El columnista ha criticado muchas veces a quienes establecieron las políticas del llamado “Sistema Nacional de Investigadores”, por la falta de veracidad en su resultado laboral, y porque se ha convertido, en un porcentaje importante, en guarida de ladrones de trabajos intelectuales en todas las disciplinas del país.
Es un hecho, y nadie puede negarlo, que algunos pseudo catedráticos o profesores, maestros o docentes se encargan de solicitar a sus alumnos trabajos para calificar las materias en niveles de licenciatura, maestría e inclusive doctorado, y con esos trabajos dan cuerpo a sus artículos, pero son tan haraganes, mediocres y cínicos que no cambian siquiera los sustantivos básicos para pretender engañar como si lo hubieran escrito ellos mismos.
Pan de todos los días, dirían los abuelos.
El último y sonado caso es de un individuo que responde al nombre de Cuauhtémoc Calderón Villarreal, miembro de una de las siete comisiones del SIN que se encargan de evaluar a los investigadores o futuros miembros del Sistema en mención.
Tanto este sujeto como su esposa Leticia Hernández Bielma han estado involucrados en casos de plagio de material, específicamente en un caso donde Sergio Mendoza Domínguez demandó y desgraciadamente no pudo ser sujeto a un acto de justicia.
Hay antecedentes y testimonios de la complicidad de tipos que dirigen universidades y sistemas de investigación.
El referido Calderón es investigador nivel III y su esposa es nivel I, es decir, cobran un buen dinero por robar trabajos de otros y hacerlos propios en ponencias, artículos de libros y libros completos.
Uno pensaría: “así, cualquiera puede ser investigador”. En Tamaulipas no estamos ajenos a esta mala práctica y hay algunos elementos que tienen grados académicos otorgados en base al trabajo de otros. No pretendemos acusar a alguien en especial, porque realmente no existe ese interés.
En una ocasión nos cuestionaron sobre la posibilidad de firmar imágenes o textos en forma que no se puedan plagiar, y siempre hemos pensado que el conocimiento que hemos obtenido en base a una investigación nueva, o una imagen lograda en condiciones especiales, son propias, y quien lo robe lo hará presumiendo autorías ajenas, pero la satisfacción, estimado amigo, de haberlo hecho, nunca la tendrá y eso no se puede arrebatar a quienes vemos nuestro trabajo en alguna parte y lo reconocemos.
Insistimos en que debe existir en cada universidad –pública y privada- un comité muy especial, muy estricto, muy agresivamente fuerte que determine la validez de nuestros investigadores.
Imagine el lector que tengamos 30 elementos en el SIN y otra institución pueda contar con 100 o 120, pero de esos, una gran mayoría fueran “patito”, tramposos, plagiadores o ladrones intelectuales.
¿Qué sería mejor?
Nos inclinamos por pugnar que entre los nuestros haya decencia, honestidad, y que nadie presuma de creaciones intelectuales o artísticas que no son propias, y que tengamos el valor de reconocer cuando tomamos algo de otros. Se vale citar y consignar, pero hay que establecer claramente de quien es la idea que pretendemos exponer.
No es honesto robar, y eso lo sabemos.
Pero… ¿Qué podemos esperar en una sociedad donde sus comentaristas de televisión aseguran en un partido de fútbol que “se cometió una falta necesaria” dando por válido el infringir un reglamento?
Con esa mentalidad, esos tramposos nunca dejarán de serlo., Ojalá el Conacyt y el SIN puedan lograr una limpia en su triste reputación, porque con esos antecedentes, no quedan ganas de volver a participar para obtener el nivel de Investigador del SIN.
Con trampas no sabe, y con tipos que no tienen honorabilidad no se puede uno exponer a que lo juzguen. No esos ladrones intelectuales, por favor.
Preferimos estar fuera del SIN que participar en esa tremenda mafia.
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