Hoy que todo mundo se siente con derecho a ser precandidato y posteriormente candidato a puesto de elección popular, tanto para gobernador, alcalde o diputado local, surge de nueva cuenta el tema de la equidad de género, donde una absurda ley estipula que debe haber la mitad de candidat@s hombres y la otra mitad, mujeres.
Y decimos que no se puede pensar en aspectos equitativos cuando se justifica el ser hombre o mujer para ocupar el cargo determinado.
No somos partícipes de la descalificación; fuera de nuestra forma de pensar están esos comentarios que rezan que “todos los hombres son iguales”, o “tenía que ser mujer”, haciendo énfasis en las cosas que no nos gustan de un género u otro.
Somos tan perfectibles, tan buenos o malos unos y otras.
Hace poco se publicó un texto muy interesante que habla de la moda que impuso Vicente Fox en sus discursos cuando decía: “mexicanos y mexicanas2, olvidando que algunos gentilicios se manejan en neutro, que no es lo mismo que masculino.
Mexicanos, por ejemplo, se refiere a habitantes de México y no a “habitantes y habitantas”, es un disparate que se le ocurrió al grandote guanajuatense para quedar bien seguramente con Marthita, la dueña de su voluntad y del poder de nuestro país.
Decimos, “el ser humano”, “la gente”, y se refiere a grupos de personas de ambos géneros, sin distingo.
El querer que nos diferencien entre géneros significa que no hemos superado el complejo de inferioridad, de ellas o ellos, y que suponemos que somos mejores –o mejoras, dirían las feministas- y nada es apegado a la realidad.
Candidatos o candidatas, es igual para los mexicanos, y ahora, para los tamaulipecos.
¿Qué se busca? Gente con capacidad, independientemente del género. No buscamos quien sea gobernante para desfilar en una pasarela o salir brincando arriba de un caballo. No queremos eso: buscamos calidad en la gobernanza para todos, honorabilidad, honestidad y ya. El género sobre, pues.
Algunas personas de sexo femenino pelean ser seleccionadas como algo especial, pero son bien curiosas: exigen equidad en todo, y a la hora de hacer una fila para la comida o el banco esgrimen que “un buen caballero siempre da paso a una dama”, o “primero las damas”. ¿En qué quedamos entonces?
Muchos aspirantes se han dedicado a gastar dinero que en varias ocasiones surge de presupuestos oficiales para hacer su precampaña; no nos gusta la idea y pensamos que es un engaño a la ley electoral, a la sociedad y a ellos mismos, y les descalifican esas acciones porque, si ahora son deshonestos e infringen la ley, ¿qué podemos esperar cuando lleguen?
No a la mujer o al hombre en separado, y tenemos que entender que la Biblia habla de la creación y de ambas figuras humanas, que los poetas hablan de la maravilla de una unión o relación entre hombre y mujer, entre ambos sexos, y no dicen que debemos andar en caminos diferentes.
Decía el Pbro. Xavier Pérez que los casados son uno para el otro: “casados, casa de dos, por eso, se complementan”, le escuchamos en varias ocasiones.
Así que, no compartimos la idea de que haya igual número de diputados y diputadas: queremos que se nomine a los mejores, independientemente de su género. Lo que importa es que sean capaces de hacer un buen papel como legisladores o gobernantes. Lo demás es adorno.
Nadie es tan feminista como un varón, ni tan machista como una dama. Somos complemento, y en cosas de elecciones y puestos, no nos importa más que sea quien llegue, la mejor opción. No importa su género o preferencias. Solo que sea lo mejor para la mayoría, pues.
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