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La memoria como musa para E. L. Doctorow (1931-2015)

Por: Ricardo Hernández 24/11/2015 | Actualizada a las 12:14h
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En el invierno del 2011 me encontraba en casa, solo, poseído por una melodiosa atmósfera de silencio, justo cuando  la noche comenzó a caer en forma de pelusa en aquel día del viernes. Mi gato negro, Esopo, permanecía junto a mis pies mientras yo leía, atento,  un texto referente al escritor ruso, Gorki.

De dicho texto aprendí algo que hasta la fecha  recuerdo con precisión y que me ha servido para tranquilizar mis ímpetus por pretender leer  de golpe los infinitos libros que abundan en el mundo.

Un maestro del entonces joven escritor, le dijo que si después de haber leído un libro le quedaron dudas y con el deseo de volver a releerlo para comprenderlo mejor,  era necesario no volverlo a leer, sino leerlo de ser posible hasta cien veces.

Ahora a mí me había entrado ese titubeo ¿Por qué leer una novela hasta cien veces?

La respuesta me la dio el mismo tiempo.

Por aquellas frías, a la vez cálidas fechas de diciembre, Esopo era mi mejor amigo, juntos compartíamos los mejores momentos. Llegué a pensar que a mi gato sólo le hacía falta hablar para responderme que lo que yo con entusiasmo le había leído de Gorki, lo había comprendido mejor que nadie, pues me miraba siempre atento, con sus ojos amarillos y sus finas orejas erguidas, moviéndolas para agudizar los sonidos de las palabras.

Hace poco tiempo, ahora en el otoño de este año, adquirí la revista NEXOS del mes de septiembre del 2015, ahí viene un artículo publicado por el poeta y traductor Rafael Vargas, quien escribe un breve comentario sobre quién fue E.L. Doctorow como escritor, como narrador de la más famosa novela Ragtime, inspirada en una casa que habitaba en la pequeña ciudad neoyorquina de Nueva Rochelle, en Broadview Avenue.

Rafael Vargas me dio una gran lección de aprendizaje con estas palabras: “Para Doctorow la memoria es la musa, el punto de partida de toda narrativa. El pasado es un país que podemos recorrer sin acabar de conocerlo jamás (…). Visitar el pasado permite imaginar cosas que tal vez ocurrieron o tal vez no. Al cabo, escribir sobre el pasado es inventarlo”.

Es justo el comentario del poeta acerca de E.L. Doctorow, antes de pasar a leer el siguiente artículo: La infancia de un escritor, de Doctorow.

Y digo que me dio una gran lección por aquello de que la MUSA puede ser precisamente la memoria, el pasado. Se me viene a la mente lo que dijo en una entrevista el escritor peruano Mario Vargas Llosa, con respecto a que él prefería tomar los hechos reales para jugar con ello a las mentiras.

El análisis al que llegó el poeta Rafael Vargas en su artículo sobre Doctorow, para mí fue algo increíble. Me despejó algunas dudas que tenía sobre cómo y de dónde sacar material para hacer narrativa. El comentario con respecto a la memoria como musa, y  punto de partida de toda  narrativa, lo traje en mi mente tratando de descifrar o de comprenderaún mejor el mensaje.

Por las mañanas cuando salía de casa al  trabajo, repetía mentalmente: “Memoria-musa-narrativa…”.

Luego de haber leído a Rafael Vargas, pasé a leer a E.L. Doctorow: LA INFANCIA DE UN ESCRITOR.

Pero no  leí un artículo enseguida del otro.

Porque antes de haberme ido al trabajo, leí por la mañana a Rafael Vargas.

Por la noche de ese mismo día, antes de las nueve, mi madre me invitó a cenar con ella en su casa. No tan sólo me invitó a cenar sino que me prohibió regresar a mi casa por ser muy noche.

…Finalmente mi madre.

Sólo que le advertí: “¡Con una condición!”. Ella interrogó: “¿A ver?” Abrí mi maletín y saqué la revista. Enseguida señalé: “Me deja leer un artículo de la revista NEXOS”.

Explico esto porque a mi madre le gusta mucho conversar conmigo; más bien prefiere que yo la escuche. De esa manera se nos pasan las horas demasiado rápido. Pero en fin.

Esa noche leí entusiasmado a E.L. Doctorow.

El escritor norteamericano nos sumerge al mundo de un muchachito entusiasmado por el poder de la palabra, como dice Rafael Vargas.

“Me llamaron Edgar, explica el personaje, porque mi padre adoraba la obra de Edgar Allan Poe”.

Las iniciales E.L. Son, pues, Edgar Lawrence. Y de ahí parte Doctorow su narrativa para conducirnos hasta adentrarnos en el mundo de los libros que leyó de niño, luego de adolescente como Tráiganlos Vivos, de Frank Buck; Bambi, de Félix Salten; Los Horizon, de James Hilton, etc. 

El texto de Doctorow, aparte de ser emocionante y divertido, aprendí la lección que anteriormente  había aprendido del poeta Rafael Vargas: a usar la memoria como musa, como el punto de partida de toda narrativa.

Doctorow trajo a su memoria varios recuerdos de su infancia así como de su juventud. Pero como se pregunta Rafael Vargas ¿Cuántas cosas de nuestra niñez recordamos de manera exacta?, ¿cuántas soñamos?, ¿cuántas queremos creer que ocurrieron como creemos?

El artículo E.L. Doctorow  Leer es escribir, de Rafael Vargas; así como el de Doctorow, La infancia de un escritor, los he leído una y otra vez para poder aprovechar los conocimientos. Algo de lo que mencioné al principio de la columna referente a lo que le dijeron al escritor Gorki: leer si es posible más de cien veces para comprender la obra.

Claro que cualquiera diría que es una locura; sin embargo, Mario Vargas Llosa leyó media docena de veces la novela de Flaubert, Madame Bovary, de quien por cierto,  alude  Doctorow de la siguiente manera: “Esta escritora, esta vecina de los Briggs, sabía  lo que Flaubert, el gran teórico de la narrativa, había expresado como una especie de descubrimiento: que la manera de hacer que un objeto exista en un relato es hacerlo actuar con otro objeto. Lo que hace que las cosas cobren existencia es verlas operar (…)”.

Hace apenas un par de días, mi madre me habló por teléfono para invitarme a cenar. Ya estando en su casa, y después de cenar, ella se ocupó realizando algunas llamadas por teléfono.

Aproveché el momento para volver a leer a Doctorow y subrayar algunas anotaciones. Por cierto, también leí a Juan Manuel Gómez, su artículo relacionado con el mismo tema: La ciudad de Doctorow. 

Nueva York, como tema  recurrente en la obra del escritor norteamericano.

Haber leído esta parte de LA CIUDAD DE LOS LIBROS de la revista NEXOS, y sobre todo, acerca de quién fue Doctorow como escritor de narrativa, fue algo inolvidable.

Las seis páginas desde el artículo de Rafael Vargas, pasando por el de Doctorow y finalizando con el de Juan Manuel Gómez, en las cuales tengo subrayado párrafos, palabras, e ideas que me sirven para mejorar mis relatos, mismos que escribo con mucho entusiasmo. Debo admitir que lo que le dijeron a Gorki, fue sin duda, una mera verdad. De tal manera que ahora no me preocupo tanto por revisar la librería universal, sino más bien de intentar comprender y volver a comprender mejor una obra, despedazándola si es necesario, espulgarla como a los frijoles:¡arrojar las hojas al aire como un triunfo de haber asimilado en sus dimensiones, la obra literaria en cuestión!.

Ricardo Hernández Hernández
Poeta y columnista

Colaborador del portal:” Hoy Tamaulipas” hasta la fecha.

Actualmente estoy cursando un “Diplomado en Creación literaria” en la Biblioteca del Centro Cultural Tamaulipas, con el maestro José Luis Velarde.
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