Es increíble que en estos tiempos tengamos una definición equivocada del término “libertad de expresión”, garantizado en nuestra Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos dentro de las garantías individuales, y que, aclaramos, no es privilegio del periodista sino de todos los mexicanos.
En ese sentido, las garantías que marca la Carta Magna son muy claras y específicas, pero también es menester entender que para todo derecho existe una obligación. No es gratis, y nuestros constituyentes, cuando se estableció dicho texto, pensaron en darnos certidumbre a cambio de ser buenos mexicanos en el amplio sentido de la palabra.
No es el “pórtate bien” que nos amenaza muchas veces con restringir derechos y otras cosas, sino el hecho de cumplir con lo que tenemos que hacer para poder exigir lo que nos tienen que ofrecer otros.
Y duele verdaderamente encontrar en las redes sociales en las que tenemos alguna cuenta, los comentarios ofensivos de quienes hacen mal uso de este derecho y piensan que tenemos, para poder ser congruentes con la Constitución, que estar de acuerdo con ellos, porque de otra forma, nos tachan de ineptos, imbéciles y otros calificativos más.
En clase bromeo con los estudiantes de la Universidad Autónoma de Tamaulipas respecto a mi afición al fútbol: “¿Quién es aficionado al Barcelona?” les pregunto, y en broma les digo que están reprobados, para luego aclarar: “Yo son aficionado del Real Madrid, ¿Quién está mal, ustedes o yo?”
Los dos tenemos derecho a pensar distinto siempre y cuando no atentemos contra la libertad de los otros. Uno es tan válido como el otro. Igual sucede en política. Mexicanos que tenemos predilección por el PAN, PRI, PRD u otra fuerza política tenemos el mismo derecho a defender nuestros postulados.
Cuando Andrés Manuel López Obrador se lanzó a la presidencia por enésima ocasión, algunos contactos decían que si no estábamos con el “Peje” éramos unos pen… Nada más absurdo que lo anterior: cada quien tiene sus gustos, preferencias y argumentos para entenderlo.
Dice el refrán que “cada quien habla de la feria según cómo le va en ella”, y es válido en este sentido.
No comulgamos con ideologías agresivas que pretenden tomar las calles y aprovechar esas manifestaciones, argumentando un derecho a hacerlo, y delinquir en ellas: saquear comercios, violentar a la gente que es víctima de sus enojos y demás, lo que se observa cotidianamente en las marchas que la televisión abierta da cuenta a través de sus espacios informativos.
Voltaire escribió para la posteridad: “Puedo no estar de acuerdo en lo que piensas, pero defenderé con mi vida tu derecho a expresarlo”, y en ese tenor sería prudente que nos condujéramos en las redes sociales.
Cobardes que se esconden en el anonimato, en un nombre falso y llenan su Facebook de íconos y viñetas para ocultar su identidad, y son excelentes parar agredir verbalmente son los que abundan. A esos, hay que eliminarlos y bloquear sus intentos de participar, porque no puede uno aceptar insultos de entes anónimas.
Lo menos que se pide es tener el valor de mostrarse, de ser respetuoso y de defender sus postulados con pasión, sin llegar al insulto o la descalificación.
Cada quien tiene derecho a pensar como desee, aunque sería interesante que sean congruentes con su decir y su hacer. Gente incrustada en las nóminas oficiales que dice ser justa y no trabaja, y otros que, para variar, descalifican a nuestras instituciones educativas, cuando son egresados de la misma y, aclaremos, dentro de ésta hay gente buena, excelente y también algunos muy malos.
Ningún grupo social escapa a tener malos elementos. No todos son malos… pero tampoco todos son unos ángeles caídos del cielo, y el magisterio es un grupo social, tan respetable como todos… y tan humano como todos, con lo que ello implica.
Comentarios: entrenos@prodigy.net.mx