“No oponerse al error, es aprobarlo. No defender la verdad, es negarla…” Martín Lutero.
LO CLARO. No importa el sector económico en el que uno desarrolle su ejercicio de ingresos: burócrata, empleado, empresario, maestro, taquero, industrial… en cualquier entorno, el motor primordial que impulsa al engranaje productivo, es la construcción.
La infraestructura pública y privada son las generadoras del dinamismo económico.
Desprendido de lo anterior, mueve a la reflexión la velada alarma que cierne sobre los cielos del país, en referencia al eventual recorte presupuestario a las entidades públicas que hacen obra.
Mientras esas nubes deambulan, el presidente nacional de la cámara que aglutina a los constructores CMIC; en una gira de trabajo por el territorio tamaulipeco en compañía del mandatario Egidio Torre Cantú, constató aquél que el recurso gubernamental está comprometido con la labor pública.
En Matamoros, Reynosa, Tampico, Victoria, existen más de 400 obras en ejecución para modernización de escuelas; creación de hospitales, de desarrollos turísticos, de vialidades carreteras. Que brindarán las condiciones de transportación idóneas para que la agenda energética genere también la inversión prometida.
No necesitamos ser constructores para ser beneficiados por la obra pública. Un dinamo que no puede parar…
LO OSCURO. Los modelos económicos, a la larga se vuelven obsoletos. Las más de las veces, un golpe de timón ocasionado por debacles casuísticas meteorológicas o por guerras, dan lugar a la necesidad de un cambio cultural.
Japón fue alcanzado por dos bombas; Vietnam, Corea, sucumbidas parcialmente por sendas disputas. Malasia, dio un impacto cultural transformador.
Las naciones mencionadas, de vivir vidas no muy prósperas –pero en paz- tras los ‘timonazos’ renacieron de entre sus cenizas y encabezan economías regionales.
Sentenció una vez el actor de la contracultura, Goerge Carlin “La razón por la que no podemos tener los diez mandamientos en la Corte: no puedes poner ‘no robarás, no cometerás adulterio y no prestarás falso testimonio’ en un edificio lleno de jueces, abogados y políticos. Crearía un ambiente de trabajo hostil…”
Es una dura crítica a las prácticas arcaicas gubernamentales, que hasta la Biblia condena.
Singapur, en 1960 era uno de los países más violentos del mundo. Predominaban la impunidad y los malos manejos del gobierno. El tráfico de influencias, la violencia sexual, el caos vial, la suciedad encabezaba en todos los lugares. El terrorismo y los homicidios campeaban hasta el año 2000.
Los cambios impuestos por los nuevos gobernantes (2004), permitieron una depuración total de los sistemas parlamentario, de justicia y político. Además de tomar una serie de medidas drásticas judiciales con las que no comulga las sociedad en su generalidad pero que de manera peyorativa no ha sido recurrente.
La pena de muerte no es la constante.
Lo evidente resulta en el hartazgo de sus modelos educativos viejos, donde la colectividad ya rehusaba dar espacios a los corruptos e impunes.
Ahora, Singapur mantiene un alto índice de escolaridad, con el dominio de tres idiomas en la generalidad de los alumnos.
Su Universidad Nacional, ocupa el número 30 del mundo y se cataloga como una fuerza laboral –como nación- altamente calificada.
Entre otras medidas impositivas, que implementaron como acciones correctivas, es que los juicios de cualquier esfera, son televisados. Y los corruptos, evidenciados para que la sociedad les señale, en un ‘bullying’ permitido.
COLOFON. “A ti te lo digo, mi hija; entiéndelo tú, mi nuera…”
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