Esta pregunta nos la deberíamos hacer todos los días quienes tenemos herederos nacidos en esta noble y bronca tierra, llena de pasiones y recursos para todos.
Sin embargo, a veces olvidamos para qué son las actividades que emprendemos y pensamos que son tan superficiales como nuestro traje cotidiano.
Recordamos a quienes estuvimos en el movimiento Scout y que pensaban algunos de nuestros familiares que no era más que un “grupo de niños vestidos de bobos dirigidos por un bobo vestido de niño”, y nos enojábamos porque no tenían idea de lo que era ser Scout.
Era aprender, no a hacer un nudo o a obtener una especialidad, no a prender una fogata o a coser una insignia, sino aprender a bastarnos por nosotros mismos en cualquier actividad posible en la que emprendemos parte de nuestras vidas.
El deporte es claro ejemplo de ello, pero hay quien desvirtúa sus principios.
Y la molestia surgió este sábado en las canchas de la Unidad Deportiva de esta ciudad, dentro de las actividades de la llamada Copa UAT, y que es dirigida por algunas personas que tienen muchos resentimientos personales y los llevan a sus juntas, olvidando la esencia del deporte.
No es jugar fútbol por meter un gol o patear una pelota, es algo más que eso: es formar a los deportistas, niños y jóvenes, en un espíritu de competencia deportiva, noble y amable, leal y sincera.
Hemos encontrado que los árbitros para no meterse en problemas no corrigen a los jugadores como los que nos enfrentamos, con un lenguaje florido digno del carretonero más vulgar del mundo. No les importó que en la tribuna estuvieran sus familiares –entre ellos, madres y hermanas- o que jugaran con un equipo de chicas, cuya necesidad de proyectarse les obliga a jugar estos eventos para foguearse.
Lo más triste es que en la misma grada, las obesas porristas, originarias de un sitio bastante pobre, se dedicaron a insultar a las jugadoras contrarias y a los mismos jugadores de su equipo.
El lenguaje florido, en todo su apogeo, en cancha y gradas.
Y los árbitros, nada hacen: menos los directivos.
Entendemos que el deporte es formativo, y si los que dirigen lo siguen viendo como un negocio o posición política, estamos más que fritos. No es el espíritu deportivo el que priva.
A cualquier persona no afín a ellos le castigan de cualquier cosa, y de la manera más injusta, como sucedió también con un profesor cuyo pecado fue el no tener un sello en una de las credenciales.
Ese tipo de reacciones y acciones son las cotidianas en la liga que avala nuestra máxima casa de estudios. Estamos totalmente seguros que quien dirige deportes de la Universidad no sabe lo mal que están sucediendo las cosas en este torneo que pretende formar a nuestros muchachos.
El deporte es una de las actividades más especiales y nobles, y debemos aprovecharlo al máximo. Los entrenadores deben enseñar a sus jugadores a tener honor y vergüenza deportiva: no mofarse nunca de los rivales, no cometer actos de violencia, no simular faltas, porque esa simulación la llevarán seguramente a sus vidas, y no tratar de sacar mala ventaja.
El deporte nos ofrece todo para ser mejores. Hay que aprovecharlo en su máxima esencia, y pugnar porque los que dirigen el deporte, estatal, municipal, universitario y educativo, tengan colaboradores dignos de sus causas.
En esta ocasión, nos manifestamos en contra de que se usen las canchas de todos nosotros, para no únicamente jugar fútbol, sino convertirlas en algo más bajo que una cantina de un lugar de mala muerte, donde las palabras altisonantes, los insultos y las denostaciones son el pan de todos los días.
¿OP eso queremos para nuestros hijos a futuro?
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