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Sección: Editoriales / La Ley de Herodes

El síndrome del cuento de hadas

Por: Miguel Ángel Isidro 25/05/2015 | Actualizada a las 08:56h
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Entramos a la recta final del periodo de campañas políticas, y en estos momentos, vemos a las candidatas y candidatos a los distintos cargos de elección popular ofreciendo el oro y el moro en el esfuerzo por convencer a un electorado cada día más escéptico.

A pesar de las restricciones que marca la nueva legislación electoral, prácticamente se vale de todo. Lo mismo vemos candidatos que alegremente rebasan la topes de campaña, que a otros ofreciendo lo que de antemano saben que no van a cumplir -al cabo que el prometer no empobrece, dice el refrán- y de paso, a otros tantos acomedidos buscando cualquier oportunidad de hacerse presente ante los ojos de los eventuales votantes. Lo que sea por un voto, pareciera ser la consigna.

Normalmente, los candidatos electos a un cargo público viven un momento de ensueño después de resultar triunfadores: aparecen en todos los medios, todo mundo los invita a sus eventos, y todos quieren ser sus amigos, o por lo menos aparentar serlo. Como si cada quien reclamara su pequeña porción de ese delicioso pastel que es la victoria electoral.

Sin embargo, es notorio que apenas transcurrido un cierto lapso de tiempo, nuestros políticos sufren los efectos de un inevitable desgaste ante la opinión pública, y como si se tratara de un cuento de hadas, repentinamente pasan del estatus de príncipes o princesas, al de horrorosos sapos a los que nadie quisiera tener enfrente.

Curiosamente, no hay cargo de elección que se salve de este síndrome; le pasa lo mismo a diputados, alcaldes y gobernadores. Antiguamente, los Presidentes de la República parecían inmunes a esta condición, pero de algunos sexenios a la fecha, el criticar, satirizar o incluso denostar al primer ejecutivo federal ya no representa mayor sobresalto. Ya ni siquiera nos esperamos al término del sexenio: pareciera como si cuestionar o incluso atacar al mandatario en turno para muchos representa casi un síntoma de lo que es "políticamente correcto", sobre todo en los sectores informados de la sociedad. No son pocas las veces que he escuchado a algunas personas calificar como bueno o valiente el trabajo de un periodista porque "le tira duro" a los poderosos. Las pruebas son lo de menos...

¿Qué nos está pasando como sociedad política? Sencillo: que siempre buscaremos la manera de culpar a alguien más de nuestras fallas. Si el sistema partidista es un fracaso, decimos que es culpa de los políticos, pero no hacemos nada por frenar la aparición de nuevas franquicias electoreras. Si remedos de partidos políticos como el PT, Movimiento Ciudadano y Nueva Alianza han subsistido, es porque hay un cierto número de electores que seguimos votando por ellos. Y falta ver qué ocurre con Encuentro Social y el Partido Humanista, los nuevos experimentos que se estrenarán en las boletas en este 2015.

Otro error recurrente de la sociedad mexicana es el seguir creyendo que las elecciones son concursos de popularidad. Los partidos ya nos tomaron la medida, y siguen postulando como candidatos a personajes de perfil mediático, sin importar si están debidamente preparados o comprometidos para el servicio público. Y si no son populares, nos atiborran con su imagen los medios, los espacios públicos y las redes sociales, bajo el convencimiento de que es la mejor forma de garantizar un triunfo. Y probablemente lo sea, bajo la lógica de la manipulación política, en la que se nos vende el argumento de que lo correcto es votar "por las personas y no por los partidos". ¿El resultado? Ya lo hemos visto: poca consistencia en los proyectos legislativos y de gobierno, y escaso compromiso ideológico. Ya no es raro ver a un político que lleve 15 o 20 años saltando de un cargo a otro, y que en el trayecto haya sido candidateado por dos o tres partidos políticos distintos. Los famosos "chapulines", pues.

Es impostergable madurar como sociedad política. No podemos seguirnos confirmando en votar "por el menos peor" y después resignarnos a que nuestros gobernantes tengan siempre un desempeño mediocre. Es paradójico, pero el sistema político mexicano se caracteriza por producir actores que son magníficos como candidatos, pero que como gobernantes o representantes populares terminan siendo un auténtico fiasco. 

Nuestro sistema electoral y de representatividad requiere de una verdadera reingeniería, en el que se vote por propuestas y no por personajes prefabricados; en el que la transparencia y la rendición de cuentas sea una realidad y en el que el ejercicio de la libertad de expresión deje de ser coartado a través del manejo de los millonarios recursos destinados a la propaganda oficial. Hasta el momento, ninguna de las principales fuerzas políticas ha logrado desarrollar un modelo de gobierno que rompa con los esquemas del autoritarismo y la corrupción. Tal pareciera que se disputan el poder sólo para cometer las mismas tropelías que denuncian cuando les toca ser oposición.

Falta poco para saber quiénes se convertirán en los próximos príncipes y princesas de la elección intermedia 2015...

¿Cuánto tiempo les tomará convertirse en sapos?

DE BOTEPRONTO: La semana que inicia es propicia para la guerra de nervios. Cualquier error puede costar la elección. Veremos y comentaremos.

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