En uno de esos días en que amanece prácticamente como un “Grinch” veraniego, y que te das cuenta que lo que sucede en tu entorno es producto de una terrible inconsciencia y falta de respeto de unos hacia otros, cuando somos muy buenos para exigir nuestros derechos y no cumplir con nuestras obligaciones, o cuando exigimos respeto, algo que no conocemos y no otorgamos a los demás.
Por partes: es realmente incomodo observar la forma en que la gente se conduce en las calles manejando: irresponsablemente, inconscientemente, torpemente, con actitudes de “yo lo puedo todo”, de una enorme prepotencia reflejada, y con una mano llevando el volante, pero con la otra el insustituible móvil: el celular que hemos comprado para tener ese contacto social que nunca podremos tener si no es a través de las llamadas redes sociales, dada nuestra enorme incapacidad para sostener una charla con personas de verdad.
Insultante resulta pasar por la calle Matamoros y frente a nosotros ver una serie de conos que no nos permiten estacionarnos, pero lo más insultante es ver vehículos de lujo en lugares para gente con discapacidad, lo que se refleja en todas partes sin importar el origen de estos faltos de inteligencia que ocupan los sitios destinados a quien tiene problemas para su traslado.
Es increíble ver que no hay un elemento de autoridad alguna que pueda meter en orden a cientos –miles- de victorenses abusivos, prepotentes, groseros y payasos.
No suponemos que sea tan importante el estar checando el “Face” más que cuidar la existencia misma.
Está reglamentada la prohibición del uso de móviles mientras se maneja, como también está reglamentada la prohibición de circular sin placas oficiales, y lo vemos todos los días y en todos los estratos, incluyendo el oficial.
Hay muchas personas en este pueblo que viven sin placas porque trabajan en gobierno –así lo manifiestan- y conocen a mucha gente que les quita las infracciones.
Resulta deprimente tener que ir al Mercado Argüelles y soportar a una serie de pseudo automovilistas torpes, faltos de pericia y de inteligencia que viajan a vuelta de rueda, obstruyendo el tráfico para los demás, y tener que tragarnos la prisa porque estos inútiles van como quieren: unos, torpes como su naturaleza les obliga; otros, con el celular en la mano o platicando con sus familiares o amigos, pensando que ir haciéndolo y manejando es muy impresionante.
Somos una raza especial que no conoce el respeto a los demás, y debiéramos de hacer algunos cambios en nuestras actitudes, porque sinceramente, los demás no merecen que seamos así, que infrinjamos las leyes existentes y que no exista un solo elemento que pueda poner orden.
Trate usted de manejar con el móvil en la mano, sin cinturón de seguridad, a vuelta de ruega o haciendo los desfiguros clásicos, allá, en los Estados Unidos, y verá que termina en la corte en un juicio que castigará la estupidez conforme a reglamentos.
Eso es ley, y apena mucho el hecho de que no exista en nuestro suelo, porque somos tan buenos e importantes como cualquiera que viva en otra nación, pero no concebimos que, a falta de autoridad no pensemos en los demás, porque, finalmente, la falta de civismo está directamente relacionada con esa falta de respeto a nuestros semejantes.
Interrumpimos el tráfico, y no nos importa el respeto al tiempo y circulación de otros como nosotros. Entendamos: no somos dioses sino simples mortales que vivimos y tenemos los mismos derechos que cualquiera otra persona.
Nada extraordinario: somos de carne y hueso y vivimos como todos, como individuos solos. Dejemos esas actitudes faraónicas y estúpidas para otra ocasión y pongámonos la pila, porque esta ciudad se está yendo por el resumidero, producto de la indiferencia de sus hijos.
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