Sin lugar a dudas, las obras hablan por cualquiera de los funcionarios de todo nivel: cuando vemos una buena carretera, calle o avenida, y sabemos de donde surgieron los recursos, pensamos que alguien está haciendo su trabajo de la forma más adecuada.
Igual sucede si vemos clínicas y hospitales surtidos con medicamentos y la infraestructura funcionando como debe de ser, o las escuelas que no carecen de lo elemental, porque hemos de consignar que siempre se carecerá de algo por pequeño que sea, producto de desgaste natural o de utilización emergente. Algo se pasa y ahí está el detalle.
Lo malo es contar con esos criticones que solamente están viendo esos pequeños errores para echarlos en cara y denostar a las autoridades de los tres niveles: municipal, estatal y federal.
Cierto es que tenemos mucha mala imagen de éstos y que pocas veces pensamos bien: somos muy dados a pensar que cuando se hace alguna obra alguien se está yendo “grande” con las comisiones y las ganancias que seguramente deberían haberse aplicado a la reducción presupuestal.
Sin embargo, hemos visto mucho avance en ciertos rubros; en algunos hay más que en otros y es natural, además porque no se puede estar en todo rincón, situación y lugar al mismo tiempo. Somos humanos, no superhéroes, y algo puede fallar o falla, y entonces es cuando entran esos comentarios malsanos que abundan desdichadamente.
Los agoreros de la derrota que critican porque se hace una calle y levantará polvareda, o porque no se hace y habrá lodo: el caso es protestar.
Y perdone el ector, pero queremos insistir en una de las obras magnas que se llevan a cabo en la capital de Tamaulipas y que es nada menos que el acueducto periférico que se construye para aliviar de escasez de agua a la periferia de la ciudad, así como a otros lugares donde había problema para un adecuado abasto del vital líquido.
Pero eso no es todo: hay que aprender a cuidar el recurso, porque vaya que hay desperdicios: lo vemos en detalles mínimos y aparentemente insignificantes: dése una vuelta por el gimnasio multidisciplinario de la Universidad Autónoma de Tamaulipas, y verá a dos o tres inconscientes estudiantes que se bañan al término de sus ejercicios pero con las llaves a todo, el agua corriendo en cantidades importantes y, lo peor de todo, que no se utiliza el líquido.
Para la tarde, ya no hay agua y vienen los problemas.
En los jardines vemos también a veces jardineros que no son conscientes del desperdicio del líquido, y hemos de pensar que si todos hacemos un esfuerzo por cuidar el agua, podríamos tener mayor recurso, y las obras del gobierno estatal y federal podrían ser aún mucho más útiles, porque no se necesitaría la cantidad tan importante de líquido que se requiere gracias al desperdicio cotidiano.
Esos o esas que “barren” las banquetas con agua y que dicen como siempre, con lujo de prepotencia: “para eso la pago”, como si su dinero fuera la solución para una escasez que puede llegar, una sequía contumaz, o una carencia total del líquido, merced al uso que se le otorga a cada toma domiciliaria y pública.
Son tiempos en que tenemos que pensar ecológicamente y tratar de optimizar los recursos que tiene el planeta sin lugar a dudas, y son tiempos en que hay que enseñar a los hijos la importancia de los recursos en cuestión.
En ese sentido, todos tenemos una misión especial con los hijos y las personas cercanas que, a veces son muy rezongones y groseros, pero podemos predicar con el ejemplo, y hacer que cuiden los recursos de la madre naturaleza.
Vamos cuidando y respetando estos recursos; para ello hay grupos ecologistas en la ciudad que nos pueden ayudar a entender el por qué de los cuidados que debemos observar.
Acerquémonos a ellos, que buena falta nos hace y a ellos les falta ese eco de la sociedad.
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