La pregunta ¿Qué opinión le merece el debate de los candidatos a gobernador?, tiene varias respuestas: unas son dogmáticas y otras pesimistas; dogmáticas aquellas que, terminado, ya pregonaban que había ganado su candidato, uno incluso hasta en un portal extranjero; las otras, pesimistas, porque no encontraron nada positivo, solo descalificaciones, pero no respuestas y, eso sí, una que otra promesa, de esas difíciles de cumplir.
Una forma de calificar el éxito o fracaso del debate está en dos de mis contactos del Facebook: uno lamenta que, por ver el debate, no vio el partido de futbol de las Chivas vs Pachuca; en tanto que otro, afirma, que prefirió ponerse a jugar con su pequeño hijo. De ese tamaño, digamos, fue lo interesante, significativo o relevante el debate.
Ahora bien, en términos de sociedad, de ser espectador de un hecho insólito, inédito, fue bueno. El debate en si fue un avance, mínimo, incipiente de la democracia. Termino la era en que solo grupos de patrones o de comerciantes hacían foros; de que se cuestionaba, por ejemplo, al candidato del PRI: Lo invitan a debatir aceptara el reto? Y su respuesta, frívola, era: debato todos los días en mis encuentros con el pueblo. Ya vendrán otros.
Grosso modo el debate tuvo una pérdida de tiempo en unas descalificaciones: se dijeron cosas que ya medio mundo sabe; de las acusaciones en los Estados Unidos en contra de García Cabeza de Vaca; a Baltazar de que es parte del grupo político que engendro la violencia en la entidad. Alguna cosa nueva la dio Gustavo Cárdenas al preguntar: ¿de qué vive el muchacho?
Y la verdad, en relación con propuestas u ofrecimiento de acciones de gobierno, da la impresión que todos se creen una especie de mago: van a resolver la problemática que hoy en día aqueja a los tamaulipecos, el más grave de ellos, la inseguridad; van a terminar con el desempleo, van a apoyar a los más débiles, a los más pobres. Y hay un pequeño detalle: eso ya lo dicen, no ahora, ni ayer, sino mucho antes. Por eso, Baltazar Hinojosa promete que el si hará bien las cosas. ¿Quiénes no lo han hecho?
Para que un debate sea de auténticas propuestas, efectivamente, se puede descalificar. Pero sobre las propuestas: si uno promete que va a acabar con el desempleo… la cuestión que diga, que se cuestionado, sobre como lo va a hacer. Crear empleos no es fácil, porque se necesita la participación de la iniciativa privada. Prometen acabar con la inseguridad, ¿con una policía de proximidad? ¿Por qué el Estado y al federación, a la fecha, se muestran impotentes?
Solo falto que alguno de los aspirantes mostrara en las manos una varita mágica. Gobernar no es fácil; más cuando impera el centralismo, la irresponsabilidad de nombrar colaboradores a inexpertos en las distintas áreas. Que experimentas políticas públicas, establecen procedimientos engorrosos. Pero sobre todo, cuando un gobierno se cobija con la percepción de que no están hechos para servir a la sociedad, pero si para servirse y hacerlo rápido, porque saben que el sexenio o el trienio tiene un fin.
De los participantes en el debate, cuando menos tres tienen experiencias de gobernar y de legislar: a partir de ahí, de sus propuestas de gobierno, es como se puede derivar un debate, sobre experiencias positivas y negativas. Y obvio, si hacen promesas, que expliquen la forma operativa de conducirla a feliz término… anunciarla, es solo una promesa, y algunas a veces son irrealizables.
En fin, lo positivo: que ya se vieron las caras los candidatos, que se dijeron sus cosas y se mostraron en toda su dimensión. Solo falto que uno de ellos, como lo anuncia en uno de sus espectaculares dijera: Soy más cabrón que bonito.
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