una forma de conversar contigo, con tus amigos imaginarios o con tus amigos reales. ¡Hasta pronto!

Ricardo Hernández Hernández
Poeta y columnista

Colaborador del portal:” Hoy Tamaulipas” hasta la fecha.
Actualmente estoy cursando un “Diplomado en Creación literaria” en la Biblioteca del Centro Cultural Tamaulipas, con el maestro José Luis Velarde.

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