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Sección: Editoriales / Empoderamiento de mí mismo

¿Vivo por mí o por los demás?

Por: Jessica Camargo 03/08/2015 | Actualizada a las 14:11h
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Nacemos, crecemos, planeamos, ejecutamos… Pero, bien es cierto que pocas veces hacemos un alto, reflexionamos y nos cuestionamos el por qué estamos ahí y si realmente somos felices.

Así es como comienza la trágica confusión de aquel hombre/mujer de 30…40…50 años que entregó su vida por algo que realmente no deseaba y ahora presenta episodios de estrés, crisis nerviosa, desmotivación, inestabilidademocional, y un sinfín de síntomas.

Y no hablo únicamente de empleados entregados fielmente a una empresa con un sueldo bajo/promedio; incluyo desde obreros hasta los más grandes empresarios y políticos que pareciera que su sueño se ha vuelto realidad.

Para bien o para mal, todo tiene un GRAN inicio en nuestra niñez, donde las creencias, patrones familiares, miedos y fortalezas se aprehenden y se cultivan permanentemente para quedarse y acompañarnos el resto de nuestras vidas.

Y son aquellos aprendizajes, lecciones e introyectos los que influyen en nuestras tomas de decisiones a través de los años.

Un claro ejemplo es que la mayor ilusión de todos los niños es sorprender a sus padres con buenos actos, recibir aplausos y halagos de sus padres cada vez que comparten, sacan buenas calificaciones, se terminan la comida, etc.

Y no quiero decir que tenga algo de malo, al contrario, es indispensable que el niño tenga clara y puesta la imagen de autoridad sobre sus padres y quiera complacerlos.

Pasan 2, 4 años y lo mismo sucede ahora no únicamente con los papás, también existe el compromiso y el reto de sorprender a la maestra; lo cual me hace pensar que la maestra exige un seguimiento de reglas y metas que forjarán la personalidad del niño y suena bastante bien. El reto está en encontrar el momento de enseñarle a aquél ahora adolescente a caminar sin un costal en la espalda lleno de compromisos, que la vida no se trata de complacer a los demás, sino a uno mismo.

Que habrán momentos en los que debamos de hacer algo para conseguir algún reconocimiento, pero ahora siempre tomando en cuenta que eso se termina en el momento en el que el objetivo se desvía de nuestra esencia. Pareciera que la educación quedamos es un arma de doble filo, ¿no? Los entrenamos a conseguir su estabilidad emocional en base a lo que los demás opinen de ellos.

De esta manera comienza el desgastante juego de la vida, asegurándonos rigurosamente de cumplir con cada imagen y etiqueta que la gente nos ha puesto. De lo contrario, no seremos merecedores de admiración.

Lo peor del caso es que cada etiqueta que nos ponen es tan diferente una a la otra, y nos hemos hecho tan habilidosos para cumplir cada y una de esas etiquetas. Desgastante, es la palabra indicada para describir lo que nuestro inconsciente sufre a gritos.

Es triste darte cuenta a los 30 años que llevas una vida parado donde la gente te quería ver y no donde realmente tú querías estar.

Lo peor del caso es que ni siquiera sabes dónde te hubiera gustado estar. ¿Por qué? Porque perdiste tanto tiempo en asegurarte de vender y mantener una imagen que no eras, en lugar de concentrarte en conocerte y descubrir lo mejor de ti para explotarlo y ser feliz, y finalmente, empoderarte de ti mismo.

La buena noticia es que para todo problema existe una solución, y el primer paso es reconocer y darnos cuenta de dónde estamos parados y por qué. 

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