“Me enfurece lo difícil que es encontrar un buen trabajo a mi edad, en este país, y si le sumamos los acosos sexuales que están a la orden del día, esto es un reverendo desastre…”
Dice Regina, la protagonista principal del libro “Una mujer de cuarenta para Nick”, escrita magistralmente por MD Ross.
Le dice su madre: “¿Te sientes bien con él? No te ha hecho proposiciones indecorosas como lo hicieron otros?
Nos muestra la vida de una mujer viuda de cuarenta años y que sufre lo que se padece en esta nación: la falta de un empleo digno conseguido a base de capacidad y talento, y que solamente es posible cuando una mujer que requiere buen ingreso se ofrece o cede sexualmente ante el acoso de esas bestias humanas que se dicen “jefes”, “patrones” o quienes tienen en sí la capacidad de otorgar o no el puesto.
El acoso sexual en México es pan de todos los días para obtener un buen empleo, y desgraciadamente, mucha gente –hombres y mujeres- caen por la necesidad de llevar un buen ingreso a casa, lo que semeja una acción comparable a la prostitución que se ejerce desde tiempos inmemoriales en todo el mundo, y que si bien es cierto que nunca desaparecerá, tiene sus particularidades que se pierden cuando se trata de buscar un empleo.
Una chica guapa con buen empleo y buen automóvil nunca será sujeta a un comentario pro su capacidad intelectual o laboral, sino por su forma en que llegó al cargo o puesto. Desgraciadamente, es muy común escuchar estas historias.
Una buena persona tuvo que correr de su empleo –bien remunerado y eficientemente logrado- gracias al acoso del animal que se decía su jefe y que, sigue siéndolo, pero a un precio muy elevado: quedándose sin su auxiliar eficiente y pagando una buena cantidad por su silencio.
Ese es el precio que paga la muer o el hombre cuando son acosados y se les condiciona en su empleo. Cosa de todos los días, y miente quien diga que no existe en nuestro entorno.
Llenos de este tipo de ejemplos en las oficinas de todos los días, aunque existen de repente algunos y algunas personas que sí tienen capacidad y saben lo que hacen, saben cómo lo llevan a cabo, y demuestran su valía por sobre todas las cosas.
Esa gente es la que se atreve a levantar la voz en base a su capacidad.
Pero esas otras personas, principalmente mujeres, que ceden ante el acoso de los animales que existen por servidores públicos, funcionarios o jefes, tienen mucha de la culpa de que exista este problema social, porque permiten ser vejadas, ninguneadas y humilladas porque estos bestias piensan que ellas valen tanto como su… ya sabe usted.
Es necesario crear la cultura de la denuncia y que se pierda el miedo a las represalias.
En el caso de ellas, dicen que si se quejan o demandan, seguramente nadie les querrá dar trabajo después, y terminan algunas cediendo, y otras quedándose sin el trabajo que tanta falta les hace.
En el caso de los varones, simplemente porque si ellos llegan a demandar, socialmente se les etiqueta como “maricones”, “mandilones” y otras cosas más, e una sociedad altamente machista.
Algunos grupos sociales trabajan este problema y se ha logrado un gran avance, sin embargo, todavía nos falta mucho por hacer.
Y es en casa donde tenemos que comenzar: enseñar a nuestros hijos e hijas que no tienen por qué ceder a esos cerdos o cerdas, y que tienen que obtener con dignidad profesional su puesto laboral. Que no es su cuerpo el que vale tanto como su esfuerzo, su preparación y su intelecto.
O qué, ¿les vamos a dejar que sigan viviendo ninguneados, pisoteados y humillados?
Como que ya es hora de que se conduzcan con todo el decoro humano posible.
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