Es muy difícil encontrar gente con vocación de servicio, y es muy grave que en sectores básicos y prioritarios no exista ese sentimiento profesional y humano por parte de quienes cobran por trabajar ahí, y que convierten su actividad cotidiana en un verdadero “trabajo”, entendiendo lo anterior como algo que cuesta hacer, y que se hace a pesar de las cosas, y por el que se recibe una gratificación, mal ganada casi siempre, por la falta de compromiso con que se lleva a cabo.
Es muy triste enfermar y que no se encuentre del otro lado una respuesta adecuada, una medicina idónea o un tratamiento que responda a nuestras expectativas y no se recupere la salud.
Ya en una ocasión el columnista tuvo que convalecer en casa, víctima de una peligrosa estudiante de medicina que, sintiendo que el conocimiento llega al ponerse la bata, actuara con prepotencia y soberbia, llevando a tomar decisiones inadecuadas que pusieron en peligro la integridad física del entonces paciente.
En casa, fue difícil recuperarse, pero finalmente se llegó al éxito en el tratamiento, y con muchos sinsabores se pudo incorporar el que escribe a su vida cotidiana, productiva y más.
En una nueva ocasión, se enfrenta a este tipo de personas que no saben que hay un compromiso importante en el servicio a los demás.
No es fácil llegar en un grito de dolor y no recibir más que una sonrisa de una enfermera, pero ningún trato para el problema que se presentaba. Este tipo de acciones hablan muy mal de las dependencias o instituciones que prestan sus servicios, e injustamente, manchan el buen trabajo que la gran mayoría hacen día con día.
Hemos sido testigos de algunos doctores y enfermeras que, anteponiendo intereses de toda índole, están luchando por salvar la integridad física de alguien o la misma existencia: les hemos visto angustiados por salvar una vida, y les hemos visto pelear con algunos compañeros en aras de encontrar la eficiencia del equipo de trabajo propio de estas circunstancias, y que va de la mano con el personal que tiene que hacer estudios, cuidados, papelería, diagnóstico, tratamiento o intervenciones quirúrgicas.
Somos tan injustos los seres humanos que, cuando todos los miembros del equipo transdiscipliario nos atienden bien, no decimos nada, porque sabemos que “es su obligación”, y “para eso les pagan”, según lo ponemos de manifiesto.
Pero no falle algún detalle por pequeño que sea, porque nos vamos hablando horrores de la dependencia, de la clínica u hospital y jugamos con la reputación de todos los que hicieron su trabajo eficientemente, y que serán víctimas de un individuo que no se puso al corriente con su espíritu de servicio.
En ese sentido, debe existir un filtro en instituciones médicas, para no dejar que estén “chacoteando” los jóvenes que se preparan para ser médicos de verdad, y que en ciertos departamentos se pueda atender con prontitud y calidad humana.
Muchas veces lo que necesitamos es una frase humana y cálida más que un antibiótico, porque la primera nos ayuda a mejorar en distintos rubros, y el segundo hará la otra parte del tratamiento.
En ese sentido, el secretario de Salud Norberto Treviño García Manzo ha insistido mucho en que quien cobra en la SST debe dejar en cada acción su corazón y entrega al servicio de los demás, considerando que es una de las áreas prioritarias que mayor impacto tienen en la población.
Y ha exigido entrega, total entrega, para que usted o yo podamos salir, si no totalmente curados, sí satisfechos de saber que los esfuerzos y presupuestos sanitarios en la entidad están bien empleados, y que la calidad humana es prioritaria para todos los que hicieron alguna vez el juramento de Hipócrates, o los que pensaron que la salud es un buen método para vivir.
Debemos pugnar porque todos sean profesionales y humanos, porque se requiere en tiempos difíciles sobre todo.
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