Así debió operar el equipo presidencial desde un inicio. Así le gusta a la mayoría de los gobernados que opere su Jefe de Estado, su Jefe de Gobierno, su Comandante Supremo de la Fuerzas Armadas: con seguridad, decisión y rapidez.
Después de ver la deslumbrada que les pegaron con la matanza en Iguala, los asuntos inmobiliarios, la nula comunicación política, la separación de los representantes de los medios con la oficina de a Comunicación Social de Los Pinos, el video para defenderse, la patética ceremonia de nombramiento del nuevo contralor de la Federación, Virgilio Andrade Martínez (donde el mismo Presidente ordenaba el cambio de posición de le bandera, para que saliera en la foto de los diarios y en las tomas de la televisión) entre decenas de ejemplos más, se antojaba pensar que estaban derrotados o que de plano habían tirado la toalla antes de llegar al medio tiempo.
El lunes -después del luto en el Gabinete, por la pérdida irreparable del hombre que defendió a capa y espada al candidato Peña, después de las elecciones del 2012- recibieron con honores al presidente finlandés Sauli Niinistö; desde muy temprano el titular del Ejecutivo estuvo enterado de la tragedia de Ciudad Acuña. Habló varias veces con Miguel Ángel Osorio Chong, se envió a Luis Felipe Puente Espinosa (Coordinador Nacional de Protección Civil) y charló varios minutos con el gobernador Moreira.
A la hora de los discursos el Presidente ocupó unos minutos para enviar el pésame a los que murieron por el fenómeno natural y anunció que después del lunch iría a la frontera. Después de despedir al europeo se trasladó, junto con su comitiva en helicópteros al aeropuerto internacional Benito Juárez; y mientras el canciller Meade recibía a Dilma Rousseff, Enrique Peña Nieto partía a Coahuila. El Vocero posteó una foto desde la aeronave donde se ve que con mapas, que se le explicaba dónde y cómo fueron esos segundos de terror.
Allá sobrevoló la zona, se subió a una pick un para saludar a los damnificados y darles muestras de cariño y apoyo; se reunió con su equipo de trabajo para coordinar el rescate, y anunció que al otro día caminaría la zona devastada con luz natural.
Estuvo en la zona cero, giró más instrucciones y de vuelta la Ciudad de México para cumplir con la agenda internacional con la presidenta de Brasil. Todo en medio de decenas de llamadas, tarjetas informativas y toma de decisiones importantes.
Así sí: coordinados, unidos, trabajando en equipo, sin errores, sin envidias y sin mareos estúpidos por el poder.
Obviamente trabajó un gran equipo de las secretarias de Gobernación, Desarrollo Social, Desarrollo Urbano y Defensa Nacional; y también de la Comisión Federal de Electricidad, Conagua e Infonavit. Pero merece mención especial Aurelio Nuño Aurelio Nuño Mayer, Jefe de la Oficina de la Presidencia; Andrés Massieu Fernández, Coordinador General de la Oficina de la Presidencia y Eduardo Sánchez, Vocero y Coordinador de Comunicación del Gobierno de la República.
No se puede a estas alturas actuar con temor, decidir con dudas y cometer errores; se necesita más sangre nueva, llena de adrenalina para sortear la agenda planeada y los imprevistos en una nación como la nuestra.
Por los últimos días, en medio de la tormenta, aun se antoja pensar que si se puede, y que todos los errores cometidos, todos los tropiezos y caídas, todavía se pueden corregir.
Ojalá que después de las elecciones, en la segunda semana de junio, se vea el cambio radical y saquen el pecho, y demuestren que tienen con qué. Lo anterior no para el lucimiento de ellos, sino porque México ya no aguanta más.
*Periodista, editor y radiodifusor
@GustavoRenteria
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