Existen muchas historias en torno a las administraciones municipales, estatales y federales, y por lo general, muchas de ellas salen a flote durante los últimos meses por una costumbre que tiene que ver con dos aspectos fundamentales: el primero, es que los que gobiernan ya se van y es para muchos el tiempo de sacar a relucir los errores, y por otro lado, porque no estamos acostumbrados a criticar en una nación donde las represalias están a la orden del día, y quienes gobiernan no pierden la oportunidad de sacar venganza hacia quien tuvo la osadía de criticar una de sus acciones.
Y como suele suceder, en todas las administraciones hay cosas buenas y malas, aspectos que se deben mejorar y otros que resultan magníficos: de todo hay en la Viña del Señor, dice el dicho.
Y también es muy común no tocar con comentario alguno la “obra insignia” de un gobernante, que muchas veces se centra en algo muy grande de tamaño aunque no se justifique, pero que puede ser su sello histórico.
Así recordamos, por ejemplo, la Unidad Cívico Gubernamental “Revolución Verde” de Enrique Cárdenas González, cuyo sucesor se encargó el primer día de quitar el nombre oficial. O el Hospital General de Ciudad Victoria, o el Centro Cultural Tamaulipas del doctor Martínez Manautou. Pensamos en el Acueducto de la presa Vicente Guerrero del inolvidable Américo Villarreal Guerra, y podemos enumerar una a una las obras de cada gobernante.
Todos han hecho algo para que se les recuerde durante años, aunque hoy en día predominan las historias poco gratificantes, y llenas de datos que tienen que ver más con aspectos filiales y genéticos que prácticos.
En Victoria era común que los alcaldes arreglaran la avenida Francisco I. Madero –el diecisiete- y con ello justificaban su accionar.
No existían, por ejemplo, las obras como el famoso 8 de 8 que nunca fue evaluado por la sociedad y que tiene graves anomalías que debieron costarle a los constructores una buena multa y la ordenanza de corregir sus torpes anomalías.
Así, vemos una ciclopista en la banqueta donde cruzan árboles, postes y todo lo que nada tiene que ver con las “bicis”, o algunos entronques que para muchos automovilistas no son congruentes; en este sentido, ha habido en algunos casos la explicación de algún miembro de la administración que explica el por que´se hizo de tal o cual manera.
Pero muchas veces, lo que se critica es el que no nos digan que se hace con nuestro dinero, lo que deja entrever la sospecha de que hicieron lo que quisieron y no lo que se requería.
En ese sentido, los ciudadanos no pedimos que nos den gusto total, a sabiendas que cualquier obra de pavimentación dejará beneficios en algún sector y críticas en quienes no recibieron la obra. Imposible dar gusto a todos a la vez: no alcanza ni el dinero, el material, el personal y la voluntad para hacerlo así, y tenemos que ser comprensivos en ese aspecto.
Porque el juicio de la historia estará ahí, aunque sabemos que para muchos ha sido intrascendente, dado el poco sentido de la honorabilidad que poseen y que no les importa que los demás pensemos cosas nada agradables.
Lo que nos interesa a los ciudadanos es que, los que nos buscan para el voto, los que recorren de sol a sol durante las campañas nuestras calles, esos que tienen ahora bonitos eslogans idénticos a los del próximo gobernador, simplemente, que trabajen y devenguen cada peso que se les pagará durante su gestión.
Porque no queremos mantener a nadie solo porque llegó a base de otras cosas.
Queremos que sean realmente servidores de la sociedad en que nos encontramos, que se conviertan en funcionarios públicos y no vean esto de la administración pública como un personal y poco honesto negocio.
Queremos que trabajen, que nos hagan caso, que ya no nos decepcionen, pues.
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