Quito, Ecuador.- A punto de entrar al último mes del año, la economía del país sigue siendo una interrogante para los mexicanos, porque no tenemos ni la menor idea de lo que se fraguará en 2016 y que pretenderá aliviar la situación del país, pero a costa del bienestar de nuestras familias.
El enojo surge cuando nos apretamos el cinturón y pagamos muchas más cargas fiscales porque la nación lo requiere, pero volteamos a ver la inequidad existente en los gastos gubernamentales: no es posible entender que se gasten millones de pesos en actos públicos, en imagen y traslados cuando el país se encuentra en situación difícil.
Y la verdad es que todo eso afecta a los municipios, la parte más pequeña del aparato gubernamental y la que más criticada es por la opinión pública, porque, finalmente, es a la que exigimos los servicios públicos básicos, como el pavimento, alumbrado, vigilancia y más.
Un poco o mucho injustos nuestros comentarios, pero la verdad es que los ciudadanos tenemos razón en exigir mejor calidad de vida, pero los ayuntamientos no pueden hacer magia con los tres centavos de presupuesto que se les otorga, y con la poca captación de recursos de parte de la ciudadanía.
Es impresionante ver cuánto dinero se recauda a nivel estatal o federal, y la poca, muy poca participación que se otorga a los ayuntamientos.
Sin embargo, hay cosas que son dignas de mencionar y hay que reconocer, porque no se puede hacer más, y lo sabemos.
Victoria, la capital de Tamaulipas sigue un paso de crecimiento constante, aunque quizá no es el que desearíamos los tamaulipecos, pero no podemos decir que se haya detenido, porque la verdad es que hay aspectos que se tienen que reconocer y tratar de criticar en la medida que tengamos una participación.
Quisiéramos tener más recursos para aplicar a la ciudad, lo sabemos, y entendemos que la autoridad tiene un gran dilema en la decisión de su aplicación. Un ejemplo: cuando se habla de pavimentación, es difícil, muy difícil determinar qué áreas se deben de atender, cuando la ciudad tiene verdadera necesidad de un programa emergente que cuesta dinero.
Y el dinero solamente surge de los recursos que ingresan por diversos rubros, aunque quisiéramos, sinceramente, que los provenientes del impuesto a la gasolina y otros aspectos que tienen que ver con nosotros directamente se aplicaran a nuestras necesidades.
No estamos conformes con el dinero que se lleva la Federación y menos, cuando vemos tanto gasto superfluo.
Deberíamos iniciar por cancelar las compensaciones de los legisladores federales, y hacerlos entrar en la escala de salarios justos, que ganen bien pero no esas cantidades insultantes para un país en crisis.
Que se suprima a los diputados plurinominales: a nadie representan, de nada sirven, cuestan mucho dinero y engrosan los presupuestos.
Que se apliquen impuestos de acuerdo a los ingresos de la gente, y que se aumenten las multas por manejar alcoholizados, por no respetar reglamentos y leyes, pero que se apliquen verdaderamente a todos sin distingo alguno.
Que se disminuya el gasto de vehículos oficiales que solamente sirven para transportar a gente que trabaja en gobierno, pero para sus asuntos particulares y no justifican la existencia de miles y miles de unidades.
Que nuestras autoridades sepan lo que pensamos los ciudadanos, y qué queremos para nuestros hijos: que haya oportunidades de verdadero desarrollo, que se busquen proyectos y programas en el extranjero que nos ofrezcan recursos a cambio de la calidad de la mano de obra mexicana.
Quisiéramos un México diferente, pero debemos empezar por las células oficiales más discretas: los municipios.
Y es ahí, justo ahí, donde las autoridades federales debieran incrementar su participación, y entonces sí, con sobrada razón, pedir mayor eficiencia, que de eso estamos urgidos.
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