Es desagradable a más no poder el hecho de padecer el mal trato de las compañías aéreas en el país y casi podemos afirmar que en el mundo entero: si bien es cierto que el servicio tiene costos muy elevados, hay que considerar que los miles de millones de pesos y dólares que ganan anualmente se deben al uso que les damos cotidianamente personas comunes y corrientes, es decir, cada boleto que se paga en una aerolínea tiene parte del pago de ganancias para quienes ostentan su propiedad.
El reciente caso de la compañía aérea Aeromar nos hace pensar en la necesidad de pedir a quien aspire a la gubernatura, que entre sus temas de la agenda de gobierno anote el de promoción turística y de movilidad, y contenga partes determinantes como el hecho de contar con servicio de transportación aérea competente, de calidad y que no nos traten como esclavos.
La razón oficial: un despiste de una compañía aérea grande que ocasionó un retraso de más de dos horas en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México provocó que cientos de vuelos fueran demorados, retrasados por horas, como cotidianamente suele acontecer con la línea que nos presenta un servicio caro y malo a más o poder.
De todos es sabido que la relación costo-distancia que maneja Aeromar es elevadísima, a la altura de las más caras del mundo, pero la verdad sea dicha, el servicio deja muchísimo que desear.
No resulta agradable llegar al mostrador y enfrentarse con una mal encarada mujer cuarentona –o más- que nos trata peor que si fuéramos esclavos.
Nada saben de la atención al público, de decencia, de buenos modales y eficiencia como la tuvo antaño, cuando su director general se preocupaba por todos los detalles de operación. Hoy, cambió director, y por desgracia ha llegado alguien que no tiene intención de entregarnos un servicio adecuado a las necesidades de la capital de Tamaulipas.
Y el problema lo vemos en todas las líneas: los empleados actúan como si fueran de la realeza –de angora, decía un buen amigo-y nos tratan como si fuéramos raza inferior a ellos.
Ni la más jodida idea tienen de lo que es el trato al cliente, la atención al usuario, y la necesidad de cuidar a quienes con su uso diario mantienen a sus familias.
Son prepotentes, nos hacen esperar lo que desean; cuando se les ocurre, piden pasaporte, credencial, constancia y lo que sea, con tal de satisfacer su pobre cultura y ubicación social.
No son claros en sus explicaciones por demoras o cancelaciones, y eso lo padecemos quienes nos quedamos callados, con la idea de que “nadie va a hacer nada con éstos”, y entonces, no extendemos una buena queja formal.
¿Qué se nos ocurre?
Deberíamos hacer una protesta masiva y dejar de usar la aerolínea al menos una semana, y que sepan cuán importante es el usuario, y la forma tan estúpida y torpe que tienen de actuar sería probablemente suplantada por un poco de sentido común.
Aunque, a ciencia cierta, lo dudamos, porque tienen el criterio tan pequeño que dudamos que sepan hacer buen uso de sus habilidades personales.
Aeromar se llama, es cara, mala y deficiente; no tiene intención de mejorar su servicio porque se asegura fuera de ella que tienen pagados los boletos, se ocupen o no, mediante convenio gubernamental.
Lo que sí es cierto es que requiere, con urgencia, cambiar la actitud de las aerolíneas y nosotros, como usuarios, mejorar la clase a la que estamos obligados a pertenecer, exigiendo un buen trato, así de claro.
Mientras tanto, que los pre-candidatos tomen nota y gestionan a quien pueda suplir tan malo y caro servicio, y lo peor: tan importante para muchos sectores productivos y de servicios.
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